La excomunión es la más grave de las censuras eclesiásticas que aplica la Iglesia Católica. En Cuba alcanzó, incluso, a La Habana Elegante, revista del siglo XIX que tuvo colaboradores famosos como los poetas Rubén Darío y Paul Verlaine y que fue impulsora del modernismo hispanoamericano.
Esta consiste en apartar de la comunión de los fieles y del uso de los sacramentos a aquellas personas o instituciones que se declaren rebeldes y contumaces a sus mandatos. Son sinónimos de excomulgar las palabras maldición, imprecación, proscripción y anatema.
En la Isla, en la denominada Tregua Fecunda o etapa de postguerra, proliferaron las publicaciones periódicas gracias al clima creado por la promulgación de la Ley de Imprenta del 11 de noviembre de 1886. Entre esos órganos de prensa descolló La Habana Elegante, que permaneció por una docena de años y que tuvo en el escritor Enrique Hernández Miyares a uno de sus animadores esenciales.
Esta revista, dedicada originalmente a las damas y con interés marcado en los deportes, las modas y la crónica mundana, evolucionó hasta convertirse en el vehículo literario ideal para la difusión del Modernismo dentro de nuestras letras. Julián del Casal, el eximio poeta, fue uno de sus colaboradores principales junto a Ramón Meza, Bonifacio Byrne, Juana Borrero, Carlos Pío y Federico Uhrbach, Aurelia Castillo de González, Aniceto Valdivia, Mercedes Matamoros y otras muchas firmas prestigiosas del panorama cultural de la época.
También colaboraron en sus páginas autores foráneos como Rubén Darío, Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, Enrique Gómez Carrillo, José María Vargas Vila, entre los modernistas latinoamericanos, y del Viejo Mundo nombres tan respetables como los de Sully Prudhomme, primer Premio Nobel de Literatura con posterioridad, Leconte de Lisle, Paul Verlaine y otros tantos.
El afamado semanario, no obstante, sufrió un severo contratiempo cuando el obispo de La Habana, monseñor Manuel Santander y Frutos, decretó su excomunión, con todo lo que ello implicaba entonces, a fines de 1889. El profesor Salvador Bueno afirmó que no pudo saber el motivo de esta dura disposición, pero agregó que algunos la atribuyeron a la publicación de varios artículos de un tal Luis Figuier, quien tocaba polémicas cuestiones religiosas.
El documento clerical decía que la medida abarcaba “a los que de alguna manera contribuyan a la publicación de dicho semanario, los que lean o estén suscritos o retengan en su poder alguno o algunos números del mismo”.
Esta insólita situación se mantuvo desde el 20 de octubre de 1889 hasta el 29 de junio de 1890 en que fue levantada por el prelado ante la retractación pública de Hernández Miyares. Por suerte, el asunto se zanjó felizmente para tranquilidad del obispo y provecho de la literatura cubana.
Fuentes:
-Salvador Bueno: Temas y personajes de la literatura cubana. Ediciones Unión. La Habana, 1964.
-Ramón Suárez Polcari: Historia de la Iglesia Católica en Cuba. Ediciones Universal. Miami, 2003.