El diario cubano Juventud Rebelde destacaba este último sábado de agosto que el verano se despide con dos importantes programas literarios: la gira nacional Verso Amigo y el Festival del Libro y la Lectura.
Resulta estimulante para los que somos lectores asiduos y aún más para los escritores, que se le dé tanta importancia a los libros .
En el caso de Cuba las circunstancias propicias para estimular la lectura proceden de dos fuentes diversas y hasta contrastantes. Por una parte sigue siendo apreciable el apoyo estatal ; por otra ,el retraso en cuanto al uso de internet y otras formas de utilización del tiempo libre apegadas a las nuevas tecnologías deja cierto margen para ,al menos soñar, con que nuestros hijos lean un libro de principio a fin.
Confieso que cuando conocí la reflexión de Philip Roth sobre la lectura en las próximas décadas me pareció apocalíptica. Según el gran narrador norteamericano, para mediados del presente siglo leer novelas será cosa de especialistas o de pequeños grupos de iniciados. Atraen mucho las pantallas de diversos tamaños.
Hay síntomas que llaman al pesimismo en cuanto a los destinatarios de la Literatura del futuro. En el Metro de Madrid –por poner un ejemplo- unos tres años atrás era fácil encontrar a casi la mitad de los viajeros llenando el tiempo del trayecto de ida y vuelta al trabajo con un libro. Ahora, de cada diez de aquellos que pasaban las páginas seis o siete van consultando sus modernos y eficaces teléfonos.
Volviendo a Cuba, vale recordar que el consumo de cultura es asunto de lenta y delicada construcción y de fácil, casi irreparable destrucción. Me llegan comentarios sobre el predominio de espectáculos del peor gusto en muchos centros nocturnos; de lo chato que se ha ido tornando buena parte de un movimiento de humorismo escénico que unos años atrás derrochaba frescura, atrevimiento, sutileza.
Sigo aplaudiendo la insistencia del Ministerio de Cultura y otras instituciones en organizar anualmente la Feria del Libro y el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Ahora bien, en el día a día hacen falta promotores y hasta plomeros con conciencia de nuevos tiempos. Menciono el segundo de los oficios a primera vista desvinculado del tema porque lo que en España llamarían fontaneros son los que – supongo que trabajando en cooperativas y no por el “viejo estilo”- ayudarán a que nuestras salas de cine huelan siempre bien, paso elemental pero imprescindible para atraer a los espectadores que han ido abandonando lo que en sus padres fue un hábito tan cotidiano como enriquecedor.
Para que el incentivo – válido pero con riesgo de convertirse en fugaz -de un evento masivo siembre de verdad una sensibilidad en los adolescentes actuales, hace falta que se fortalezcan las bibliotecas públicas, que los teatros no cierren largos meses por la rotura del aire acondicionado.
El panorama de los próximos años se presenta cambiante en lo económico, lo social y complejo en las reglas de una espiritualidad que se está fraguando entre estilos de vida distintos y hasta contradictorios. Siempre valió mucho dejar en los hijos el hábito de lectura, la capacidad para apreciar algo más allá de la vida “súper real”; esa del comer, vestir, ganar dinero y las variantes más simples de la –por lo demás sabrosa y válida- “costumbre” de gozar. Tengo la certeza de que ,en los próximos años de la vida cubana, recibir de los padres y de la sociedad ese legado cultural se convertirá en algo aún más entrañable y necesario.