Consumo de alcohol y embarazo: la única medicina es la prevención

En Cuba los trastornos fetales causados por el alcohol no son un grave problema de salud. La isla tenía en 2017 la menor tasa consumo de alcohol durante la gestación de la región. No obstante, las crisis incrementan el consumo de estas sustancias.

Foto: Otmaro Rodriguez.

En Vida Saludable dedicamos un artículo a los trastornos por consumo de alcohol. Recordábamos entonces que en el mundo cada año mueren 3 millones de personas por esta causa. El alcohol se relaciona con la aparición de más de 200 enfermedades, entre ellas las 10 primeras causas de muerte en Cuba. 

Uno de los temas más sensibles, relativos a esta droga, son los Trastornos del Espectro Fetal Alcohólico (TEFA). Se trata, de acuerdo con un artículo de divulgación de los CDC de Estados Unidos, de un grupo de condiciones médicas congénitas, es decir, presentes en el momento del nacimiento, que limitan de por vida a quienes los padecen, causadas por el consumo de alcohol durante el embarazo.

¿Por qué ocurre? ¿Sabemos lo suficiente de los TEAF? ¿Se les dedica suficiente atención en las campañas de quienes los padecen?

Un viejo problema

La primera referencia al consumo de bebidas alcohólicas como algo a evitar en el estado de gravidez lo encontramos en la Biblia, de acuerdo con un estudio publicado por Jasmine M. Brown, una psiquiatra de la Universidad de Alberta, Canadá. Según su investigación, el texto bíblico referente a la concepción de Sansón es la primera muestra de que nuestros antepasados conocían el efecto de la sustancia sobre los bebés: “…concebirás y darás a luz un hijo. Ahora pues, no bebas vino ni licor fuerte, ni comas cosa inmunda”. (Libro de Jueces 13:3-4).

Más adelante, según Brown, en la civilización cartaginesa se prohibía el consumo de alcohol en la noche de bodas con el objetivo de evitar la concepción de “hijos defectuosos”. 

A inicios del siglo XX, el movimiento por la templanza generó información relevante sobre el impacto de la exposición prenatal al alcohol (EPA). Según la doctora Brown, en torno a 1900 se determinó que las muertes fetales eran significativamente mayores en mujeres que consumían alcohol que en aquellas que no lo hacían.

También se descubrió que la placenta no frena el paso del alcohol y sus derivados al feto. Se demostró, por su parte, el riesgo incrementado de aborto, la muerte fetal y malformaciones congénitas en hijos de madres que consumían bebidas alcohólicas. 

Sin embargo, debimos esperar casi sesenta años para que investigaciones sistematizadas sobre el tema le pusieran nombre a este fenómeno. En 1957, una tesis no publicada de la pediatra francesa Jacqueline Rouquette fue el primer estudio en describir los efectos teratogénicos la capacidad de provocar defectos congénitos del alcohol. 

Luego, en 1964 y 1968, otro investigador francés, Paúl Lemoine, publicó sendos trabajos sobre el tema. Pero Lemoine no ha sido reconocido por sus aportes, entre otras cosas porque sus investigaciones se publicaron solo en francés y no tuvieron la repercusión que tendrían más tarde los investigadores estadounidenses Johns y Smith, quienes en 1973 acuñaron el término Síndrome Fetal Alcohólico. 

A pesar del escepticismo general al que se enfrentaron, los investigadores establecieron los patrones de defectos congénitos que hoy se atribuyen al alcohol. Estudios conducidos en otros animales confirmaron, de manera irrefutable, su teoría. Eso llevó a que en 1977 importantes instituciones como la FDA, el Instituto Nacional para el Abuso de Alcohol y Alcoholismo y los CDC publicaran estudios que limitaban la cantidad de alcohol a ingerir durante el embarazo y a que luego asumieran que ninguna cantidad de esta sustancia es segura en estado de gravidez. 

Como jugar a la ruleta rusa 

Distintos factores determinan el efecto de la EPA. Una vez que la futura madre consume alcohol, las concentraciones en la circulación materna y fetal rápidamente se equilibran. Sin embargo, el alcohol y sus derivados se eliminan mucho más rápidamente del cuerpo de la madre, lo que, en la práctica, potencia el efecto teratogénico de la droga, de acuerdo con un artículo de Nature, publicado en febrero de 2023. 

Según la misma fuente, el alcohol tiene varias dianas y su efecto en el organismo depende del momento, la cantidad y la frecuencia con que se ingiere. El impacto de un alto consumo a las 3 semanas de gestación no es el mismo que a las 10; se trata de momentos distintos del desarrollo embrionario. Lo mismo sucede con la cantidad y la frecuencia de consumo. No obstante, en cualquier momento es dañino y, reitero, ninguna cantidad es segura.  

La dotación genética tanto de la madre como del feto también van a influir en los efectos de la EPA. Por ejemplo, poseer distintas formas de una enzima llamada alcohol deshidrogenasa favorece que la droga se elimine del cuerpo más rápidamente. Sin embargo, confiar en que el organismo cuenta con la dotación genética adecuada para resistir a la sustancia es jugar a la ruleta rusa.  

¿Qué efectos produce la Exposición Prenatal al Alcohol (EPA)? 

La EPA produce groseras malformaciones en el cerebro, la más común (cercana al 20 % de los casos) es el micro encéfalo; es decir, la disminución por debajo de lo que se considera normal, de tamaño, peso y, lo que es más importante, de la dotación celular del órgano; esto es, de la cantidad de neuronas con que va a contar el bebé en su vida futura, según Nature. A esto se suman malformaciones en diversas áreas del cerebro. 

Adicionalmente, las alteraciones en la estructura del cerebro de los niños con EPA o TEAF no concluyen en el momento del nacimiento. A lo largo del desarrollo de niños y adolescentes con estos trastornos se han podido observar diferencias en la relación entre sustancia gris, la que contiene las neuronas, y la sustancia blanca, a través de la que se transmite la información neuronal.

Íntimamente relacionado con el desarrollo cerebral está el desarrollo cráneo facial. Se trata de un conjunto de cambios que deben ocurrir perfectamente coreografiados para que no aparezcan algunas de las más visibles y dolorosas alteraciones de este cuadro, como son: la fisura palpebral pequeña, el surco liso, el labio superior delgado, entre otras.  

Aunque estas son las alteraciones más visibles, no son las únicas. La EPA puede producir deformaciones en las articulaciones y extremidades; enlentecimiento del crecimiento antes y después del parto; problemas en la visión y audición en distintos grados; así como, defectos en el corazón, riñones y huesos, según un artículo

El pobre desarrollo cerebral en estos niños y adolescentes puede generar distintos grados de retraso mental, que en los casos más serios puede ser severo. Los niños con TEAF pueden tener problemas de coordinación y equilibrio; trastornos del aprendizaje, la atención y el procesamiento de la información, lo que puede llevarlos a tener dificultades con el razonamiento y la solución de problemas sencillos; dificultad para comprender el alcance de sus actos, hiperactividad y cambios de humor repentinos, según la misma fuente. 

Diagnóstico y tratamiento: la mejor cura es el amor

Todos estos trastornos se han agrupado en cinco patologías que completan lo que se conoce como TEAF. Van desde síndrome fetal alcohólico, en el que aparecen todas las malformaciones faciales y los trastornos más marcados del neurodesarrollo; el síndrome fetal de alcohólico parcial, que no incluye todos los síntomas; los trastornos del neurodesarrollo asociados con el alcohol, en los que básicamente aparecen impulsividad, problemas de atención y a la hora de tomar decisiones; defectos congénitos relacionados con el alcohol, que afectan distintos órganos, y los trastornos neuroconductuales asociados con la EPA,. Quienes padecen estos últimos suelen tener dificultades para cumplir con las actividades diarias, así como presentan trastornos del comportamiento

Para el diagnóstico de uno de estos síndromes se tienen en cuenta, en primer lugar, los antecedentes de EPA. Luego se buscan los llamados “rasgos centinelas”, a los que hicimos referencia anteriormente. 

Por último, existen tests y escalas que ayudan a los especialistas a ubicar al enfermo en algunos de estos cuadros. Idealmente, el diagnóstico debe hacerlo un equipo multidisciplinario compuesto por pediatras, neuropsicólogos, genetistas, logopedas, entre otros. 

El tratamiento de cada caso en particular dependerá de la complejidad del cuadro. Una persona con trastornos de neurodesarrollo asociados con el alcohol no necesita el mismo abordaje que otra con capacidad intelectual normal. 

El tratamiento medicamentoso para estos trastornos está bien establecido y, una vez más, deberá individualizarse en dependencia de las necesidades de cada paciente. Pero, reitero, ningún medicamento es capaz de curar los TEAF. 

No obstante, hay esperanzas. Las personas que reciben un diagnóstico temprano, idealmente, antes de los tres años, así como un seguimiento especializado, son capaces de lograr importantes habilidades sociales y una aceptable calidad de vida en dependencia de la gravedad de su cuadro. 

Sin embargo, hay consenso en que el diagnóstico temprano, la educación especializada y un ambiente familiar amoroso, estable y enriquecedor, pero sobre todo, sin violencia, son la mejor cura. 

Una afrenta a todos

De acuerdo con diversos estudios, 8 de cada diez personas con TEAF padecen, de manera conjunta de trastornos psicológicos, del desarrollo y del aprendizaje; trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), y otros problemas del neurodesarrollo y ansiedad, unidos al daño cerebral por la EPA. Adicionalmente, 5 de cada 10 personas con estos cuadros fueron expuestos antes de nacer, además del alcohol, a otras drogas y sustancias nocivas como el tabaco, la marihuana, estimulantes y opioides, y a situaciones riesgosas como poco acceso a los servicios de salud y violencia doméstica. Con esa herencia cargan incluso antes de llegar a este mundo. 

Esta falta de cuidados y responsabilidad por parte de los padres, así como la ausencia de un entorno amoroso y protector, produce que muchos de los pacientes con TEAF sean dados en adopción y tengan una mayor propensión al consumo de sustancias como el alcohol, la marihuana y otras drogas. De la mano con lo anterior, según los estudios citados antes, están los problemas con la justicia. Desde los diez años, una importante proporción de estas personas se ven envueltas en problemas legales. 

En Cuba, afortunadamente, este no es un grave problema de salud o social. De hecho, la isla tenía en el año 2017 la menor tasa consumo de alcohol durante el embarazo de la región, de acuerdo con un estudio aparecido en la Revista Panamericana de Salud Pública, con 4.8 %, muy por debajo del 23,3 % de Granada, que lidera la región en el indicador. 

Sin embargo, el deterioro de la situación económica y social de la isla favorece que el consumo de drogas en general, y de alcohol en particular, aumente. 

En ese sentido la única medicina es la prevención. La víctima final de estos trastornos somos todos, directa o indirectamente.

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