La bodega está hecha silencio, el olor empapa todo. Cada barril hermético oculta sus propias historias, como cofres de piratas. Dan aganas de acercarse a escuchar, a tratar de ver con mirada ultravioleta qué pasa ahí dentro. Si alguien sabe de este y otros misterios es Juan Carlos González, Maestro del ron cubano.
“Me imagino que cuando molieron la primera caña, una semana después apareció el primer alcohol. No está registrado, pero estoy convencidísimo”, bromea sobre aquellos lejanos orígenes, tras el segundo viaje de Colón a la Isla. Entonces era una áspera bebida de marinos, hasta que en 1862 Santiago de Cuba vio surgir el llamado ron ligero.
Esta herencia ha pasado de generación en generación, cual título nobiliario, aunque cada nuevo Maestro debe demostrar largamente que lo merece. “Hay que ir interiorizando esa responsabilidad de ser custodio, depositario de un patrimonio nacional, que es preciso conservar y a su vez trasmitirlo a los más jóvenes”. Ellos no solo recibirán el aprendizaje, sino el propio líquido que envejece en los toneles, elaborado por sus predecesores.
Serán ocho, diez, doce años de transitar por las diferentes etapas del proceso tecnológico, de cultivar amor, saber y vocación, de probar que se es humilde, honesto, serio. Incluso, seria y honesta. Porque hoy tres mujeres se encuentran en el escaño de aspirante. “Como dijo Martí: donde no esté la mujer, está inconclusa esa obra”.
Los Maestros en oficio son siete, número cabalístico, oportuno guiño en un mundo donde fermentan la magia y el arte. “Como actúan los sentidos, la ciencia no lo puede explicar todo. Una parte viene de adentro, de cómo asimilar toda esa cultura, conocer las bodegas de añejamiento, cómo saber mezclar y desarrollar nuevos productos”.
¿Cuál es la fórmula ? “Evidentemente hay cosas que no se gritan a los cuatro vientos, eso no lo hace nadie. Incluso diciéndolo, me parece que no se puede repetir en otro lugar. Creo que el gran secreto del ron cubano es nuestro país: el suelo, el clima, nuestra historia y nuestra gente”.
Contrario al eslógan del Havana Club Selección de Maestros, en realidad no es tan difícil que ellos se pongan de acuerdo. “Las relaciones personales son magníficas, somos excelentes amigos y nos ayudamos. Es como una familia. Pueden haber discrepancias sobre cierta valoración, un concepto, pero nos une el ron cubano. Por eso no hay competencia, cada cual hace en su fábrica lo que tiene que hacer”.
Allí el pasado y el presente caben en una misma botella. “El respeto está en emplear las nuevas tecnologías sin violar esa tradición. Por supuesto que utilizamos la informática, las técnicas modernas de gestión empresarial, de calidad, medio ambiente, la química analítica actual y el equipamiento que ha generado. No podemos trabajar con los métodos y las formas de hace 100 años. Esta industria es tan fantástica porque logra articular lo nuevo y lo viejo con la sensibilidad”.
Crear variedades, pautar las producciones estratégicas, diseñar proyectos, atender a todos los detalles. Los maestros roneros guían muchas manos, “funcionan como el director de esa orquesta” compuesta por técnicos e ingenieros.
“A veces la determinación del Maestro es única, sobre todo ante dificultades, porque es quien tiene la facultad para decidir”. Aun así, “no tienen cargo, ni son jefes de nadie. El resto de sus compañeros le reconocen esa autoridad moral porque se la han ganado con sacrificio, integridad y dedicación al trabajo”.
Entretanto, beber cierra el ciclo. Toda fiesta lleva ron, aunque no se celebre nada, y nunca falta echar un poquito en el piso, para los santos. “¿Es idiosincrasia o no es idiosincrasia? En ese simple acto se sintetiza un gran legado cultural”.
Tal ascendencia resulta un factor de éxito también en materia de ventas, que alcanzan más de 120 países. “En su esencia, primero que todo respeta al consumidor. Hasta ahora, cada vez que alguien prueba el ron cubano se queda engancha’o”.
Al hablar de preferencias, “se unen los gustos con los sentimientos. Para mí el mejor ron añejo del mundo es el Havana Club Máximo, pero yo me formé haciendo Añejo Tres Años. Si me preguntan, mis favoritos son esos dos”.
Por entrenamiento sensitivo, sus talentos se asemejan a los del sommelier. “En una sobremesa bien extendida, nada mejor que un buen añejo, con un buen habano y café. Tienen elementos comunes desde el punto de vista aromático, en mi opinión maridan muy bien. Ese es el cierre perfecto para una cena”.
Sin embargo, este hombre es de los que aman para siempre, y como tal está casado con su profesión. “Para los maestros el ron cubano es como un sacerdocio, sin sotana y algunas restricciones, pero es como un credo al cual se le dedica la vida”.
Fotos: Roberto Ruiz
No radico en Cuba desde 2005 , pero siempre muy interesado en el ron ,, y sus misterios .por 10 años icé ron clandestinamente Cuba …. Icé todos los Habana clud asta 15 años , tube problemas con la ley pero nunca logre despegarme asta salir de Cuba . Algo in legar pero fue una pasión q hoy día estraNo fue linda esa etapa . Inventando anejos y filtrado o refinando el alcohol y envasando , vendí en licoreras de hoteles y más siempre en busca de la calidad. Ya que no era el producto original .en semejanza al bouquet ,grados , transparencia ,presencia en sellado y etiquetado .no considere esto como burla a la marca , no fui el único q por sobré vivir a cuido a estos recursos … Fue lindo disfrute esté ofició por 10 años .conocí casi todas las fabricas del país en busca de materiales …. Viva Cuba y su cultura de supervivencia