El sábado 29 de marzo tuvo lugar el primer concierto de los estudiantes de viento de la Academia Orquestal de La Habana en la Casa Vitier García-Marruz. El proyecto, iniciativa de José Antonio Méndez (director de la Orquesta del Lyceum de La Habana), les da la oportunidad a estudiantes de nuestros conservatorios a trabajar junto a una orquesta profesional. Esto les permite familiarizarse con el repertorio y aprender de la mejor manera posible: tocando junto a sus maestros.
Hace poco vi un video del famoso pianista Daniil Trifonov en el que hablaba de la relación que tenía con su profesor y de cómo, tocando junto él, pudo entender mucho de lo que le señalaba en sus lecciones. No es poco cierto que una de las mejores formas de enseñar es a través del ejemplo.
La dinámica de la Academia es la siguiente: actualmente tienen estudiantes de cuerdas (que inauguraron la iniciativa el año pasado) y vientos (quienes están apenas empezando). En este momento cuentan con 24 academistas (17 cuerdas y 7 vientos). Todos reciben clases individuales de su instrumento, en las que se trabaja el programa para orquesta, técnica y repertorio del propio instrumento, además de preparar proyectos de música de cámara, siempre con la participación de los profesores a modo de guía y, a veces, tocando juntos. Los vientos maderas cuentan con un profesor por instrumento, los metales tienen un solo maestro para todos y las cuerdas, al ser más estudiantes, 3 profesores de violín, una de viola y una de cello.
Los estudiantes también tienen la oportunidad, siempre que es posible, de participar en clases y talleres con profesores internacionales como los músicos de la Balthasar Neumann. En el transcurso del año cada uno de los maestros debe organizar un recital con los estudiantes. El concierto inauguró esta tradición para los vientos.
La presentación comenzó, por supuesto, con los anfitriones de la tarde (las flautas) interpretando el Trío en Re Mayor de François Devienne (Allegro, Adagio y Allegretto) con Andrea López-Gavilán en la 1ª flauta, Samdor Ramírez en la 2da y Niurka González (la profesora) en la 3ra. Los tres instrumentistas empastaron muy bien, sin dejar de destacarse cuando sus respectivas partes lo requerían.

Al terminar esta primera pieza, Niurka dijo unas palabras a modo de presentación y explicó que la distribución de las partes de flauta no había sido casual, ya que el objetivo de estas presentaciones es que los estudiantes aprendan y compartan juntos, sin reparar en años de experiencia, solo pensando en la música.
Luego salieron a escena Stephanie Fernández (oboe), Melissa Reyes (clarinete) y Roldán J. Fernández (fagot), para interpretarnos Cinco piezas en trío para oboe, clarinete y fagot, del compositor Jacques Ibert (Allegro vivo, Andantino, Allegro assai, Andante y Allegro quasi marziale), un típico “trío de cañas”. El carácter de cada pieza estaba muy bien conseguido, siempre teniendo en cuenta la cortesía de la música de cámara.
A esta obra le siguió el Cuarteto no. VI en Fa Mayor de Gioachino Rossini (Andante y Tema con Variaciones/Allegretto), interpretado por Andrea, Roldán, Stephanie y Kevin Bouza en el corno. Este fue el punto del concierto en el que pensé: “El programa que escogieron no está nada fácil”. Absolutamente todo el mundo tenía razones para sudar con esta pieza y la verdad es que hicieron un muy buen papel.

Después Andrea, Niurka y Roldán interpretaron el Primer movimiento del Trío en Sol Mayor para dos flautas y fagot de Saveiro Mercadante (Allegro moderato). Una obra cuyo carácter operístico destaca y en la que las dos flautas interactúan con melodías ornamentadas, mientras que el fagot tiene el papel de proporcionar una base armónica y rítmica, además de participar en el diálogo con momentos de protagonismo.
De la última pieza del concierto Niurka comenta que, justo cuando pensaban que el repertorio iba a estar entre francés e italiano, apareció esta obra. Inspirada en los conjuntos de instrumentos de viento “Harmonie” que se hacían en Alemania en siglo XVIII, conformados generalmente por cinco y a veces hasta ocho músicos; Harmony Music no.4 “The Farmyard” (casi que “el patio de mi casa”) de Edward Elgar, es parte de una serie de piezas que el compositor creó para tocarlas él mismo junto a su hermano y sus amigos en las tardes de ocio.
El formato resultó ideal para la ocasión, ya que les permitió cerrar la tarde con todos los academistas de viento madera, junto a la profesora Niurka.
Ante la ovación final del público entusiasta, nos regalaron una pieza más de esta misma serie, Harmony Music no.1, para, ahora sí, dar fin a esta bella presentación, no sin antes llamar a los profesores Claudia Toledo (oboe), José E. Rodríguez (clarinete) y Abraham Castillo (fagot) para que se unieran a sus alumnos en el saludo final.


Pero la tarde guardaba una sorpresa más. No es secreto para nadie que, para un intérprete, su instrumento es extremadamente importante, ya que puede tanto permitir como imposibilitar su buen desempeño. De nada sirve el mejor instrumento del mundo si no se tiene la habilidad de tocarlo, pero ni siquiera la más avezada profesionalidad nos salva ante un instrumento que no responde. Por eso los maestros aprovecharon el momento para hacer entrega a Stephanie Fernández de un nuevo y merecidísimo oboe, que le permitirá desarrollarse con su instrumento y no a pesar de él.
Gretchen Irene Lima (directora de la casa Vitier García-Marrúz) comentaba antes de comenzar el concierto que, en un mundo en el que abunda la entropía, tener un espacio en el que se pueda vivir la utopía es un privilegio. Espero que este proyecto que es la Academia continúe por muchos años para que cada vez más jóvenes músicos tengan la oportunidad de aprender tocando y, sobre todo, que dispongan de un espacio que los motive a desarrollarse. Esa es, para mí, la utopía más necesaria.
Hermoso este trabajo de formación de jóvenes músicos que describes, fue muy emocionante el reconocimiento a la oboísta que estaba tocando con un instrumento muy viejito, esto seguramente será un estímulo para seguir haciendo música.
La vivencia de Malva me traslada a ese lugar como un ambiente muy agradable, de sana competencia y aprendizaje de jóvenes en formacion, hasta un justo premio. Qué linda idea, mantengan el espacio, los acerca en lo humano y lo profesional.