La respiración y concentración forma ahora parte de la visita a varios museos estadounidenses que ofrecen yoga, meditación y otros programas de bienestar como parte de su experiencia de apreciación artística.
En Nueva York el Museo de Brooklyn ofrece sesiones de yoga y meditación. El Museo Metropolitano de Arte dio el año pasado rutinas de ejercicio impartidas por bailarines profesionales. Y el Museo de Arte Moderno presenta desde hace mucho “mañanas tranquilas” en las que los visitantes pueden disfrutar del arte en una atmósfera más contemplativa, sin los ruidos ambientales comunes.
Hacer ejercicio físico o meditación en un museo es una experiencia muy diferente a hacer esas actividades en gimnasios, dijo Dawn Eshelman, directora de programas en el Museo Rubin de Arte que incluyen yoga y meditación. Combinar esas actividades con la apreciación del arte mejora ambas, según los representantes del museo.
Y parece que la tendencia está tomando impulso. En otra parte de Nueva York, la Asia Society ofrece clases de meditación. En California, el Museo del Hombre en San Diego ofrece “yoga en la rotonda”. El Museo de Arte de Filadelfia también imparte yoga.
El Museo del Niño de Green Bay, Wisconsin, por su parte, tiene un programa de “yoga con cabras” para impulsar la imaginación de los niños.
“Los museos son uno de los pocos espacios seculares donde los visitantes entran, hacen un esfuerzo consciente por frenar y absorber lo que les rodea”, dijo Boon Hui Tan, director de la Asia Society.
“Así que la meditación es algo muy natural para hacer en un museo”, dijo al tiempo que agregó que en el caso de la Asia Society, es también una manera de ayudar a los visitantes a conectar con las culturas a las que está dedicado el museo, donde la práctica de la meditación tiene una historia muy larga.
Eshelman, en el Rubin de Nueva York, coincide en que parte de la popularidad de estos programas se debe a que “los museos son espacios contemplativos, así que tiene sentido que los visitantes busquen prácticas contemplativas aquí”.
Agregó que los museos en general buscan maneras de incrementar su valor para el público y se están abriendo a nuevas ideas y actividades.
“Cualquier institución pública que haga bien su trabajo se preguntará ‘¿qué necesita mi comunidad y qué puedo hacer para conectar con eso?’”, dijo.
Los programas de yoga son algo natural en el Rubin, que se enfoca en arte y culturas del Himalaya, India y las regiones cercanas donde se originó el yoga, explicó.
“No todos los días puedes hacer la pose de un guerrero junto una obra de arte que retrata a una deidad naciendo en la misma pose”, dijo. “Hay mucho simbolismo en los gestos y poses del yoga, y puedes experimentarlos de una manera más tangible aquí”.
En otros museos la oferta de yoga es considerada una manera de diversificar al público y ayudar a los visitantes a involucrarse más de lleno con las obras expuestas. La gente no solo va a los museos para aprender de arte, sino para aprender de ellos mismos, dijo Eshelman.
Y agregó que “si puedes encontrar la manera de involucrar a la gente física y emocionalmente, ese es un gran regalo”.