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Richard Blanco, navegante de la reconciliación

por
  • Mónica Rivero
    Mónica Rivero
agosto 2, 2017
en Sociedad
1
Richard Blanco. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

Richard Blanco. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

El “poeta presidencial” llora cada tanto. “Me gusta llorar, ¿qué le voy a hacer?”, se ríe. Está fumando en el portal de un café vintage de la calle 23, en el Vedado. Vino esta vez al frente de una delegación literaria de CubaOne Foundation, junto a la escritora y antropóloga Ruth Behar. Hablamos en el último día de su octavo viaje a Cuba, el primero acompañando a milenials cubano-americanos, a conocer Cuba, construir relaciones y explorar su propia historia familiar.

Hijo de cubanos, nacido en España y criado en Miami, Richard Blanco recitó en enero de 2013 su poema “One today” en la segunda investidura de Barack Obama. Y en 2015 “Cosas del mar” en la reapertura de la embajada de Estados Unidos en La Habana. “Las olas no saben de dónde son ni les interesa en qué país se estrellan”.

¿Qué haces cuando estás en Cuba? ¿Caminas? ¿Cuál es tu ruta, cuál es la Cuba que miras?

Cada viaje a Cuba es diferente. Siempre cambia. Desde el 94, cuando vine en el Periodo Especial —aunque yo no lo sabía y me enteré después. Yo no tenía nada con qué comparar, era mi primera vez. Imagínate qué emoción, porque mi mamá dejó la familia entera en Cuba: sus ocho hermanos, su padre, todos los tíos, tías, todos los primos… Ese viaje fue el más fuerte. Me acostaba todas las noches llorando por sentir un… ni puedo explicar bien pero como un… Imagínate conocer por fin a una familia que uno ha conocido siempre y nunca. Ver que son vidas reales, casas, caras, nombres…

Cada viaje ha sido diferente, ha representado otra etapa para mí. He ido viendo diferentes partes de Cuba poquito a poco. Nunca había hecho un viaje cultural como este. Ahora vi otra parte de Cuba que no había visto. Conocí escritores, fui a Casa de las Américas, conocí de artes pláticas, galerías cubanas… Otra conexión cultural se me abrió, como escritor, como artista. Estoy haciendo otras conexiones con Cuba que en sí no tienen que ver solo con mi familia.

¿Habías leído literatura cubana?

Muy poco. Un poquito de Nicolás Guillén, José Martí claro… Pero mi tradición es la literatura estadounidense y escribo en inglés, o en espanglish. Siempre trato de traer cosas del español porque estoy escribiendo sobre la cultura cubano-americana o la búsqueda de nosotros los cubano-americanos, que es en cierto modo la búsqueda que tenemos todos: de dónde somos, de dónde venimos, you know.

Richard Blanco y Ruth Behar vinieron al frende de un viaje cultural de CubaOne Foundation. Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Richard Blanco y Ruth Behar vinieron al frende de un viaje cultural de CubaOne Foundation. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

Me intriga un poco cómo funciona, digamos: ¿cada nuevo viaje te sientes un poco más cubano? ¿Cómo es?

Ha sido una evolución que ha tenido sus etapas. La gente se cree —especialmente en los Estados Unidos— que uno como hijo de cubano-americanos se cría adorando la cultura cubana. ¡Mentira! Esos eran nuestros padres, ¡nosotros nos sentíamos americanitos! Siempre lo que hacen los padres es picúo. Si tus padres quieren bailar salsa, tú quieres bailar rock and roll; si tus padres quieren comer esto, tú quieres comer… ¡sushi! Pero a la misma vez, todo eso nos está marcando, está haciendo huellas en nuestra psiquis.

Entonces hay un momento en la vida, que les llega a todos, como a los veintipico, en que dices: “Coño, ¿quién soy yo y de dónde vengo y a dónde voy?”. Y esa pregunta fue lo primero que me llevó a escribir poesía, para tratar de navegar y entender esas preguntas; tratar de saber cuáles son las respuestas a esas preguntas.

Místers

En ese momento me volví Mr. Cuban. Me volví antiamericano: yo soy cubano, y quiero regresar a Cuba, y todo era like un enfoque en todo lo cubano, todo lo que nunca había investigado, todo lo que no había probado ni experimentado. Era una immersion. Tenía que conocer todo lo que era Cuba y aprender la historia fea de los Estados Unidos. Hay cosas muy lindas, como en todos los países, pero hay cosas muy feas. Y no me identifiqué como americano.

Pero entonces al fin dije: “Bueno. Cuba es casi una cosa imposible”, en el sentido de vivir en Cuba y hacerme cubano. También me di cuenta de que era un país que se había desarrollado a su manera y no era la Cuba de mis padres, ni la mía en el sentido de que no había vivido aquí y no tenía derecho a decir al cabo: “Llegué”.

Así que me fui por otra ruta y me dije: “Vamos a llevar las dos”. Me mudé de Miami —que es como una mini Cuba— al norte, a Connecticut, pensando ir a buscar ese Estados Unidos que había visto en la tele, esa familia perfecta de los años 50, ese mundo ideal del sueño americano. Y me encuentro que eso era un cuento también, que no era una realidad. Como ciudadano americano hacía parte de lo que yo era, pero era una ficción, no completamente, pero sí.

Ahí me dije: “Bueno, ¿qué hacemos?”. Y empecé a viajar el mundo. Me dije que quizás Venecia es donde, o sería Barcelona o Inglaterra o Japón; pero siempre en esa búsqueda, con esa pregunta. ¿Cómo es que reconocemos dónde está home? Esa es una palabra bella en inglés que no tiene para mí tanto sentido en español. Hogar no tiene el mismo sentido. Home implica pertenecer.

Y regresé de nuevo a Miami, después de haber vivido en Connecticut y viajar fuera de los Estados Unidos, pensando entonces que quizá Miami era el único lugar al que en definitiva yo pertenecía. El único lugar que me entendía. Vivir entre estos dos mundos imaginarios: entre la Cuba que es mía y no es mía, entre los Estados Unidos que es mío y no es mío a la misma vez. Pero Miami había cambiado tanto, que entonces perdí Miami. Era como un exilio. Miami cambió tanto, creció tanto y era una cosa tan enorme.

Así que me fui a Maine. Jaja. A lo último de los Estados Unidos, a los bosques del norte, a tres horas de Canadá. Y me entregué a esa idea de que quizá nunca seré, nunca voy a sentir que pertenezco a nada. Y está bien. Y entonces es cuando me llama la Casa Blanca y me pide el poema.

Básicamente era escribir un poema de los Estados Unidos para sus ciudadanos. Y explorar de nuevo esas preguntas de pertenecer, de patria. Wow. ¿Soy americano? ¡¿Por qué me piden esto si yo ni sé si pertenezco a este país?! Fue otra etapa. Me sentí americanísimo. Le dije a mi mamá cuando estábamos en la investidura del presidente: “Mami, bueno, al fin somos americanos, ¿no?”. Parece, ahí está el presidente, parece que llegamos, ¿no? Bueno: Mr. America. Fui de Mr. Cuban a Mr. America.

Yo la llevé a la investidura y la senté a mi lado. En realidad ese honor solamente fue posible por mi mamá. Ese cuento era una continuación del cuento de mi mamá y ella es la que debería haber leído ese poema.

Ahí pensé en Cuba y me dije “Cuba que siga su paso, yo soy americano ahora”. ¡Y es cuando me piden que escriba el poema para la reapertura! Like, wow, cada vez que pensaba que lo tenía resuelto pasaba algo así. Pero son las preguntas del arte. ¿Qué es el amor? ¿Qué es pertenecer? La respuesta cambia constantemente, por eso son los temas del arte y la literatura, porque no tienen fin. Siempre cambian. Y qué bello que sea así.

En fin, ahí me sentí tan cubano como tan americano. Y en medio de aquella reapertura me dije “¡al fin hay esta unión!”. No solamente para mí personalmente sino para mi mamá, para mi comunidad exiliada, para mis primos en Cuba. Al fin pasaba algo que abría una puerta, algo que representaba un cambio finalmente. Y fue cuando me di cuenta de que no tenía que escoger. Porque toda mi vida siempre pensaba que tenía que ser cubano o ser americano. Even Cuban-American no me pegaba. —No, it doesn’t work for me. Y pensé you know: I don’t have to choose! I can be all these things.

Y si uno mira lo que está pasando en el mundo, la narrativa que se está escribiendo ahora fuera de la política, es que todos nos estamos volviendo un país, o sea, una nación. Las políticas siguen aquí, allá, dondequiera, pero nos estamos conociendo entre nosotros, viajamos, conocemos, sabemos que al fin y al cabo todos somos humanos, que todos hemos sufrido, que todo sistema tiene sus cosas buenas, sus cosas malas, que todos sentimos alegrías y hemos tenido pérdidas. Y al fin esa es la historia humana, desde el principio. Me siento ahora como un ciudadano del mundo. Trato de abordar mi obra en ese sentido: quiénes somos nosotros, como cubanos, o como americanos. Quiénes somos como humanos.

Richard Blanco en la reapertura de la embajada estadounidense en Cuba, agosto de 2015. Foto: Departamento de Estado.
Richard Blanco en la reapertura de la embajada estadounidense en Cuba, agosto de 2015. Foto: Departamento de Estado.

Claro, están las culturas que nos conforman, nuestras distinciones, pero con respeto y sabiendo que al fin todos estamos hablando de la misma cosa. Con eso estoy ahora y es lo que estoy haciendo con CubaOne, porque es la segunda generación cubano-americana, que al fin tienen esta distancia de las definiciones. Me gusta cómo entienden que estas conexiones que tratamos de hacer no tienen nada que ver con la política. Bueno, siempre tienen que ver con la política, pero tratamos de saber primero cómo nos podemos conectar como humanos y después que eso defina la política.

El arte es lo que al fin le da forma al mundo y tengo toda la fe y la esperanza en que siga siendo así. Y como nos vamos a entender al fin entre cubano-americanos, entre la diáspora y los cubanos en la Isla es a través del arte, de lo humano. ¡Y es tan fácil! I mean, yo llego aquí y enseguida uno cae en lo humano y si uno nada más se enfoca en lo político el mundo sigue evolucionando y caminando con otra narrativa. Y no es por criticar a Cuba, lo mismo está pasando en los Estados Unidos. Lo de Trump es como diez pasos atrás en esa narrativa. Eso de America is the best country in the world. No puedes existir solitario en este mundo, ya eso no existe. Esa idea de que somos tribus…

En cierto sentido todos somos consecuencia de la historia, y hacemos lo que podemos, tratamos de sobrevivir, tratamos de disfrutar, hacemos arte, tratamos de entender. Al fin lo único que sobrevive todas las políticas, todas las civilizaciones, siempre ha sido el arte. Es lo único que en fin cuenta la historia emocional de los humanos.

¿Qué pasó en el momento en que te pidieron que hicieras el poema de la reapertura? De nuevo “poeta inaugural”…

Cuando me llaman para lo de la embajada, fue más emocionante que la llamada para la Casa Blanca porque en mi vida nunca hubiese pensado siquiera, no ya que yo leyera un poema en ese lugar, sino que esto estaba pasando. Y que me pidieran que fuera parte de este momento. Como un loco llorando en el piso I was like… porque en cierto modo creo que toda mi obra ha sido en parte tratar de ser agente de la reconciliación. Así les digo a los que vienen: “Somos agentes de la reconciliación”, aunque no sea conscientemente.

Yo pensaba en el dolor de mi mamá. Ella ha sido consecuencia de la historia; no solamente de Castro o de los americanos, también de Batista y los demás que vinieron desde principios de siglo. En ese momento sentí algo tan hermoso… Sentí que con mi obra, mi decisión de ser poeta, mi dedicación, al fin podía hacer con eso algo por mi madre. Que los dos Gobiernos pudieran al fin comunicarse y ella ya no se sintiera culpable como se había sentido toda su vida por dejar a su familia. Es una metáfora pero en la comunidad entera sé que hay un sentido de mucha ruptura entre familias. Y lo sienten los cubanos de aquí. No solamente los que se fueron. Y aquello sanaba eso. Mi obra pudo ser parte de ese momento que yo vi como una declaración de que al fin podemos empezar a sanar. Reconciliation.

Para mí fue mucho más personal y emocional porque era algo íntimo, en lo que siempre pensé desde niño. Era una pregunta siempre en mi mente: ¿Cómo podemos hacer ese puente? No que ustedes vayan a vivir a Miami ni que yo me mude para acá, sino que podamos tener una relación como familiares.

Geisa Blanco

Mi mamá es muy reservada. Siempre dice menos de lo que piensa.

Yo creo que para ella era casi más importante saber que su hijo tuviera ese honor justificaba que ella hubiera tomado esa decisión de venir a los Estados Unidos, abandonar su familia, que yo leyera ese poema creo que para ella fue como como decir: “Hice bien”. Era algo que terminaba su cuento. No se tenía que sentir culpable, supo que hizo algo bien. Sus decisiones no fueron en vano.

Hay una ironía. Lo que pasó fue que a la investidura de Obama llevé a mi mamá, y a la reapertura de la embajada llevé a mi pareja, Mark, que es americano. Ese fue otro tipo de cumplido: que mi esposo, que era americano, viniera a Cuba.

Fue interesante que fuera de esa forma invertida, it was like sentir que para mi mamá lo que pasó en EE. UU. fue más importante, fue para ella, y luego ese momento de la reapertura era para mí. Al fin logré algo que mi obra siempre quiso hacer: tratar de unir estos dos pueblos, estas dos familias.

Richard con su familia en Cuba. Foto: Desmond Boylan / AP.
Richard Blanco, en un viaje anterior, con su familia de Cuba. Foto: Desmond Boylan / AP.

“Y entonces llega el 45”

Donald Trump. Pero no sé si quieras hablar de eso. La verdad que he tratado de darle un chance, porque vivimos en una democracia y tratamos de tener paciencia. Me da hasta risa porque es algo a la misma vez cómico y solo en una democracia como Estados Unidos podemos elegir el primer presidente afroamericano y a los ocho años elegir a un Trump. En cierto modo me da orgullo y risa a la vez.

La democracia tiene que sobrevivir más que Obama, Trump, Washington y Lincoln. Son las instituciones del Gobierno las que tienen que mantenerse. It’s like que mientras que eso se mantenga…

Pero me alegra que el pueblo se haya levantado. Porque estábamos medio dormidos, había un false sense of security, y estábamos un poco vagos: “Ya, logramos lo máximo”. No, hay todavía cosas que tenemos que resolver y solucionar.

Hay una palabra que creo que es cubana que me gusta para describir al presidente: es un disparate. El tipo es un disparate, de cualquier manera en que se mire. De la derecha, de la izquierda, desde arriba, desde abajo, desnudo, vestido, con corbata… A mí lo que más temor me da no son sus políticas, sino que no sabes con quién estás hablando. Un día dice una cosa de Cuba y al otro día dice otra cosa. Se contradice. Y eso para mí es el peligro más grande porque cuando uno sabe quién es su enemigo puede, aunque sea, tratar medios diplomáticos, tener una conversación, pero algo que sea constante, que permita alguna predicción.

Tuvimos a Ronald Reagan, presidentes bien conservadores y hemos sobrevivido, y hemos tenido presidentes liberales… pero lo que más miedo me da es que no sabemos con quién estamos hablando. Y no es porque yo sea “poeta de Obama” ni ocho cuartos. I gave up. No es constante en nada, y en este momento es un país que está inestable como nunca. Nadie sabe, ni su partido, lo que está pasando ni lo que va a pasar.

¿Y te has encontrado de nuevo con Obama?

He tenido varias ocasiones con él. Una vez en la Oficina Oval como a los dos meses después de su investidura. Después cuando pasó lo de Cuba yo le escribí y le dije varias cosas. Me dijo que apreció mis opiniones.

Me ha pedido que integre un comité de la Obama Foundation para hacer la narrativa de esos ocho años. Hacer la memoria para el centro que ellos quieren hacer en Chicago. Y un día estábamos unas catorce personas en una cena. Hablamos sobre Cuba y le compartí mi punto de vista. Dijo que se preocupaba mucho por la gente. Él expresó sus emociones en ese momento, más que sus opiniones.

Amuletos

Richard lleva una cadena de oro con tres dijes. “Este es San Lázaro, la Caridad del Cobre, un azabache por supuesto porque en estos días hay mucho mal de ojo. Y este es un Cristo extraño, pero es lo que mi papá tenía puesto cuando murió en el 90. Nunca me lo he quitado. Siento que él ha sido mi guía. Y mis abuelos cubanos de parte de mi madre, que nunca conocí”.

“Lo sabe muy poca gente; pero cuando yo leí en la investidura del presidente Obama, llevé dos cosas: el poema, una nota de mi pareja que decía algo en inglés, algo de apoyo, supportive, “believe in you…”. Y una foto tomada a una foto de mis abuelos cubanos de parte de mi madre. Era una de esas fotos viejas que pintaban, pero mi mamá tomó una foto de la foto. La original está aquí en Cuba todavía. En ese momento, en mi psiquis, en mi mente, yo estaba leyendo para ellos”.

Richard Blanco: un poeta norteamericano Made in Cuba

Etiquetas: Relaciones Cuba-EE.UU.
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Mónica Rivero

Mónica Rivero

La Habana, 1989. Periodista y editora de OnCuba News. Humphrey Fellow 2020.

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Comentarios 1

  1. Smith Van Shark says:
    Hace 8 años

    Un hombre de dos patrias que cae en lo humano y en lo divino. No podemos olvidar quiénes somos nunca. CubaOne nos trae poesía, excelente entrevista, Gracias Oncuba.

    Responder

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