A menudo colocamos a Cuba en el centro del universo cubanoamericano y todos asumimos que la identificación del partido y el voto dependen de la actitud de un cubanoamericano hacia la Isla. Las preferencias políticas se consideran variables independientes y la alineación partidista se considera variable dependiente. Existe evidencia de que esto es precisamente al revés: la lealtad partidista de los cubanoamericanos influye en sus puntos de vista sobre la política hacia Cuba, y que la lealtad partidista es un resultado de cómo las dos partes involucran a la comunidad. Utilizando datos históricos que rastrean la relación de los dos partidos con la comunidad, este artículo discute la importancia del compromiso partidista y sugiere una forma en la que el Partido Demócrata podría hacer algunos avances en la comunidad cubanoamericana del sur de Florida.
Hay algo de Sísifo en el análisis de las actitudes políticas de los cubanoamericanos en el sur de Florida. Se pueden descubrir amplios patrones, se pueden documentar inconsistencias específicas, pero ninguna documentación o contextualización evitará que la piedra del conocimiento —o lo que asumimos es el conocimiento—, se precipite cuesta abajo dejando al analista ante un nuevo comienzo para tratar de comprender los acertijos de la comunidad.
Durante los años de Trump una comunidad que, según todos los indicadores, se estaba apartando de las actitudes de línea dura de la década del 90 y moviéndose hacia un perfil político más pluralista, cambió de rumbo de manera repentina. En año tan reciente como el 2016, los cubanoamericanos parecían abrazar la apertura del presidente Barack Obama a Cuba. Las elecciones del propio 2016 iniciaron el giro trumpista en la comunidad cubanoamericana, oxigenando la oposición de los viejos ideólogos de la Guerra Fría, pero también inyectando sangre nueva republicana a la comunidad.
Muchos cubanoamericanos compartían el fervor republicano por la agenda más amplia de Trump. Sin embargo, analistas y formuladores de política todavía se enfocan obsesivamente en las actitudes de los cubanoamericanos en relación a la política hacia Cuba como la clave para comprender su comportamiento electoral. Apenas unos meses después de las elecciones, una encuestadora demócrata reafirmó el giro hacia la línea dura y los medios reforzaron el mensaje de que los cubanoamericanos estaban en contra de regresar a las políticas de Obama. Esta encuesta le ofreció a la administración Biden, que se comprometió a consultar a los cubanoamericanos antes de emprender cualquier cambio de política hacia Cuba, la cobertura que necesitaba para mantener vigentes las sanciones de Trump. Solo un escritor señaló que quizás los cubanoamericanos, un electorado predominantemente republicano, simplemente se estaban comportando como otros republicanos ilegítimos (Santiago 2021).
Quizás nos hemos acercado a estas cuestiones de la manera incorrecta, sobrestimando el papel de Cuba en la configuración del voto cubanoamericano y subestimando el papel del partidismo y el compromiso de los partidos con la comunidad cubanoamericana. Esas mismas encuestas que miden las actitudes sobre la política entre Estados Unidos y Cuba también informan de manera sistemática que en las mentes de los votantes cubanoamericanos la política hacia Cuba se ubica muy por debajo de preocupaciones domésticas como la economía, el crimen y la atención médica. Aun así, los agentes políticos se aferran a la creencia de que medir las actitudes de los cubanoamericanos hacia las políticas Estados Unidos-Cuba dará la clave para obtener la mayor cantidad de votos posible.
Asumimos que las condiciones sociopolíticas en Cuba cuando el migrante se fue definen las actitudes hacia la política Estados Unidos-Cuba una vez que este se establece en el sur de Florida. Analizamos las “olas” de migración y las categorizamos por “generaciones” o “antigüedad” (Pedraza 1985; Eckstein 2009; Grenier 2006). Explicamos las actitudes más conciliatorias de los recién llegados en relación con las dificultades del Período Especial, con los elementos emotivos asociados a la familia que quedó atrás, con el distanciamiento de la convulsión revolucionaria que, “sabemos”, conforma las actitudes de la “vieja guardia”. Supuestamente, el momento de salida de Cuba determina las actitudes de un migrante hacia la política Estados Unidos-Cuba, la cual, a su vez, proporciona a los partidos Demócrata y Republicano un perfil ideológico que dicta su estrategia política.
Otro supuesto es que los cubanoamericanos de la segunda y tercera generación mostrarán actitudes más conciliatorias hacia la política Estados Unidos-Cuba y decidirán su lealtad partidista a partir de otras consideraciones políticas. Pero cuando se controlan los factores demográficos, parece que los efectos generacionales en las actitudes políticas “pueden ocurrir indirectamente, quizás a través de la identificación partidaria” (Bishin y Klodstad 2012, 596). Es decir, la filiación a un partido puede impulsar actitudes políticas —y no al revés.
Todas estas suposiciones colocan a Cuba en el centro del universo cubanoamericano y todas asumen que la identificación del partido y el voto dependen de la actitud de un cubanoamericano hacia la Isla. Las preferencias políticas se consideran las variables independientes (establecidas en la insularidad del enclave cubano del sur de Florida por alguna dinámica desconocida) y la alineación partidista se considera la variable dependiente. Hay evidencia de que esto es precisamente al revés: que la lealtad partidista de los cubanoamericanos influye en sus puntos de vista sobre la política hacia Cuba y que la lealtad partidista es un resultado de cómo los dos Partidos se involucran y establecen conexiones con la comunidad.
Examinando el mito de la creación
Al principio los exiliados cubanos fueron vistos como trofeos de la Guerra Fría por ambos partidos, pero los republicanos fueron los primeros en explotar su capital simbólico. En 1964 el Dr. Fernando Penabaz, un cubanoamericano nacido en Estados Unidos, fue nombrado presidente nacional del partido para los asuntos cubanoamericanos (McDermott 1964, 1). Los republicanos movilizaron a las mujeres cubanas quienes trabajaron en un banco de teléfonos bilingües y una campaña de correo enfilada a los residentes del condado de Dade instándoles a votar por Goldwater. “No podemos votar, pero estamos haciendo todo lo posible para abrirle los ojos al pueblo estadounidense” dijo una de las mujeres cubanas (Martínez 1964, 16-A).
A pesar de este fuerte atractivo para los exiliados cubanos, un análisis sobre las elecciones de 1968 publicado por The Miami Herald mostró que los cubanos que se habían hecho ciudadanos dividían sus registros de manera equitativa entre ambos partidos: demócratas (39,9%) y republicanos (40,1%) con 20% votantes independientes. Los cubanos votaron de manera consistente por un demócrata para alcalde de la ciudad de Miami, Steve Clark, y por representantes demócratas incondicionalmente anticomunistas como Claude Pepper y Dante Fascell (Green, 1971, 3-G).
En 1976 los cubanos ocuparon las trincheras de ambos partidos en Florida. Alfredo Durán, un veterano de Bahía de Cochinos, fue presidente del Partido Demócrata del estado. Al Cárdenas se desempeñó como presidente de la campaña comunitaria latina de Gerald Ford en el condado de Dade. Los analistas del periodo reconocen que el creciente electorado cubanoamericano no era monolítico en su filiación política. De hecho, los votantes cubanoamericanos, todavía un pequeño porcentaje de la población, estaban mayormente registrados como demócratas y dividieron su lealtad entre los dos partidos en las elecciones de 1976, y algunos estiman que Jimmy Carter ganó hasta el 75% del voto cubanoamericano. (Torres, 1999; Cadava, 2020).
Las crónicas del período informan sobre el apoyo a la política de acercamiento de Carter con Cuba, incluso cuando los extremistas atacaron violentamente a quienes apoyaban la normalización de las relaciones. Durante 1975-1976 más de cien bombas explotaron en el área de Miami contra empresas y personas con actitudes conciliadoras hacia el gobierno cubano, y los ataques continuaron hasta la década de los 80. La política de Carter alentó a los cubanoamericanos que deseaban visitar a familiares en la Isla a expresar sus deseos públicamente. Las agencias de viajes locales presenciaron cómo cientos de cubanos solicitaban información sobre las maneras de adquirir visas para visitar la Isla (Ayres 1977, 10). Los predicadores solían subir al púlpito para reprochar el acercamiento (Pérez 1976, 12-AW). Aunque los inmigrantes cubanos que apoyaban cualquier política estadounidense que pareciera legitimar al gobierno cubano a menudo eran criticados y acusados de ser “comunistas” en los medios de comunicación en español, no había un estigma general asociado con el Partido Demócrata (Fabricio 1972, 8-C; Fabricio 1976). Los candidatos demócratas que se postularon para cargos locales recibieron un fuerte apoyo de los votantes cubanos. Los seis cubanos republicanos que se postularon para cargos locales durante el ciclo electoral de 1976 perdieron.
El giro republicano: la estrategia de construcción del partido y Ronald Reagan
La decisión del Partido Republicano de organizar a los cubanoamericanos fue estratégica. Durante fines de la década de los 70 y los 80, los republicanos desarrollaron una estrategia nacional de construcción del partido diseñada para identificar e invertir en el talento latino en todo el país, sobre todo en las regiones demócratas fuertes. El objetivo era disminuir el margen de victoria de los demócratas en las elecciones estatales y nacionales (Galvin 2010). En el sur de Florida, los cubanoamericanos estaban hambrientos de reconocimiento político y los republicanos estaban hambrientos de una base.
Los demócratas de Florida tuvieron la mayoría de los escaños en el Senado estatal hasta 1995 y en la Cámara hasta 1997. Desde entonces, ambas cámaras han estado controladas por republicanos. Los cubanoamericanos encabezaron la vanguardia de la toma del poder por los republicanos, pero los demócratas no quedaron indefensos.
Muchas oportunidades perdidas caracterizaron el camino demócrata desde la Revolución Reagan hasta que Lee Atwater ungió al Distrito 18 del Congreso como uno “perteneciente” a una cubanoamericana republicana: Ileana Ros-Lehtinen (Searingen 1989, 10ª).
Un ejemplo es el vástago de la política cubanoamericana, Lincoln Diaz Balart. La influencia política de la familia Díaz-Balart precedió a su incorporación al Partido Republicano. Eran, para decirlo en el lenguaje contemporáneo, influencers. La tía de Lincoln fue la primera esposa de Fidel Castro. Su padre sirvió en la Cámara de Representantes de Cuba y fundó una organización contrarrevolucionaria, La Rosa Blanca, cuando se estableció en Estados Unidos. En 1982, Lincoln Diaz-Balart se desempeñó como presidente de los Jóvenes Demócratas del Condado de Dade y de los Jóvenes Demócratas de Florida. Fue miembro del comité ejecutivo del Partido Demócrata del condado de Dade. Ese año se postuló contra el republicano Humberto Cortina para representar al distrito estatal 113. Perdió. Durante los tres años siguientes trabajó para organizar a los demócratas cubanoamericanos, pero recibió poco apoyo del partido.
En 1985, Díaz-Balart y toda su familia cambiaron. Como representante estatal y luego como congresista, él y otros representantes estatales cubanoamericanos republicanos frecuentaban reuniones de gremios de la construcción y sindicatos del sector público e incluían a los cubanoamericanos de la clase trabajadora en sus distritos electorales. Construyeron la base convirtiendo a los exiliados en ciudadanos, no hablando de política exterior. Construyeron la base respondiendo a las necesidades de la población anciana, apoyando los comedores para personas mayores a fin de atender sus necesidades nutricionales y sociales, brindando oportunidades a jóvenes profesionales, ayudando a su base a completar el papeleo de inmigración, seguros y reclamaciones de seguridad social, ofreciendo pasantías a sus hijos y referencias laborales o recomendaciones de préstamos para pequeñas empresas. El Partido Republicano construyó su base mediante servicio a esta, ayudando a los cubanoamericanos a resolver sus problemas diarios y las preocupaciones derivadas de ser un inmigrante en Estados Unidos (Grenier, 1990).1
Durante este período los demócratas cubanoamericanos intentaron sin éxito alentar a su partido a participar con la comunidad en todos los temas, no solo en la política Estados Unidos-Cuba. Las encuestas mostraron de manera reiterada que los cubanos favorecían los programas sociales generosos incluso estando a favor de una política exterior fuerte y anticomunista. Pero los demócratas cubanoamericanos sintieron que su partido había “descartado a los cubanoamericanos”. María Elena Toraño, la funcionaria cubana de más alto rango en la administración Carter, regresó a Miami y ofreció sus servicios para participar en actividades del partido demócrata para aumentar el compromiso con la comunidad. “Yo era una mujer, una hispana y una persona nombrada anteriormente. Dije que quería reciprocarle al partido lo que hizo por mí”, dijo. “¿Saben lo que escuché? Nada” (Fiedler 1985, 4E).
En la década de los 70 y principios de los 80 los cubanos estaban alienados de otros grupos en el sur de Florida. Como dijo Bob Simms, director de la Junta de Relaciones Comunitarias de Metro Dade en 1983: “[ustedes] tienen aquí tres comunidades distintas con muy poca interacción entre ellas” (Martínez, 1983). En la década de los 80 tanto anglos como afroamericanos temían y se resistían a una supuesta “toma de control de los cubanos”. La comunidad negra castigó a los cubanos por ser anglos de habla hispana que participaban en prácticas discriminatorias mientras se beneficiaban de recursos gubernamentales a expensas de las comunidades minoritarias. La ordenanza oficial en inglés se aprobó en 1980 (derogada en 1993) después de una amarga batalla de los anglos como parte de la lucha por el control del condado. En las elecciones legislativas de 1984, The Miami Herald informó que muchos no cubanos votaron contra los candidatos cubanos debido a sentimientos anticubanos (Zaldívar 1984, 1D).
El Partido Republicano y Ronald Reagan prometieron una manera de integrar a los exiliados cubanos al sistema sociopolítico estadounidense, una manera para alcanzar poder y prestigio. El Partido Republicano entendió lo que los demócratas no entendieron: “El Partido Republicano atiende no solo a la filosofía de los cubanoamericanos”, comentó María Elena Toraño en 1985, “sino también a su necesidad emocional de ser mimados” (Fiedler 1985, 4E). “Mimar”, en este caso, significaba aceptar las inconsistencias de las perspectivas cubanoamericanas y hacerlas sentir bienvenidas. El Partido Republicano ofreció un puerto seguro donde los cubanos podían atracar, cargados con la “omnipresencia del pasado” (Bustamante, 2021). “Mimar” ayudó a desarrollar la “identidad social” de los cubanoamericanos como republicanos. En las elecciones de 1984, Reagan recibió el 30% del voto latino nacional y el 80% del voto cubanoamericano. En 1990 había ocho legisladores estatales cubanoamericanos elegidos del sur de Florida, dos senadores estatales y un representante del Congreso en el cargo, todos republicanos.
La línea dura no es una marca republicana
Según analistas y expertos, la única característica política que separa a los cubanos de la mayoría de las poblaciones inmigrantes latinas es su interés en la política exterior, en particular el tema del comunismo. Esta es la razón que se da a menudo para la incorporación “natural” de los cubanoamericanos al Partido Republicano. Aun así, la actitud de un partido hacia la comunidad contribuye en gran medida a dar forma a cómo se ve al partido. La crítica al viaje de Nixon a China fue “manejada” por la Casa Blanca reuniéndose con líderes cubanoamericanos. Los líderes del partido se acercaron a la Organización Republicana Cubana de Dade para realizar una “campaña informal” y lograr el apoyo de los cubanoamericanos a los viajes presidenciales a países comunistas. “La idea no era necesariamente obtener su apoyo público sino comprometerlos para que no se pronunciaran contra el viaje” (Fabricio 1973, 2B).
La postura de línea dura de Reagan contra los gobiernos socialistas se ganó el respeto de muchos guerreros fríos cubanoamericanos. Pero no es cierto que los cubanoamericanos consideraran que el Partido Demócrata era “flojo” con Cuba. La invasión de Bahía de Cochinos no solo ocurrió durante una administración demócrata, sino que, según Carlos Prío, el ex presidente de Cuba entrevistado en Miami en 1976 mientras estaba involucrado en actividades contrarrevolucionarias, las operaciones más numerosas y significativas de la CIA contra Castro ocurrieron durante el período de Kennedy, después de Bahía de Cochinos. Después de su creación, en 1981, la Fundación Nacional Cubano Americana hizo una generosa donación a demócratas de la Guerra Fría como los congresistas Dante Fascell y Claude Pepper mientras apoyaba la campaña de Reagan opuesta a los contras en Nicaragua.
El sucesor de Reagan, George H. W. Bush, no apoyó la aprobación de la Ley de Democracia Cubana hasta que su rival demócrata a la presidencia, Bill Clinton, lo forzó a anunciar su apoyo. Y el embargo comercial de Estados Unidos no solo alcanzó su madurez bajo una administración demócrata (Kennedy), fue codificado por Clinton. Los republicanos no fueron significativamente más hostiles que los demócratas hacia Cuba —hasta que Obama cambió las reglas del juego.
El liderazgo importa
Cuando Obama abrió las relaciones diplomáticas, los viajes y los compromisos comerciales con la Isla, lo hizo sin consultar a la vieja guardia política de Miami. Como explicó Pepe Hernández, presidente de la Fundación Cubano Americana (CANF), “como dicen en el dominó, han dado agua en la mesa de manera bastante sustancial durante los últimos años, pero especialmente desde el 17 de diciembre de 2014” (Mazzei 2016). Bajo Jorge Mas Santos, la CANF apoyó la movida de Obama en una declaración pública (Mas Santos 2008, A19) y en un detallado documento: “Un nuevo curso para la política cubana de Estados Unidos: Promoviendo el cambio impulsado por las personas” (CANF 2009). Después de pequeñas protestas contra la apertura de Obama, la comunidad se adaptó a la nueva normalidad. Cuando Obama dejó el cargo, más del 64% de los cubanoamericanos apoyaban las iniciativas de participación y compromiso. (Encuesta FIU Cuba 2020). El cambio en las actitudes de la comunidad durante los años de Obama reflejó la nueva normalidad establecida por el liderazgo de Washington.
Si analizamos los conjuntos de datos de la Encuesta de Cuba de Florida Internacional University (FIU) —una acumulación de datos de más de 10,000 encuestados desde 1997—, es evidente la existencia de un patrón convincente antes inexplorado. Cuando controlamos la influencia de las variables demográficas, socioeconómicas, del lugar de nacimiento y de la cohorte de inmigrantes, es decir, cuando medimos solo la influencia del partido político que ocupa la Casa Blanca, surge un patrón fuerte e inequívoco: el liderazgo de Washington tiene una influencia significativa y directa en las opiniones de los cubanoamericanos hacia la política entre Estados Unidos y Cuba.
La prueba A de este argumento es el patrón establecido desde mediados de la década de los 90 por el apoyo de la comunidad al tema candente del embargo. Durante George H. W. Bush, el 85% de los cubanoamericanos en el sur de Florida lo apoyaron. En 1995, dos años después de la administración Clinton, el apoyo era del 82%. Sin embargo, de 1995 a 2000, incluso cuando la Ley Helms-Burton pasó por un Congreso republicano, la tasa de aprobación del embargo disminuyó un 3,6% por año, un total de 18 puntos porcentuales entre 1995 y 2000.
Los años de George W. Bush vieron una estabilización del apoyo al embargo al nivel alcanzado durante los de Clinton. Aproximadamente el 63% lo apoyó al inicio de la administración y el 64% lo apoyó al final de sus dos mandatos. Durante la administración Obama el apoyo al embargo reanudó su declive en un 2,6% anual. Esto resultó en una caída de 21 puntos porcentuales entre 2008 y 2016. El ascenso de Trump aumentó la tasa de apoyo al embargo en un 5,1% por año, lo que arrojó un aumento de más de 10 puntos porcentuales en solo dos años.
En resumen, quienquiera que controle la Casa Blanca modela las actitudes sobre Cuba entre los cubanoamericanos del sur de Florida. (Grenier y Lai, artículo inédito). Los cubanos, al igual que otros estadounidenses, siguen “señales” de su presidente.
Conclusión: constrúyelo y ellos podrían venir
Las profundas raíces del partido republicano en el sur de Florida permiten que su mensaje sature a los medios, particularmente a los medios en español. Y establecieron una base sólida para la “movida sin precedentes” de los republicanos en las elecciones de 2020. El voto cubanoamericano no defraudó. En el condado de Miami Dade hubo un cambio de 23 puntos porcentuales de demócrata a republicano que no puede explicarse por las actitudes cambiantes de los cubanoamericanos sobre las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. En 2020, los demócratas perdieron dos distritos demócratas del Congreso que Trump, a su vez, perdió por dos dígitos en 2016, y donde los gobernantes demócratas se esforzaron por ser “duros” con Cuba. Los demócratas también perdieron todas las contiendas legislativas estatales. Se ha cruzado un umbral en la comunidad cubanoamericana y en el condado de Miami-Dade. Los cubanoamericanos son fundamentales para la ola republicana en el sur de Florida, una ola construida luego de años de organización de la base y de servicio al electorado, no solo complaciendo las actitudes cubanoamericanas hacia Cuba.
¿Están los demócratas “fuera del juego”? Hay evidencias contundentes de que los votantes cubanoamericanos están preocupados por los temas sociales. Cuba no solo está al final de la lista de sus prioridades cuando se les pide a los votantes clasificar sus preocupaciones. El análisis de los datos nacionales muestra que son considerablemente más liberales en los temas centrales de los republicanos que el republicano típico. Están más cerca de los demócratas en lo que respecta al alivio de la deuda estudiantil, la atención médica, el DACA, la inmigración y otros temas de política.
La afirmación de que los demócratas realmente “cedieron a los cubanoamericanos” podría ser cuestionada por un estratega del partido. Pero una cosa está clara. El Partido Demócrata no puede establecer credibilidad entre los cubanoamericanos simplemente siendo duro/más duro con Cuba. Igualmente claro es que los demócratas no tienen una estrategia para involucrar a los votantes cubanos como ciudadanos, en lugar de un exilio. Gracias al presidente Obama, por primera vez desde la Revolución de 1959 los demócratas tienen un plan efectivo, si decidieran seguirlo, acerca de cómo involucrar a Cuba y promover cambios estructurales en la Isla. Es hora de que el partido desarrolle una estrategia similar respecto al compromiso con el votante cubanoamericano. De poner las botas en el suelo. De implementar estrategias organizativas básicas. De reconocer y abordar la amplia gama de necesidades sociales, culturales y económicas de los cubanoamericanos. De interactuar de forma agresiva y coherente con la comunidad. De generar confianza entre los votantes. En otras palabras, para citar a Joe Hill “¡no llores! ¡Organízate! ¿Qué es lo peor que puede pasar?”
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1 El autor se desempeñó como director de un centro laboral al servicio del movimiento obrero de todo el estado de Florida desde la década de los 80 hasta 2002 y fue testigo de la incorporación de los trabajadores cubanos al Partido Republicano.
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* Este articulo se publicó originalmente en inglés como parte del dossier “Cuba después de las protestas del 11 de julio” publicado por la cátedra de Latinoamérica y Estudios Latinos de la American University Washington DC. Su versión al español se publica en OnCuba con la autorización expresa de su autor.
Traducción: Alfredo Prieto
Los cubanoamericanos deben renunciar a la idea de cambiar el regimen en Cuba para que realmente se integren al desarrollo del país, dejando de lado la falsa demcracia y libertad que proclaman desde Estados Unidos . Hagan lo mismo que hicieron los emigrantes chinos y vietnamitas que regresaron al pais y coolaboraron a su desarrollo y no a la destrucción que pretenden mucho de los que marchan por una intervención en Cuba. Abandonen las falsas ideologias que profesan
Fuera de la isla hay cubanos que no han perdido su patriotismo. Se oponen a los que atentan contra la independencia y soberanía de su Patria. Otros en cambio, actúan de manera distinta. Adoptan una identidad política que entra en contradicción con los intereses de vida y supervivencia del pueblo de Cuba.
Esos “cubanos” pueden ser considerados como víctimas de alienación política. Están en contra de los intereses económicos de sus compatriotas en la Isla. Ello se ha manifestado en los ciudadanos cubano-americanos que han votado a favor de candidatos presidenciales que impulsaron el endurecimiento del bloqueo contra Cuba.
Ese alineamiento de muchos cubano-americanos a la política hostil de EE. UU. contra Cuba quedó reflejado en una encuesta que realizó la Universidad Internacional de Florida en octubre de 2020. Sus resultados mostraron un amplio apoyo a las políticas de Trump contra Cuba, un 54% de apoyo al mantenimiento del embargo y un 65% a favor de la imposición de mayores sanciones a Cuba.
Algunos de estos resultados se asemejan a los de una encuesta de Bendixen & Amandi International realizada en el 2021. Según un artículo publicado por el Nuevo Herald, el 16 de marzo, dicha encuesta mostró que el 66% de los cubanos en la Florida se oponían a normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
La encuesta de Bendixen & Amandi International fue realizada por teléfono a 400 cubanos americanos. El 75% de los encuestados nació en Cuba y tuvo un margen de error del 4.9%. Esta investigación mostró que el 56% de los encuestados se oponía a facilitar los viajes entre los dos países. Cerca del 35% dijo que apoyaría esa política. Un 66% creyó que el embargo debía continuar. Alrededor del 47% dijo que no. El 69% estuvo a favor de mantener a Cuba en la lista de Estados Unidos de países patrocinadores del terrorismo. Aproximadamente el 50% dijo que se oponían a poner fin al Programa de Libertad Condicional para la Reunificación Familiar Cubano, el 43% dijo estar a favor de terminarlo. Y el 50% dijo que apoyaba de alguna manera la reinstalación de la llamada política de “pies secos, pies mojados”, que permitía a los migrantes cubanos que llegaban a Estados Unidos quedarse y buscar el estatus de residentes permanentes legales. Aproximadamente el 42% dijo que se oponían de alguna forma a esa política migratoria.
Amplio, tal vez demasiado, e interesante trabajo. Pero creo que el autor olvida dos puntos importantes en como la relación con Cuba influye en las preocupaciones de los cubanoamericanos: la gran cantidad de información que es generada ahora dentro de Cuba debido al aumento del acceso a Internet y el portazo en la nariz que le dio el gobierno de Cuba a la apertura de Obama.
José, es bueno saber que Cuba influye en las preocupaciones de los cubanoamericanos. El problema radica en que muchos se oponen al bienestar del pueblo que vive en Cuba. Ello queda en evidencia cuando se oponen a la normalización de las relaciones entre Cuba y EE. UU.
No sabemos a ciencia cierta cuántos cubanoamericanos se comportan así. Los estudios estadísticos sobre el tema deben estar sesgados. Probablemente son el resultado de un muestreo injusto a una población, o de un proceso de estimación que no da resultados precisos en promedio.
Todos debemos tomar conciencia sobre los riesgos que corremos cuando aceptamos acríticamente esa información estadística. Es aconsejable hacer lo mismo con la gran cantidad de información que es generada dentro de Cuba. Ese cúmulo de datos está grávido de prejuicios sociales, falacias y sesgos cognitivos.
Algunas fuentes por ejemplo, realizan generalizaciones apresuradas y persisten en sus creencias discriminatorias contra el régimen socialista cubano. Aquí se manifiesta el sesgo de confirmación, una “tendencia de las personas a favorecer la información que confirma sus creencias o hipótesis.”
Nada de ello debería ser un obstáculo para avanzar hacia unas relaciones más armónicas entre cubanos de aquí y de allá. Pero lamentablemente estos prejuicios condicionan negativamente esas relaciones sociales. Todo depende del nivel de objetividad con que nos expresemos sobre el tema.
José, recomiendo que veas el video, “Más allá del bloqueo y del comunismo”, de la periodista Inna Afinogenova. Pone algunos ejemplos de la manipulación mediática que se produjo a raíz de lo ocurrido el 11J.