Akeké y la política

En la hora exacta en que la única esperanza en Cuba es el pueblo metido en política, en todas las calles y en todas las plazas y en todas las redes sociales...

Foto: Javier Arrizurieta.

Akeké está mareado. Se ha comido un panal de abejas bañado de aguardiente. Ahora cree que la política es ocupación de políticos y que solo los zapateros pueden remendar zapatos. Se ha olvidado de cuando cazaba palomas sin ser cazador y de cuando domaba jutías sin ser domador.

Akeké creía en el pueblo. Sin el pueblo la vida de Akeké no tenía sentido. Algo ha confundido a Akeké porque es evidente que la Revolución Cubana se ha hecho para que todos nuestros güijes y babujales sean iguales y para que todos los animales del sao puedan hacer política.

Alguna fruta del matorral debió estar fermentada y le hizo daño a Akeké, porque antes parecía que defendía a los pobres, a los emigrantes, a las coristas y a los cimarrones.

Pero Akeké es afortunado, porque nosotros, el pueblo llano, sabemos aguantar. Nos indignamos, pero aguantamos. Y toleramos a los que se ofuscan porque somos consecuentes con la democracia y con nuestra historia de desposesión.

Yo creo que Akeké tiene derecho a ser inconsecuente porque creo en la libertad de expresión, siempre que esta no difame, injurie, calumnie o llame a la violencia y a la violación de los derechos humanos.

Akeké se ha salvado por los pelos porque decir que el pueblo no debe meterse en política ni usar para esto las redes sociales sí viola el derecho humano a la participación política libre en los espacios públicos. En Cuba ya hay derechos humanos en la Constitución y Akeké ha votado sí a esa Constitución y es uno de los primeros en contradecirla de forma manifiesta.

El pueblo habla de política donde decida el pueblo, Akeké, y siente pena por los que pertenecían a nuestra jungla y nos han cambiado por la copa empinada del árbol alto del bosque.

La política es inodora y sin vida si solo se puede practicar en la asamblea y se salva o al menos respira cuando es recogida por los plebeyos, sepamos o no sepamos quién es Aristóteles, sepamos o no sepamos cómo se pide la palabra en un parlamento, sepamos o no sepamos los protocolos de los políticos.

En la hora exacta en la que la única esperanza en Cuba es el pueblo metido en política, en todas las calles y en todas las plazas y en todas las redes sociales, Akeké grita en la mañana silenciosa de la sabana, que el pueblo no sabe nada de política y debe dejarles estos temas a los políticos.

Podemos decirle a Akeké que no nos daremos por aludidos porque creemos que somos los zapateros de todos los zapatos, los carpinteros de todas las mesas y los políticos de toda la política posible.

Fuera del pueblo que canta, llora y hace la política que le da la gana, no hay nada, Akeké, no hay nada.

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