En 1855 el jefe indio Seattle, del Territorio de Washington, nos advirtió que: “Al cabo de varios días, el moribundo no siente el hedor de su propio cuerpo. Continúen ustedes contaminando su cama, y una noche morirán sofocados por sus propios desperdicios”.
Seguramente en aquellos tiempos semejante profecía pareció una locura, pero casi 2 siglos después resulta de una actualidad alarmante. Nuestros desperdicios se han convertido en un problema, incluso en países poco consumistas como es el caso de Cuba.
Tanques de basura rebosantes y rodeados de desperdicios adornan muchas calles de La Habana. En ocasiones la acumulación es tal que llega a dificultar el paso de los vehículos, convirtiéndose en un paraíso para las ratas, los hurones y los mosquitos.
“Esto es tan complicado que no lo arregla nadie”, nos dice uno de los recogedores de basura de La Habana y entendemos su desánimo cuando nos explica que toda la capital, con 2 millones de habitantes, cuenta con apenas 10 camiones para la tarea.
Tampoco abundan los contenedores de basura. Además de ser escasos, desaparecen por las noches para ser reciclados por trabajadores por cuenta propia que utilizan las ruedas para fabricar carritos y el plástico para palillos de colgar la ropa, jarros o perchas.
No pudimos comprobar estos datos ni otros que preguntamos porque la Dirección de Comunales nunca respondió nuestro cuestionario. A pesar del interés público, parecen considerarlos temas secretos a los que la población no debe tener acceso.
Tampoco informaron sobre el funcionario que robó 1.5 millones USD del presupuesto dedicado a la contratación de brigadas de limpieza en La Habana Vieja. Su testimonio aparece en un video donde se refleja el descontrol que existe en Comunales.
Recorriendo la ruta de nuestros desperdicios nos encontramos con cubanos habitando en chabolas en el mismo basurero. Ellos viven de lo que nosotros desechamos, una muñeca rota, una lata vacía, ropa vieja o restos de comida que venderán a los criadores de cerdos.
Los “buzos”están pendientes de la llegada de los camiones y escondidos de la policía que prohíbe esa actividad. En cuanto la patrulla desaparece, saltan sobre la basura y empiezan a escarbar buscando todo lo que tenga alguna utilidad para ser vendido por unos pocos pesos.
Cuando ya casi estábamos dispuestos a morir sofocados por nuestros propios desperdicios, recibimos desde Cienfuegos un reportaje sobre reciclaje y basureros ecológicos, algo que nos volvió a levantar el ánimo y nos dio la esperanza de que las cosas puedan ser diferentes.
Cienfuegos es considerada una de las ciudades más limpias de Cuba y quien la haya visitado sabe que es cierto. Pues ahora van a la cabeza también en el reciclaje de los desperdicios y trabajan en la creación de un basurero que producirá biogás para vender a las empresas cercanas.
Hoy solo se recicla en Cuba el 35 por ciento de los desechos, recuperando menos de 100 mil toneladas anuales de acero, hierro, cobre, aluminio, bronce, plástico y papel. Si se desarrollara a cabalidad la tarea, el país podría recibir o ahorrar el equivalente a 200 millones USD.
Surgen muchas preguntas. Dónde depositar nuestra basura, cómo organizar su recogida, de qué forma se puede crear conciencia para organizar el mayor reciclaje posible y también cómo integrar en ese proceso a los “buzos”.
Pero nada de esto puede funcionar si no se organiza el caos en la Dirección de Comunales, que permitió a uno de sus funcionarios pagar 1500 USD mensuales de alquiler de autos de lujo, con un salario de 20 USD, sin que nadie viera nada extraño en ello.
Los retos son grandes y los recursos escasos, solo el ingenio y la capacidad de aprender de otros puede aportar las soluciones que el país necesita. Es un asunto de todos, tan imprescindible es la acción eficiente del gobierno como la colaboración de la población.
Saludos Fernando..por favor, aclare le a nuestro querido Morales que la poesía LA MURALLA ES DE Nicolás Guillén, no de Pablo Neruda. No obstante, su artículo es EXCELENTE.