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He estado desentendido de las noticias. Gracias a la invitación de amigos, llevo varios días con la guitarra a cuestas, soltándole canciones a esta realidad. Mientras viajo por Santa Clara, Trinidad, Ciego de Ávila y Camagüey, la falta de corriente eléctrica me aleja de los informativos y provoca una inestable conexión a Internet.
Las noticias viajan de boca en boca, como en tiempos de la comunidad primitiva: 13, 14, 15, no se sabe cuántas horas a oscuras; tanto que se pueden ver las estrellas en medio de la ciudad, caminando por un bulevar.
He querido escribir sobre los últimos acontecimientos, pero en realidad no sé demasiado. Facebook a menudo no abre, Instagram demora en cargar y enviar o recibir mensajes desde WhatsApp requiere toda una operación de activar y desactivar el modo avión del teléfono para que entre “algo de conexión”.
Me exijo estar al tanto, evito esa sensación de vivir en una aldea rodeada de humo de carbón y personas de todas las edades interrumpiendo el paso cada 100 metros para pedir “dinero para comer”.
A Santa Clara le queda el eco de lo que siempre ha sido: una capital cultural. El Mejunje sigue activo, aunque llega menos público porque el transporte es escaso y las noches se han vuelto peligrosas.
El jueves de Trovuntivitis no es como antes. Ya no van universitarios en grandes grupos, y solo los fieles acompañan las voces de los que quedan de este lado del mar.
Leonardo García sigue alertándonos sobre “la pobre gente que no ve que el futuro apremia”; Roly Berrío pregona como un panadero en “la tierra de la frustración” y todos coreamos “el ciclón convirtiéndose en brisa, por tu sonrisa”.
Por suerte, el parque Vidal se mantiene encendido. Allí se juntan los muchachos a tocar guitarra o simplemente a “agotar los caminos”.
En Trinidad solo faltan las antorchas o faroles para sentir en la noche que uno viajó en el tiempo 2 o 3 siglos atrás. Debe ser una experiencia exótica para el extranjero eso de caminar en penumbras, dormir sin climatización en las habitaciones y sentarse a las puertas de las casas para acompañar a los anfitriones que ya repiten las mismas historias de aquellos años en que se vivía “un poco mejor”.
Me sumé a una obra de teatro en La Hiedra y el Jazmín, el patio de una casa que los dueños han convertido en un espacio cultural con luces propias, alimentadas por el deseo incontenible de hacer.
En Ciego de Ávila participé del Trovándote, un evento que llegó a sus 20 años; otro donde los trovadores nos reunimos a cantarnos y a dejar que vuelen los versos a quien los quiera escuchar.
Lo que fue un festival que inundaba muchos espacios de la ciudad es hoy un nicho en la Casa del Joven Creador, que con su planta eléctrica resiste la inestabilidad de la luz.
Se ha naturalizado en Cuba que para disfrutar de la electricidad constante hay que gestionarla por medios propios.
En Camagüey, llegas a sentirte un pirata en medio de un laberinto opaco, con el riesgo de ser asaltado por otros sobrevivientes de lo que parece el fin de todas las utopías.
El concierto demoró en comenzar por fallos eléctricos “fuera de planificación” y porque cuesta romper la inercia después de días sin dormir por el calor. Después miras los rostros expectantes del público que quiere olvidar su cotidianidad y no sabes cuál es el mejor verso para decirles.
No hay nada que explicar porque no hay nada que entender. Esa es la Cuba de 2025: el país donde aprendimos a esperar no se sabe qué cosa, a confiar no se sabe en quién, a comer no se sabe qué, a tener energía eléctrica no se sabe cuándo, a sobrevivir no se sabe cómo. A caminar por las calles con los ojos cerrados y ya conocer las esquinas.
El tráfico escaso en Camagüey o Ciego de Ávila nos permite posarnos en el centro de la calle como buitres carroñeros en busca de aire libre, detrás de temperaturas agradables que nos alivien el sudor, la frustración y esa energía seca que flota sin gravedad.
En Trinidad se escucha la música distante de los conjuntos tradicionales; en Santa Clara, la voz desgarrada de algún trovador en el parque Vidal. “Ahora comprendo cuál era el ángel que entre nosotros pasó; era el más terrible, el implacable, el más feroz”.
La resistencia tiene más rostros que la crisis. La crisis tiene solo dos caras: la cruda, la durísima del día a día, y la que sale maquillada por algunos medios de prensa.
Yo, tan desentendido de las noticias y las redes sociales, solo conozco el rostro de esta realidad en la que gravito como un espectro con guitarra, “porque los muertos quieren que cantemos”.

Desgarrador su relato, y de lo único que estoy seguro en su larga lista de realidades cuando nos dice “No hay nada que explicar porque no hay nada que entender. Esa es la Cuba de 2025: el país donde aprendimos a esperar no se sabe qué cosa, a confiar no se sabe en quién, a comer no se sabe qué, a tener energía eléctrica no se sabe cuándo, a sobrevivir no se sabe cómo. A caminar por las calles con los ojos cerrados y ya conocer las esquinas.”
Para explicar, entender, confiar, comer y hasta sobrevivir en esta Cuba de hoy en “involución”, ha de nacer esa otra Cuba largamente postergada, ha de imponerse con la llegada de otro gobierno y compromiso a la sociedad resultante esa diversidad de pensamiento que es fácilmente reconocible en el debate nacional, ha de borrar una vez y para siempre la imposición, en la constitución vigente del lapidario articulo #5 que condena a todo un pueblo al partido comunista único y plenipotenciario que nos ha llevado a esta bancarrota económica y esta crisis social sin solución a futuro.
Si pasa por Cienfuegos hubiese visto como yo 23, 25, 27, 33! horas sin energía intercaladas con 2-3-4 horas de luz. Hay barrios que nunca en meses han disfrutado de energía en horario laboral o diurno, contando con ella por la madrugada, cuando la gente cocina, lava, limpia, estudia, trabaja,investiga, y luego están medio dormidos o irritables. Al mismo tiempo en Cienfuegos hay circuitos protegidos, no necesariamente vinculados a hospitales sino a ciertas zonas residenciales de ilustres o turísticas casi vacías. Por lo que al resto le toca más oscuridad para cumplir el plan promedio. Y para colmo, escuchar, no de la “contra” sino de un funcionario en un medio local, que se apaga más Cienfuegos porque es “más apagable”. Las personas en esas provincias del interior están MUY irritados al sentirse cubanos de tercera o cuarta clase. La misma provincia Cienfuegos tiene menos de 100.000 habitantes hoy. Conque a cada municipio habanero le quitasen una hora más a la semana, dejarían de tener allá tantos problemas. Claro, allá no se lanzan como en la Habana el 11 de Junio del 2021 por 14 horas de apagón. Pero sí hay muchos incendios en tiendas, telepunto, al lado de cadeca, parece por fallos eléctricos, ocurren accidentes industriales, parece la gente está distraída por no dormir bien.
Hay una novela checa llamada “los zorros mudan el pelo” sobre los hechos de 1968 en Praga. La novela es pro-sovietica, pero describe muy bien el estado de ánimo y razonamiento de la gente común en las provincias ante la discriminación frente a la capital, cuando se produce la caída del sistema. Harán bien los repartidores de apagones en leerla.