Cuando ha escuchado la popular frase “En tiempos de Nañá Seré”, seguramente le ha pasado por la mente que se trata de algo ocurrido hace muchísimo tiempo, pero como muchos, no se ha detenido a pensar en quién fue Ñañá Seré. Por ejemplo, yo, el que esto escribe, siempre pensé que debía haber sido alguna esclava matancera, apalencada o ejecutada durante el proceso por la supuesta Conspiración de la Escalera en 1844 —El Año del Cuero—. Alguien con méritos suficientes como para ser recordada por el pueblo después de tanto tiempo, como la esclava Carlota.
Ese hipotético personaje del imaginario popular que nadie sabe quién fue ni dónde vivió, ni qué hizo para haber alcanzado tanta fama, pero que todos nos referimos a él (o a ella), cuando queremos hacer notar que algo ocurrió en un pasado muy remoto, no fue un personaje de carne y hueso, tampoco fue un ser divino: Era el nombre colectivo de siete imperios de Briyumba Congo, de la etnia bantú, que existieron en el primer milenio de nuestra era, llamados individualmente: Suama, Bakongo, Musundi, Loango, Gangá, Makoa y Mandinga —nombres estos más conocidos y que todos sabemos lo que significan o conocemos a algún descendiente, o tal vez nosotros mismos lo seamos—, los cuales dieron origen a la nación Conga, en las márgenes del río Congo, en el centro de África. Según dice la leyenda, fue el origen de la humanidad. Por tanto, es casi como decir “En tiempos de Adán y Eva” o “En tiempos del Diluvio Universal”. Aunque preferimos decir “En tiempos de Nañá Seré” para reafirmar el mestizaje de nuestra nacionalidad. Porque aquí, como decía el poeta “El que no tiene de congo, tiene de carabalí”