Desde hace años, Barbarita “la del Gato” deja a sus dos hijas adolescentes en casa y tres o cuatro días a la semana se pone un pantalón negro y una camisa blanca para ir a la cantina.
Elegante y carismática, Barbarita es el rostro de un fenómeno cada vez más visible en Cuba: el incremento de las mujeres cantineras que rompen tabúes para aprovechar las oportunidades laborales propiciadas en los últimos cinco años gracias al incremento del turismo y la apertura de nuevos negocios privados.
“Hace falta ser una mujer fuerte. Temperamental. No puede haber debilidad, un esposo que diga ‘no lo puedes hacer’”, dice mientras bate con todo ímpetu una coctelera plateada.
Bárbara Betancourt tiene 46 años, dos décadas de carrera y desde 2011 es la cantinera del club El Gato Tuerto, que por su ubicación frente al Malecón y su historia es uno de los lugares más emblemáticos de La Habana. Sus paredes decoradas con felinos y sus ventanales con vista al mar fueron testigo de la labor de leyendas sonoras como Elena Burke, Omara Portuondo, César Portillo de la Luz o Frank Domínguez.
No hay buen conocedor de la ciudad o su música que no pase a tomar un trago por allí.
Para las cubanas no ha sido fácil conquistar un oficio históricamente dominado por hombres, y aunque actualmente hay mecánicas, albañiles y boxeadoras, las cantineras profesionales aún luchan por ganar un espacio mayor en la Isla. De hecho, en la competencia Panamericana de Bartenders que se celebró a fines de agosto en La Habana con decenas de contendientes de 18 países, menos de seis fueron mujeres y ninguna cubana.
En Cuba, el pasado prerrevolucionario de los años 40 y 50 estigmatizó a las mujeres y a la noche con el turismo sexual.
Pero un poderoso movimiento femenino iniciado al calor de la Revolución permitió que ingresaran masivamente a las universidades, se incorporaran a los centros de trabajo y conquistaran derechos como el aborto, la licencia de maternidad de hasta un año con sueldo, círculos infantiles para los hijos menores o la igualdad salarial.
Los desafíos se mantienen: en el día a día ellas todavía desarrollan mayoritariamente las labores domésticas y en su último discurso como presidente en abril, Raúl Castro exhortó a que la dirigencia de la Isla incorpore más mujeres y afrodescendientes como altas funcionarias.
En las últimas cuatro décadas, las cubanas alcanzaron 80 por ciento de la fuerza técnica y profesional estatal, sin embargo, sólo 30 por ciento de los directivos son mujeres. En el naciente y mejor remunerado sector privado, las féminas apenas representan 32 por ciento.
“No hubiera podido seguir esta carrera si no fuera por el apoyo de mi propia madre, que se quedaba con las niñas”, reflexiona Barbarita mientras prepara un “Presidente” a base de ron blanco y vermut seco que fue un hit en los años 30 del siglo pasado.
El país en el que Barbarita se forjó una profesión poco común se ha transformado tanto como las oportunidades laborales para las cubanas.
“Antes de la Revolución sí era muy difícil. Había ‘meseras’ (como se les decía a las mujeres que trabajaban en un bar) y el término era fuerte (peyorativo)”, asegura. “Todavía hay machismo, incluso involuntario. Sale por los poros aunque no quieras y eso sí lo vivo yo”.
Barbarita “la del Gato” se inició a finales de los años 90 cuando completó un curso en el Hotel Sevilla tras no poder obtener una carrera universitaria que, según sus sueños de entonces, la hubiera llevado a ser pediatra. Luego, trabajó en varios bares famosos como el “Ipanema” del Hotel Copacabana o el centro nocturno “Macumba”, ya desaparecido.
Aunque apenas arrancaba su carrera y dice que su vida familiar era más sencilla que ahora, fue una apuesta arriesgada. “Había poquísimas mujeres cantineras”, recuerda. “Diría que el boom de las mujeres viene de los últimos cinco años a esta parte”.
Para Barbarita el auge de la presencia femenina en su profesión no solo se evidencia en la visibilidad que les da estar detrás de una barra en un lugar famoso como el “El Gato Tuerto”, sino en la posibilidad de participar en torneos de coctelería junto a sus compañeros varones.
En la vida de esta cubana pareciera que el esfuerzo rindió frutos y que se ganó el respeto de cantineros y cantineras por igual: cuando a sus colegas se les pregunta por una cantinera de excelencia, suelen pensar en ella.
“Barbarita es un ídolo mío, un ejemplo a seguir”, dice Arlena García, una joven de casi 20 años que desde los 18 trabaja en la misma profesión.
Aunque ambas pertenecen a generaciones distintas, enfrentan problemas similares.
Arlena dice que una de las complejidades de su profesión es que los prejuicios todavía permean a algunos clientes que pueden “ser groseros o pasarse de la raya”.
“Lo más común del mundo es que vayas a un bar y veas a un hombre trabajando la cantina, pero muchos clientes cuando observan a una mujer y toman el coctel se sorprenden… Ellas tienen que estarse probando todo el tiempo”, explica esta joven que en noviembre fue triunfadora de la primera Competencia Femenina de Coctelería de La Habana con una copa creada por ella misma.
Hoy no sólo hay más mujeres detrás de las barras en Cuba, sino delante de ellas y según varias cantineras consultadas por AP en los últimos años hay más clientas en los bares.
Hace una década era casi impensable que las cubanas salieran a beber porque incluso los isleños en general no podían acceder a los hoteles con facilidad, en parte a una prohibición que se levantó en 2008 bajo la administración de Raúl Castro, y de plano no existían los miles de bares o “paladares” privados que se abrieron tras las reformas económicas y modificaron la vida de los locales y cambiaron la fisonomía de la isla.
Además, el incremento del turismo –que el año pasado tuvo una cifra récord de arribo de extranjeros de casi 4,7 millones– generó nuevos empleos como los de cantineros en esta industria que las cubanas miran con la esperanza de mejorar sus ingresos.
A pesar de que aún hay administradores en el sector estatal como en el privado con opiniones divididas sobre si contratar o no a mujeres para elaborar tragos, Barbarita dice estar completamente “enamorada de la cantina” y asegura que no se dejará vencer por prejuicios viejos.
“Mi mensaje es que las mujeres tienen que seguir adelante y siempre digo, para quien quiera un apoyo mío: ‘aquí estoy en El Gato Tuerto para ayudarlas’”.