Vivir lejos de tu país y de tu gente es una decisión que entraña gran valentía. Las motivaciones que nos pueden llevar a emigrar son diversas y están atravesadas por el desarrollo profesional, los estudios, las mejoras económicas, las posturas ideológicas, el amor, entre otras.
Junto a ese proyecto de vida, se vive un duelo por la separación con tu familia, amigos, costumbres y país. Esto puede vivirse como una dura pérdida en la mayoría de los casos. No quiere decir que el sentimiento de tristeza y añoranza son permanentes; en nuestra capacidad de adaptación está el poder resocializarnos, adquiriendo costumbres del lugar a donde emigremos, nuevos hábitos y nuevas redes vinculares. Todo ello nos deja reservadas para la nostalgia las fechas importantes donde la familia es protagonista: cumpleaños, nacimientos, graduaciones, navidades y fines de año. Nos perderemos muchos eventos importantes: inclusive acompañar a enfermos queridos y estar presentes en la muerte de otros. Ese pensamiento duele.
Estar lejos es un reto que, como emigrantes, debemos aprender a manejar con salud mental. No hay que pasarlo mal y tampoco la resignación que a veces llega es el único camino que tenemos delante. Podemos apelar a la resiliencia, a la flexibilidad y a la creatividad para sobreponernos a las emociones displacenteras y disfrutar de este proyecto de vida.
Hay un héroe mitológico, Ulises, que se pasó 10 años luchando en lejanas tierras y al que luego le tomó 10 años más poder regresar a su hogar. Muchos escritores se inspiraron en esta historia para abordar la experiencia agridulce de estar lejos del hogar. Por eso se le denominó Síndrome de Ulises al Síndrome del Emigrante, que describe un cuadro psicológico que afecta a estas personas, quienes experimentan tristeza o depresión, miedo y estrés propio del duelo y de la adaptación al nuevo país.
Esas reacciones emocionales son normales, porque existirá una tensión entre tus esquemas mentales y marco referencial, formados por años en tu lugar de origen, y las nuevas costumbres, las situaciones desconocidas y la preocupación por el futuro. Es un nuevo comienzo, aunque no sea completamente de cero.
No todos vivimos este síndrome; una persona que sea flexible, abierta a lo nuevo y con una historia de vida sana puede afrontar todos esos conflictos de mejor manera.
Cuando hay exceso de pasado, podemos caer en depresión y, por el contrario, cuando hay exceso de futuro, caemos en la ansiedad. Una persona puede llegar a cuestionarse su capacidad y valor, con lo que daña su autoestima. Recordemos que solo en un porcentaje sirven las experiencias de vida de tu lugar de origen.
Si el nuevo lugar no cumple tus expectativas y tus deseos iniciales se frustran, puedes sentirte engañado(a). Incluso, puedes sentir que no encajas en la nueva sociedad y aislarte, lo cual empeorará tu malestar. Hay quienes sienten culpa, que puede ser en determinados momentos o permanentemente, por haber “abandonado” a su familia.
En casos más crónicos, el proceso se puede vivir solo desde la emotividad y esto impide que razones en tu realidad y seas certero en tus decisiones. No podemos olvidar que las emociones impactan directamente al cuerpo. Ellas se somatizan y generan cefaleas tensionales (o migrañas), falta de apetito, trastornos del sueño (pesadillas, insomnio o hipersomnia, que es lo contrario), problemas de concentración, fatiga, etc.
Cuando no se logra salir de esos estados, se cronifican. Los padecimientos pueden acarrear drogodependencias, hipertensión, alopesias, soriasis y otras enfermedades.
Quiero retomar la idea de que la migración es un proyecto que no solo debe mirarse de manera individual. Generalmente consta de negociaciones y ajustes internos en la familia, porque parte uno de los padres o ambos, o los jóvenes, que tienen mayor apertura para “aprender” y emprender. A veces se quedan hijos, padres o parejas en el hogar.
La separación es difícil para la parte que se queda y para la parte que se va. La gran diferencia radica en que los que se quedan solo vivirán la separación, pero mantienen los entornos conocidos y seguros. Quien se va afronta la incertidumbre de salir de su zona de confort, que lo hace partir acompañado de muchos miedos.
La perspectiva denominada transnacional, que estudia las migraciones, toma como uno de sus grandes pilares al análisis de la familia. Esta no necesariamente se disuelve, sino que se transforma cuando enfrenta experiencias migratorias que involucran la separación. Es sabido que muchos proyectos que, de alguna manera, “desintegran” el grupo familiar, en la perspectiva de familia-hogar, se orientan a sostener económicamente a los que se quedan y a brindarles un futuro mejor o mayor calidad de vida. Esto hace que hijos adultos jóvenes sostengan económicamente a padres de países en desarrollo, y que los padres se separen de sus hijos, que quedan al cuidado de abuelos u otros familiares.
Si ciertos miembros de una familia viven separados del núcleo por tiempo prolongado, se recurre a mecanismos de interiorización de los vínculos. La distancia se manifiesta desde lo físico, pero no desde lo afectivo. Los miembros priorizan mantener la comunicación, el sentido de pertenencia y la búsqueda del bienestar desde una dimensión colectiva y no desde lo individual, aun cuando existe la distancia física, objetivamente hablando.
La familia transnacional queda configurada más allá de las fronteras físicas. Se requiere superar los pensamientos antiguos que nos acarrean sufrimiento y estigmatizan un proyecto de migración. En nuestra mente, estamos presentes en la vida de los otros, ocupamos tiempo para pensarlos, hablar con ellos y proyectar los reencuentros.
Por eso, celebrar las fechas festivas de final de año es posible, aunque se esté del otro lado del planeta. Podemos hacerlo aprovechando las nuevas formas de encuentro: videollamadas, redes sociales, mensajería, cartas… También podemos hacerlo simbólicamente, porque cocinamos la receta acostumbrada, tomamos fotos pensando en compartirlas, etc. Finalmente, compartimos donde estamos con las personas que físicamente nos acompañan, ya sea pareja o amigos nuevos.
A continuación, te propongo algunas recomendaciones para que, desde el lugar del mundo donde estés, lejos de la familia, vivas de mejor manera las fechas festivas que se aproximan en diciembre.
- Interioriza las razones por las que estás lejos. Reconectarte con esto te ayudará a estar firme y a manejar con responsabilidad la nostalgia o tristeza que puedas sentir.
- Vive tu duelo. Recuerda que no se trata de resignarte, sino de aceptar que estás en una etapa diferente de tu vida y es necesario cerrar la anterior. Eso no significa cerrar los vínculos familiares, sino asumir en paz que has emigrado.
- Reconoce tus emociones y habla de ellas. Recuerda que son respuestas normales porque extrañas a tus seres queridos, especialmente en épocas de eventos donde muchas familias se reúnen para celebrar y la tuya está a kilómetros de distancia.
- Habla con personas que estén en situaciones como la tuya (ya sea en reuniones o plataformas digitales), porque eso puede disminuir tus miedos y servirte de apoyo emocional a la tristeza.
- Comunícate de manera estable con tus seres queridos para seguir conectados, pero recuerda que no debes hacerlo todo el tiempo, sino que necesitas buscar un equilibrio donde se encuentren las personas de toda la vida con las nuevas personas y los espacios que estás construyendo en el nuevo lugar.
- Conéctate con la oportunidad que tienes de trazar un nuevo camino para ti y los tuyos, que no muchas personas logran. Explora, aprende nuevas costumbres, rompe fronteras en tu mente y empieza a sentir que el mundo es el lugar donde vives porque ya tus raíces no son fijas.
- Cuida tu salud física y mental, alimentándote sanamente, practicando actividad física y regalándote experiencias de esparcimiento.
Quisiera compartirte que este año, marcado por una pandemia y una realidad de vida trastocada, nos reta a ser más resilientes. Debemos usar la capacidad humana de sobreponernos a los reveses y a las situaciones difíciles. Salir más fortalecidos, más agradecidos y más conectados con los otros que nunca es la mejor manera de vivir.
Si has emigrado, eres una persona muy valiente. Has abandonado tu zona de confort y eso es motivo de orgullo. No te niegues la nostalgia que te puede embargar en fechas festivas; construye nuevas maneras de celebrar. Mantente acompañado, en especial por ti.
es una lástima que no se hable a fondo y con referencias fiables del síndrome de ulises, que tiene libros y conferencias por toda Europa desde el 2004, que salió publicado, Síndrome de Ulises, ed Linkgua, reeditado por Ediciones muntaner 2018 y disponible en AMAZON, libro que forma parte de la cátedra de psicología de la UB de barcelona.