El próximo 1ro de julio habrá elecciones en México. El nuevo presidente tomará las riendas de un país ahogado en un charco de sangre, donde hay un retiro del Estado en muchas áreas sensibles y una apatía ciudadana instalada en la cultura. Rige la Ley de Herodes: “o te chingas o te jodes”.
Antes que los sondeos y las especulaciones electorales, estos son los datos relevantes, los del desmadre, cada uno asociado al otro como causa o como efecto:
1. Violencia
El primer trimestre de 2018 fue el más violento de que se tenga registro. Nunca en ningún período presidencial mexicano hubo tantos homicidios como durante la gestión de Enrique Peña Nieto: al menos 104 mil. Ese nivel de violencia, asociada al machismo, lleva a que además se cometan en promedio 7 feminicidios por día.
A los muertos, como los 3 estudiantes de cine que fueron quemados en ácido en Jalisco hace algunas semanas, hay que sumarles los desaparecidos. Y no son, por mucho, solo los 43 normalistas de Ayotzinapa. Ya hay más desaparecidos en México —34268 personas— que en la última dictadura militar argentina, que fue la más sangrienta de todas las latinoamericanas. Casi la mitad de los desaparecidos tienen menos de 29 años.
2. Libertad de expresión
México es hoy el segundo país más peligroso del mundo para hacer periodismo después de Siria. Al menos 42 reporteros han sido asesinados desde 2006. Hasta un youtuber fue muerto en Acapulco por burlarse de un narco. No solo está el homicidio, sino además el amedrentamiento y el disciplinamiento: hace poco, por dar un ejemplo sencillo, entraron a robar a la casa de un editor de la Revista Proceso, y solo se llevaron computadoras y discos duros, nada de dinero.
Hay otras limitantes de la libertad de expresión. Entre otras variables, solo 11 familias controlan los medios comunicación que atrapan a casi toda la audiencia.
3. Narcotráfico
El principal factor para explicar el narcotráfico en México es su ubicación geográfica. Como decía Eduardo Galeano: “pobrecito, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Se dice que Roosevelt financió la primera plantación de amapolas en suelo mexicano para poder producir la morfina que aliviara a los soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. No está comprobado. Sí está verificado que Estados Unidos es el mercado de consumo de drogas ilícitas más grande del mundo.
El crimen organizado en México lleva 40 años desmadrándose. Hoy hay al menos 10 carteles disputándose territorio, ya sea para cultivar como para traficar internamente o para exportar. La lucha excede el guion de una película de terror. En algunos puentes del Estado de Baja California, por ejemplo, es común ver cada tanto cadáveres colgando, personas asesinadas por los carteles de drogas.
Esos Carteles de droga no son un problema exterior a los Estados Unidos Mexicanos, es decir al Estado de la Nación y a cada uno de los distritos provinciales y municipales. Según el reportero profesor de la UNAM José Gil Olmos, “el crimen organizado y las autoridades se han fusionado hasta ser uno”. Es lo que los críticos del Estado mexicano, entre quienes está el jefe de personal de Donald Trump, John Kelly, denominan “Narcoestado”. No solo por la complicidad de delincuentes y funcionarios sino porque hay territorios a donde el Estado no llegó, no está o no le interesa estar. Como relató en una crónica el español José Luis Pardo, “allí donde no llega el Estado, o lo hace solo para corromperse o luchar contra el crimen, lo ilícito es en ocasiones la única fuente de trabajo”.
El negocio de la droga en México es gigante, pero no llega a representar siquiera 1 punto del PBI. La violencia es consecuencia de la criminalización del tema. La “guerra contra el narco” fracasó, la penalización del consumo también: solo trajo más adictos y más muertos por la violencia.
4. Corrupción
Hace pocos días el actor de Hollywood Diego Luna presentó un libro auspiciado por el sitio Animal Politico, La Estafa Maestra, que revela cómo gobernadores provinciales y dependencias federales les entregan contratos a empresas que no existen o que no dan los servicios para los que son contratadas. El dinero, por ejemplo, va de una dependencia estatal a una Universidad pública, como la UNAM, y esta a su vez contrata a la empresa fantasma. Los pesos, después de perderse parcialmente en pequeñas comisiones a los intermediarios, termina en el bolsillo de funcionarios de altos niveles. Al menos 168 millones de dólares se perdieron en esos giros.
Un patrullero de la Policía de la Ciudad de México detiene a una pareja de argentinos que rentaron un carro. Les dice que no pueden circular porque su placa termina con un número par y ese día las que terminan en número par no circulan. Es falso. Los turistas no saben. Los policías les dicen que “salvo que arreglemos de otra manera”, les secuestrarán el auto. Los sobornan con 100 pesos (unos 5 dólares) y los dejan ir. Seis de cada 10 mexicanos creen que los policías son en su mayoría o en su totalidad corruptos.
La corrupción es estatal, es policial pero también es privada: la mitad de los mexicanos reconocen haber pagado un soborno. En el “Barómetro Global de Corrupción 2017”, México resultó –lo que es mucho decir– el país más corrupto de América Latina.
5. Educación
En los últimos años México ha invertido en educación como nunca antes en su historia. Sobre todo para la reparación y construcción de escuelas: más de 2,500 millones de dólares. Sin embargo, la calidad no mejora: no deja de salir último en el ranking de la OCDE sobre calidad educativa. El contexto mexicano es el latinoamericano, donde casi la mitad de los adolescentes ha abandonado sus estudios después de la escuela primaria.
6. Salud
La corrupción, la falta de insumos y la alta demanda en los hospitales y centros asistenciales colapsan la salud pública. Los seguros de salud privados son un privilegio que la enorme cantidad de trabajadores en situación informal no puede afrontar. Más allá de los servicios para la atención sanitaria, lo que más falla es la prevención: 7 de cada 10 mexicanos, por ejemplo, sufren de obesidad.
7. Empleo
Los números dicen que el desempleo cayó a los niveles más bajos desde 2005 pero de la mano del trabajo informal: precarizado y mal pagado. La explotación está legalizada: México es el país de la OCDE donde más horas se trabajan por año, pero también el que tiene el salario mínimo más bajo.
Los mexicanos trabajan en promedio más que en Corea, donde existe una verdadera “sociedad del cansancio” y la gente vive para trabajar. En México, en cambio, se trabaja para sobrevivir: la inmensa mayoría vive al día.
El salario mínimo ronda los 2,200 pesos (unos 120 dólares) que no alcanzan para cubrir los gastos básicos de manutención. Por citar tan solo un rubro: en los restaurantes de los barrios más ricos de la capital, hay camareros sin salario, percibiendo solo las propinas, y cocineros que trabajan unas 50 horas a la semana por dos sueldos mínimos. La única manera de subsistir con ese ingreso es viviendo lejos del centro de la Ciudad, lo que implica viajar unas tres horas al día entre ida y vuelta, y sin cobertura de salud ni seguro por accidentes de trabajo.
8. Vivienda
El trabajo informal hace imposible ahorrar y mucho menos acceder a un crédito. Una familia con un salario promedio tiene que ahorrar 70 años el 30 por ciento de su salario para poder comprar un apartamento pequeño en la Ciudad de México. Según el Banco Mundial hay un déficit de vivienda que afecta al menos a 1 de cada 10 mexicanos.
9. Contaminación
La brecha entre ricos y pobres en México es desopilante, según el sitio Animal Político “es el país número 20 con más millonarios en el mundo, pero también forma parte de los 15 países donde hay más personas pobres.”
Sí hay algo que afecta por igual la calidad de vida de ricos y pobres: el aire que se respira. Todas las mañanas junto al servicio meteorológico los medios de comunicación informan el índice IMECA: cuánta polución respiraran los ciudadanos. Es frecuente escuchar a los locutores recomendar “limitar los esfuerzos prolongados al aire libre” porque el aire “está malo”.
Cada año mueren en México por enfermedades relacionadas con la polución, unas 25 mil personas, el doble del promedio anual que asesina el crimen organizado.
10. Migración
Este año aumentó un 20 por ciento la detención de migrantes en la frontera con Texas. México tiene muchos problemas con Trump a propósito de la migración, aunque los números muestran otra realidad. Como citó The New York Times “hay más mexicanos que salen de Estados Unidos que los que entran. Esto quiere decir que si Trump levanta su muro, los mexicanos que no puedan salir serán más que los que no puedan entrar.”
El verdadero problema migratorio de México pasa por otras dos aristas. Por un lado, los desplazamientos internos: hay más de 300 mil mexicanos que han tenido que desplazarse forzosamente al interior del país por la violencia. En su mayoría indígenas y campesinos. Por otro lado, la migración centroamericana: México opera como un custodio de puerta de Estados Unidos.
En su libro Los migrantes que no importan, el periodista salvadoreño Oscar Martínez investigó el tema en el territorio durante meses. Allí relata cómo en el sur de México se violan mujeres de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, cómo en el centro del país se asesinan defensores de migrantes, cómo en la costa Atlántica el secuestro de centroamericanos es moneda corriente y cómo en el norte, cerca de los puntos de cruce, la vida de los migrantes vale lo que decidan Los Zetas. Esto último lo pudieron ver con sus ojos los cubanos que quedaron varados en Nuevo Laredo. Cientos de miles de centroamericanos han escapado forzosamente hacia el norte, huyendo de la violencia de las maras, pero menos de la tercera parte ha recibido el estatus de refugiado y casi todos han vuelto a estar inmersos en situaciones de violencia en suelo mexicano.