Había escrito una crónica para mi blog, una crónica bonita y repetitiva, como esas miles que se han publicado sobre el Zoológico de Piedra (dicen que único en el mundo y sin comparación en Cuba) y la tenía almacenada en mi flash para postearla algún día, un día en que no tuviera ni ganas ni temas para crear algo nuevo.
Y de pronto hoy, en medio de la quietud de los domingos en Facebook, cuando casi ninguno de mis colegas periodistas está conectado, apareció la noticia: Ángel Iñigo Blanco de Anaya murió.
En Guantánamo, allá en cuyas montañas esculpió él en piedras calizas alrededor de 330 animales, todavía se desconocen las causas de su fallecimiento. Yo sospecho que murió «de vejez» -como dicen los guajiros-, porque nació el 25 de diciembre de 1935 y ya tenía 78 años, que no es tanto y a la vez lo es, en especial cuando se ha vivido toda la vida en el campo. Cosas raras que tienen la biología… y la vida.
«Primitivista», a secas, le llamó la crítica en sus inicios de campesino-artista y él, como si nada, ha dicho en entrevistas a periodistas de todas partes que eso no le importaba y solo cuenta su historia. Cuenta como su padre le enseñó a modelar en barro y madera, de una manera muy rústica, y lo primero que hizo fueron «figuritas de los héroes de la patria».
Pero después, cuando cambió el barro y la madera por la dureza fría de la roca creó la obra de arte gigantesca que lo ha hecho famoso en Cuba y fuera de ella: el zoológico, un zoológico de piedra que se eleva a 750 metros por encima del nivel del mar, un zoológico que es una montaña, y un parque natural.
«Antes – dijo alguna vez- le tenía miedo a las piedras grandes, pero ahora las busco y acepto como un reto».
Otras veces, para medios de prensa nacionales y extranjeros comentó: «No lo hice por dinero. Lo hice por satisfacción espiritual, porque me sentía feliz» o explicó cómo hacía «por fotos» u observando la televisión aquellos animales que no había visto nunca de frente: «mi problema era con las proporciones –confesaba- cuando sabía más o menos el tamaño original, agarraba las herramientas y me ponía a dar cincel».
El zoológico se levantó el 21 de diciembre de 1977 en la finca San Lorenzo, antes perteneciente al municipio de Yateras y hoy al de Niceto Pérez. Tiene una extensión de dos caballerías y está en un terreno abrupto. Poco más de diez trabajadores que se encargan del cuidado y conservación del patrimonio que hay allí, donde hay que subir 324 escalones para llegar al punto más alto.
En ese trayecto, entre plantas de café y muchos árboles, podía uno toparse cualquier tipo de animal o a Iñigo y su hijo –del cual ya hay alrededor de 90 esculturas en el lugar- con hacha, machete, barreta, pala, cinceles de cabilla y un martillo intentando darle vida a algún trozo de roca o mirando que esté bien el león.
El león fue el primer animal que tuvo el zoológico. Se terminó en 1977. Ahora, casi 40 años después, también hay gallos y gallinas, lagartos, conejos, bisontes, un perro, un gato, un hurón, un pato, ranas, una búfala con su cría, una gigantesca serpiente que lucha contra un toro, un simio de proporciones descomunales delante de su gruta y algunos diminutos animalitos con los cuales, si no se tiene cuidado, puede uno tropezar.
Ángel Iñigo murió, pero han muerto tantos cubanos y cubanas grandes entre 2013 y 2014 que a uno, como consuelo, solo le queda mirar su obra y respirar porque está ahí, a salvo de esas cosas que tienen la biología… y la vida que nos parten el corazón.
Fotos: Adriel Bosch Cascaret
Es en Guantánamo? que historia extraordinaria, sencillez, talento e modestia.
GRACIAS POR LLEVARME DE LA MANO, O DE LA MENTE, MAS BIEN, A ESE LUGAR QUE DESDE NIÑO HE QUERIDO CONOCER. UN SALUDO DE CUERNAVACA, MORELOS, MEXICO !!!!