En el concierto de clausura por el día Mundial del Jazz el 30 de abril, transmitido en vivo a más de un centenar de países, me llamó la atención ver a un tipo bostezando. No el bostezo discreto que se le escapa a cualquiera después de una mala noche, sino el otro, el de puro aburrimiento, el de cuándo coño se acabará esto. También fue notable la apariencia general del público: en su mayor parte no lucía cubano. Probablemente no lo era.
En general, el Día Mundial del Jazz en La Habana fue un éxito, quién lo duda. Vi a Richard Bona y Marcus Miller en la FAC, a un grupo de artistas cubanos (César Pedroso, Bobby Carcasés, William Roblejo) en el Pabellón Cuba, y en verdad había un público numeroso y devoto. Ahora bien, en eventos excepcionales como el concierto del domingo 30 resulta que la cifra de entradas disponibles para el público general es notoriamente escasa, cuando no (como en este caso) nula. Los artistas ordenan reservar una parte del lunetario, la administración del teatro congela otra para la omnipresente clase política y un puñado de intelectuales VIP. Ah, bueno, y las novias y familiares de esos políticos y esos VIP, no importa si no saben diferenciar un oboe de un palo de golf.
Cosa curiosa, no solo hay quienes bostezan y hasta se amodorran, sino que a veces quedan asientos vacíos; en este concierto concreto, me aseguran que la cifra rondaba un escandaloso centenar. Es cierto que, como dije, los músicos invitados ofrecieron en días previos algunas presentaciones en lugares no siempre grandes ni demasiado accesibles, y clases magistrales para los estudiantes de arte (en la ENA, el ISA, el Conservatorio Amadeo Roldán), pero llegado el momento cumbre, el espectáculo en que todas las estrellas se reúnen, esos mismos estudiantes se quedan afuera con los aficionados y melómanos en general, y deberán conformarse con la pantalla instalada en el exterior del teatro, o con la transmisión televisiva.
Eso de prediseñar el público no es nuevo: recuerdo el concierto de Billy Joel en el Havana Jam en marzo de 1979. Como ahora, ahí el público normal no tuvo ninguna oportunidad –aunque siempre hubo quien se coló de una manera u otra, gracias a Dios–; en cambio, toda la producción de camisas safari de la industria textil cubana de ese año estaba allí, revistiendo a estoicos compañeros que en su mayoría no tenían la menor idea de lo que veían y escuchaban. Un criterio parecido movilizó a otros compañeros no muy distintos a los cines cuando el estreno de Alicia en el pueblo de Maravillas en 1991. La purificación del público ha ocurrido muchas veces, total o parcialmente, desde entonces; sin ir más lejos, sucedió el año pasado con el Ballet de Londres. Al parecer, los no elegidos somos unos brutos desaliñados, ignorantes o políticamente impresentables, que haríamos pasar vergüenza al país, tú, qué pena, por tu vida.
Los VIP son un fenómeno universal. El problema está en la composición y el porcentaje. Razonemos: cualquier teatro en cualquier ciudad del mundo tiene un número relativamente limitado de capacidades: cinco mil, tres mil, mil quinientas lunetas. Está claro que, en eventos culturales de particular atractivo, no cabrán todos los interesados. Y que existirá, cómo no, un área VIP para un puñado de personalidades culturales y políticas, familiares del artista, amantes, amigos, etcétera, y una o varias pantallas en el exterior para los menos afortunados. Ahora bien, el grueso de los asientos se pone a disposición del público, bien de los que lleguen primero y duerman dos noches a la entrada del teatro, bien de los que presionen primero el botón si las entradas se ofrecen por Internet, bien anunciando por radio a una hora prefijada la localización del punto de venta de boletos para que la gente corra por su ticket. El meollo está en que el ciudadano corriente al menos puede intentar conseguir su entrada, esforzarse por ser uno de los elegidos: su empeño individual significa algo. En cambio, con un público prediseñado no hay posibilidad, sabes que te toca la pantalla en el exterior; ese es tu lugar, un puesto de segunda clase.
Sí, en otras latitudes un multimillonario o una corporación pueden costear un concierto privado para unos pocos elegidos, pero esas son presentaciones extra, no sustituyen a las programadas para el gran público. También existe la opción en ciertos espacios (aeropuertos, megaconciertos) de pagar por ser VIP; aunque es un mecanismo basado en la desigualdad, al menos uno tiene la certeza de que quien abona mil dólares por un asiento privilegiado quiere de veras estar allí, no lo han empotrado en su sitio porque es políticamente correcto.
Si el artista, o los artistas, dicen en un concierto refinado como el del domingo 30 que es un honor para ellos mostrar su arte al público cubano, ¿sabrán que no es eso lo que sucede? ¿No hay nadie que se sienta un poco avergonzado? Yo sí. De público cubano, de pueblo, plebe, gente de a pie, poco o nada hay en esos lunetarios. En cambio son ostensibles las cabezas rubias y canosas, los semblantes rosados y los bronceados frescos de europeos y norteamericanos que ocupan una buena porción de nuestros asientos, y que vienen acá a ver lo que también podrían ver allá, opción que por lo general no tenemos nosotros. Oh, ¿es el cuerpo diplomático? Bueno, ¿cuántos países hay en el mundo? ¿Mil quinientos?
Sugiero que, la próxima vez, se habilite un área VIP con esmerada atención gastronómica y asientos cómodos. Eso sí, fuera del teatro. Que vean el espectáculo en la pantalla mientras los otros, las very ordinary persons, pagamos, nos sacrificamos y lo disfrutamos adentro.
Eduardo le falto el juego de pelota entre Cuba y Los Orioles donde el 100 % eran militantes y que la gran mayoria veian un juego de beisbol por primera vez como mi cuñado que lo vio alli y hasta se durmio ya que lo llevaron en una guagua desde Pinar del Rio nada menos…!!!
PERO ENTONCES QUE TE SORPRENDE?
Cuba se divide en 2. Los que tienen derecho a TODO (unos poquitos de artistas, politicos, etc..) y los que no tienen derecho a NADA (el pueblo en general), ni tan siquiera tienen derecho a protestar por no tener derechos!!!
Nada nuevo bajo el sol revolucionario
..Hay muchos que están en la cima sin subir la loma.
Gracias, Albio. Es que el deporte no es lo mío, por eso mi artículo se centra en la cultura, pero el que ofreces suena como un buen ejemplo de prefabricación del público, desde luego.
Rosita, mami, me encantaría vivir en ese mundo tuyo en que todo es en blanco y negro, sin matices…
E.
Genial… me gustaría ver a Serrano leyendo estas palabras en el NTV (simplemente una idea loca)
Eduardo pero ese es nuestro pais. siempre b y n. “Con la revolucion todo, contra la revolucion nada!!!” pero se que no te gusta sentirlo de esa manera, siempre quieres quedarte con un poco de esperanza de que las cosas no son tan malas. Pensandolo si, hay un tono gris raton, los que vivimos fuera de Cuba.
¿Coño, acaso no es eso el jazz? el jazz actual, digamos… de 1950 para acá, nada más. Vaya mierda.
Excelente Eduardo, justo lo que pensé que iba a ocurrir. De todos modos no creo que en el que se hizo el año pasado en la Casa Blanca hayan vendido muchas entradas tampoco. En todo caso, los ordinary persons tenemos la suerte de que disfrutamos el Jazz todos los días (menos el International Jazz Day)
Eduardo como siempre: francotirador!
Primero fue el jazz la música prohibida, y ahora le escamotean al público cubano disfrutar y poder mostrarse en un evento en el cual ni al mismísimo Chano Pozo o Frank Emilio Flynn hubieran podido acudir.
Al cubano: “Esto lo que te toca y yazz…”
Este Ivan Camejo que se queja de las entradas en la Casa Blanca sera el mismo “humorista” que trabaja en los pesimos programas de television del sur de la Florida?
En otros países, “el gran público” no es conformado por personas muy ordinarias, ni por la mayoría del pueblo, sino por personas con posibilidades de pagar elevados precios para acceder a un concierto de esta naturaleza en un teatro principal de la capital, así lo he visto. Debe ser difícil la tarea de ver siempre las manchas y nunca o muy pocas veces la luz y los beneficios del sol…
Ya lo ven, hay gente para todo, vale la crìtica y se acepta, es como decir: Si te pica, arràscate! Pero coño, de madre arrascarse y no ver de donde sale la pomada que te alivia o lo peor, que te pique, protestes y sean estos comentarios de mala fè los que publiquen..
No creo que sea tarea difìcil, eso va con las personas y hasta se hace hàbito, es cuestiòn de entender que la ingratitud parte de esa actitud…
Si Eduardo, creo que en un artículo tan crítico que no tiene equilibrio, ni objetividad, lo único bueno es el auto calificativo de PERSONA MUY ORDINARIA en el sentido en que lo entienden los más comunes de los cubanos: vulgar, grosero, pedante.
La descalificación burda, el resentimiento acumulado con referencias históricas que pretenden generalizar una práctica anti democrática en el acceso a la Cultura, a mi al menos, aun cuando hubiera algo de verdad en lo que dices, todo me parece cuestionable.
A quién beneficia esta interminable diatriba contra un segmento de políticos, intelectuales y familiares VIP, que consideras incultos, incapaces de apreciar el arte!!!! Tú eres mejor, más culto, más capaz de apreciar la Cultura? Todo lo que dices se puede desmantelar, pero no vale la pena; me apena que hayas ocupado un espacio precioso para escribir tanta porquería…. !perdón, tanta bobería! Seguramente te gusta ese calificativo que te atribuyen de “francotirador”… By the way…, esa “bobería” te la pagan?
por cierto,
Hmm,, desgraciadamente cosas como estas siguen pasando en Cuba (y los “ordinary people” nos quedamos sentados fuera mirando las pantallas).
Mientras viví en Cuba (30 años) sufrí bastante situaciones como las que describe el articulista, como era “hijo de obrero” tuve que contentarme con hacer largas colas para ir a ver lo que los organizadores decidían que el pueblo podía ver de cerca. Recuerdo una vez, mientras cursaba 12 grado, fueron a la escuela y nos dieron una charla política donde a la vez nos explicaron que habíamos sido “seleccionados” para asistir a un concierto de Carlos Varela en el Carl Marx (donde también participó Fer, de Maná) … pero había trampa, al final de la reunión nos indicaron por las claras que nuestro papel en el concierto sería gritar consignas políticas a favor del gobierno si alguien del “otro público” gritaba algo en contra (y nos explicaron que algo así podía suceder cuando cantase “Leñador sin bosque”). En la escuela éramos alrededor de 3000 alumnos, y al menos en mi año fueron bien dadivosos repartiendo entradas gratis. Eso ocurrió en el año 2000 o 2001, no recuerdo exactamente. Pero al menos 3000 alumnos cubanos podrán confirmarlo.
Sin embargo, a partir de que “me mudé” de país he tenido la grandísima suerte (pagada con mi esfuerzo diario) de ver más artistas cubanos e internacionales en los primeros cinco años fuera que en todo el tiempo en la isla:
– Carlos Varela
– David Torrens
– Kelvis Ochoa
– Pancho Céspedes
– Amaury Gutierrez
– Ivette Cepeda
– Osmani García (pura casualidad, estaba cantando en un lugar público donde la entrada era gratis)
– El Chacal (misma situación que con Osmani García)
– Ulises Toirac (en una obra humorística)
– Alexis Valdés
– Willy Chirino
internacionales:
– Melendi
– Jarabe de Palo
– La Oreja de Van Gogh
– Diego El Cigala
y próximamente iré a ver el ballet de Moscú presentando “Cascanueces”.
Sigo siendo hijo de obrero, no estoy enparentado con ningún político (de ningún modo) ni estoy gastando mis ahorros en estos espectáculos … sólo me mudé de país.
PD. En son de evitar las comparaciones de siempre:
– tengo seguro médico (que me cubre bastante más de lo que recibía en un hospital en Cuba)
– tengo trabajo desde que llegué aquí … y no es para ninguna organización política ni militar, sino un empleo normal y corriente
– pago impuestos por mis ingresos, que contribuyen a generarme una pensión en mi vejez
– tengo techo
– no pertenezco a ningún partido político (si no voto no me sucede absolutamente nada)
jajajjaa… Enrique que duro esta eso… jajajjajaaja…
Bravo Eduardo, esta es la prensa que se merece el pueblo.
La noción de VIP, incluso de VVIP, que también aplica o existe, aunque en Cuba insistan en negar la existencia de unos pocos que disfrutan de prebendas y privilegios ajenos o inaccesibles para la mayoría, lo único que establece, por si quedaba alguna duda aún, es que todas las sociedades son intrínsecamente clasistas. La nuestra no es la excepción ni por mucho. Por el contrario. Aunque insistan en hacernos creer que no existen abismos insalvables en cuanto al acceso a determinados bienes y servicios, en dependencia del poder adquisito o el enchufe ideológico, partidista, que establece determinadas líneas que se pueden cruzar o no, lo cierto es que cada día se abre más la breca entre los solventes y los desposeídos, no tanto de derechos, como de dineros y oportunidades para properar. Es la lógica implacable de un país que en nombre de la equidad practicó el igualitarismo en detrimento de los que suponen la masa.
En Cuba existen los VIP (Very Important Person) que lo tienen todo (la casta corrupta) y los VIP (Very insignificant Person) el resto del pueblo.
Very Intelligent Persons only
Para evitar futuros bostezos sólo queda ser exigentes con el público: Examen de ingreso sobre materias específicas para quienes quieran asistir a un espectáculo. Lo dedistinguir un palo de golf de un oboe entra en el examen. A que asistan sólo Very Intelligent Persons. Ahora algunos preguntarán: ¿Dónde queda la educación? Pues Eduardo los preparará en su cátedra de Rock Nac. e Internac.
Sí, Magalys, la CIA y el Departamento de Estado me pagan treinta millones de dólares por cada artículo sobre un tema conflictivo. Para ser preciso, treinta millones de dólares y veinticinco centavos. Y me exigen que escriba de esos temas, vaya, yo soy un mero peón en sus manos. Claro que como soy mediocre y petulante, y un lacayo del imperialismo, no tengo problema con eso. Y, naturalmente, me encanta que gente de ética a toda prueba como tú me insulte diciendo que escribo porquerías. Siempre se aprende algo nuevo. Por cierto, felicidades en el día de las madres.
E.
Eduardo, son meros aprendices culturales, de todas formas los que aman la música somos capaces de disfrutarla aún en un pequeño equipo reprodutor de audio y unos buenos amigos al lado.