Luis Carbonell. El poeta.
El rapsoda. El decidor
de poemas a color.
Luis Carbonell. El profeta
en su tierra. El fino esteta.
El colorista antillano.
El declamador cubano
que marcó tendencia, estilo.
La voz colgando de un hilo.
La maraca en cada mano.
Crecí escuchándote, Luis.
De niño. De adolescente.
Tú eras todo un continente
y yo un pequeño país.
Luis Carbonell. Fui feliz
con tus interpretaciones.
Poemas. Sketchs. Canciones.
Traje de negro rumbero.
Guillén y tú: voz y cuero.
Guillén y tú: sensaciones.
Aquella “Negra Fuló”
fue mi negra muchos años.
Negra de muchos tamaños
(siempre más grande que yo).
Todo tenía “mendó”
en tu voz carnavalera.
Poesía vocinglera,
de palenque y de manglar.
Voz con olor a solar.
África con guayabera.
Te recuerdo diferente.
Elegante. Delicado.
Mulato de pelo ondeado.
Boca de pregón urgente.
Hablabas y cada diente
aplaudía tu dicción.
Hablabas y olas de ron
recorrían las vitrolas.
Qué negras tan españolas
tus palabras de carbón.
Carbón yo. De voz y piel.
Carbón tú. De pelo y risa.
Carbón ellos. Son y misa.
Carbón ella. Carbon-él.
Oh, qué Luis tan Carbonell.
Ay, qué Carbonell tan Luis.
Versos de doble raíz
con doble fondo verbal.
Guaracha sentimental
y a la vez rumbo infeliz.
Y suena y retumba el cuero.
Y zumba y rezumba el sol.
Humo con disfraz de alcohol.
Alcohol pa’ Papá Montero.
—Negra, yo te vi primero.
—Negro, tú ta’ mal, mijito.
—Negra, muévete un poquito.
—Ay, negro, tú siempre igual.
—Negra, yo soy Mackandal.
—Tú no ser na’. Tú, mosquito.
Y suena el látigo. ¡Ño!
Y repica el cuero. ¡Ay!
Y abran el cepo, caray,
qué Luis Carbonell llegó.
Canta la Negra Fuló.
Sonríe Papá Montero.
Mateodora suelta un “pero”
más bisílabo que otros.
Ay, Luis, que somos nosotros,
tu ejército bongosero.
Luis Mariano Carbonell,
Voz en off. Risa en bemol.
Luis en el Carnegie Hall.
Nueva York muerta con él.
Broadway le toca la piel.
Aplauden los rascacielos.
Declamador de altos vuelos.
Histrión lanzando metáforas.
Brull lleno de jitanjáforas.
Guillén con sus dos abuelos.
Guillén, Emilio Ballagas,
y Zacarías Tallet,
el gran Félix B. Caignet
y tú con tus voces magas.
Ay, Luis, hagas lo que hagas
escucharte es un festín.
Ay, Luis, melao y hollín,
en tu voz bailan a ratos,
Gómez Kemp y Palés Matos,
García Lorca y Camín.
Cuba vivió en tu garganta,
en tus estampas criollas.
Poemas negristas: joyas.
Y Cuba que baila y canta.
El teatro se levanta.
La calle te aplaude igual.
Todo un país tropical
con tu encanto obnubilado.
Del corazón de El Vedado
a tu Santiago natal.
Y Esther Borja te versiona.
Y la Fitzgerald te aplaude.
“Un recitador cum laude”,
comenta Ernesto Lecuona.
¡Qué artistazo! ¡Qué persona!
Es mucho más que un artista.
Es mucho más que un pianista
y un rapsoda sin esfuerzos.
Usted dibuja los versos,
los pinta. Es acuarelista.
Acuarelista antillano.
Pianista y declamador.
¿Cien años ya? Profesor,
para usted siempre es temprano.
Yo lo conocí un verano
de inicios de los 90.
Y enseguida me di cuenta
de que era una bendición.
Ese “abuelo” con bastón
es Luis Carbonell, Pimienta.
Un día lo visité
y feliz me recibió.
Vino la Negra Fuló
y me ofreció té o café.
Su casa olía a bembé.
Vivía (me sorprendí)
frente al Indio Naborí
(poesía y poesía).
Su pelo ondeado seguía
“de fiesta con Bacardí”.
Y otro día actuamos juntos
en un teatro (¡increíble!).
Me parecía imposible
mezclar su voz con mis puntos.
Pero en el arte hay asuntos
que tienen otro nivel.
Y ahora, en homenaje a él,
la Negra Fuló recita
en Los Quince de Florita
poemas de Carbonell.