El consenso reina entre los que trabajamos en el gremio médico cubano: 2022 ha sido uno de los años más duros desde que se tiene memoria, exceptuando, por la COVID-19, 2021. En los últimos doce meses el sistema de salud de la isla enfrentó situaciones inusuales, además de los retos cotidianos de cualquier organización de su tipo, en medio de la mayor crisis multisistémica que se ha visto desde el Período Especial. El impacto se ha visto tanto en la salud de los cubanos como en la calidad de la atención médica que reciben.
Pandemias, epidemias y endemias
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), se entiende por pandemia una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Tal es el caso de la COVID-19.
Hablamos de epidemia cuando la enfermedad se propaga durante algún tiempo en una zona y afecta simultáneamente a gran número de personas, como la Viruela símica.
Por su parte, hablamos de endemia para referirnos a una patología que se da habitualmente, o en épocas fijas en una zona, por ejemplo: el Dengue y la Leptospirosis. Este año, la salud cubana ha tenido que hacer frente a las tres.
Comencemos por la pandemia: decir que la COVID-19 ha cambiado el mundo es casi un lugar común. Desde el descubrimiento de los primeros casos a finales de 2019 hasta la fecha se han detectado más de 657 millones de enfermos; es decir, el 8,37 % de la población mundial. 6,68 millones han fallecido; o sea, cerca de una de cada mil personas en el planeta.
La trayectoria de los números de la COVID-19
Para Cuba, 2022 comenzaba con algo más de 966 mil casos confirmados y 8 323 fallecidos. Hasta el 24 de diciembre de este año el número de diagnósticos se elevaba a 1 millón 111 mil pacientes; es decir, 145 mil nuevos casos y 207 fallecidos. Sin embargo, la inmensa mayoría se concentró en los primeros cuatro meses: desde el primero de mayo hasta la fecha solo se han reportado en la isla 8 581 casos y 3 fallecidos. Gracias a ello, desde principios de junio el país volvió paulatinamente a la normalidad.
Fue posible gracias al positivo efecto de las vacunas cubanas contra la COVID-19 y por la extensa campaña de vacunación que se llevó a cabo. Al cierre del 22 de diciembre se habían administrado 42,6 millones de dosis y el 90,3 % de la población cubana tenía su esquema de vacunación completo. Esto sitúa al país en una franja de naciones de avanzada que tienen a más del 85 % de su población completamente vacunada.
Contención de otras epidemias
Otro de los éxitos del Ministerio de Salud Pública ha sido evitar la entrada a Cuba del Cólera y controlar oportunamente la propagación de la Viruela símica.
En el caso de la Viruela, a finales de mayo se comenzaron a tener noticias. El 23 de junio, ante el explosivo aumento del número de casos, se reunía por primera vez la Comisión de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para valorar su impacto en el mundo y un mes después se tomaba la decisión de incluirla en la lista de enfermedades consideradas como emergencia sanitaria internacional. Para el 22 de diciembre, se habían reportado en el planeta 83 424 pacientes, de ellos 82 258 en países donde no era endémica y 72 muertes, 58 de las cuales tuvieron lugar en países donde históricamente no se diagnosticaban casos. En Cuba, mientras tanto, solo se reportaron 8 enfermos, el último de los cuales se dio a conocer el 12 de octubre, y un fallecido.
Por otro lado, impedir la entrada al país del Cólera cuyo brote tiene lugar desde inicios de octubre en la vecina Haití y que ya afecta a cerca de 18 800 personas con 342 fallecidos, ha sido otro logro del control sanitario doméstico, lo cual resulta particularmente complejo ante la abertura de las fronteras y de los frecuentes intercambios.
Enfermedades endémicas como el Dengue y la Leptospirosis fueron motivo de particular preocupación. Con la llegada del verano, en julio se daba a conocer que el país tenía las mayores cifras de infestación por el mosquito Aedes aegypti en los últimos quince años. En septiembre, la situación había empeorado y se decretaba “trasmisión activa de la enfermedad” en catorce provincias.
En cuanto a la Leptospirosis, en varias regiones del país se dieron alertas epidemiológicas. Sin embargo, en ambos casos se logró controlar la situación y evitar que se declarara una epidemia por alguna de las dos enfermedades.
Entre falta de medicamentos, crisis y desastres
A pesar de los éxitos, la crisis se ha hecho sentir en el sector de la salud. Según datos del Ministro de Economía y Planificación, entre 2020 y octubre de 2021 la isla perdió un 13 % de su PIB; en el año fiscal 2022 llegaron a tierras estadounidenses casi 178 mil cubanos; además, la nación se vio afectada por una severa crisis energética, a lo que se unieron desastres naturales como el huracán Ian y las explosiones en el Hotel Saratoga y la Base de Supertanqueros de Matanzas.
Lo anterior tuvo un impacto en la situación sanitaria del país y en la calidad de los servicios. Uno de los ejemplos más contundentes es que la endemia del Dengue no pudiera controlarse de un modo más expedito, por la falta de combustible y de personal para llevar a cabo una efectiva campaña hacia el interior de los hogares, tal y como solía hacerse todos los años. Así lo reconocía la Viceministra de Salud Pública.
Otro tema que se ha vuelto crónico es la falta de medicamentos e insumos. En septiembre, comparecían en la Mesa Redonda directivos del sector de la salud para explicar las causas que dificultaban la producción de medicamentos. Entre ellas enumeraron “la falta de financiamiento oportuno” y “problemas con el pago a proveedores” debido a la negativa de algunos bancos para trabajar con Cuba, lo que se unió a carencias de algunas materias primas en el mundo. Esto trajo como consecuencias un déficit promedio mensual de 142 productos, casi el 40 % de lo que BioCubaFarma provee al cuadro básico.
En estas circunstancias, las personas han tenido que satisfacer sus necesidades en el mercado informal, donde los altos precios limitan el acceso a los sectores menos favorecidos de la sociedad, lo que incluye a muchos jubilados, creando de esta manera diferencias de acceso entre las personas, además de implicar riesgos.
Se suma la emigración de profesionales, en particular los más jóvenes, algo sobre lo que todavía no hay cifras oficiales, pero que hace que se resienta la calidad de la atención. Se refleja además en las largas listas de espera y el retroceso de indicadores como la mortalidad infantil, una de las banderas y motivos de orgullo para el sistema de salud cubano.
El año 2021 terminó con una tasa de 7,6 niños fallecidos por cada mil nacidos vivos, cifra que no se alcanzaba desde hace veinticinco años. Lo anterior fue achacado al impacto de la pandemia sobre la población y el sistema de salud. Sin embargo, a dos meses de que concluyera 2022 los resultados no eran mucho mejores, informándose una tasa de mortalidad infantil de 7,4 por cada mil nacidos vivos.
Entre las causas, las autoridades del Minsap señalaron la existencia de plantillas incompletas en nueve de las 15 provincias del país; violaciones de proceso en algunas instituciones que dieron lugar a la aparición de sepsis adquirida, una de las principales causas de muerte infantil y materna. El deterioro de las instalaciones de salud por falta de recursos e inversiones impidió mejores resultados.
Revertir estas tendencias supone un reto enorme para la salud cubana y para el Estado, del que el sistema depende. Con todo, se impone la búsqueda de soluciones, en especial cuando las máximas autoridades dicen que “2023 tiene que ser un mejor año”. Sin embargo, las prioridades parece que estarán en dar respuesta a los complejos problemas de la economía, tal y como sucedió este año.
Por otro lado, también se tratará de un período de intensas discusiones y cambios hacia el interior del sector y para toda la sociedad con lo relativo a la nueva propuesta de Ley de Salud Pública.
Y el impacto de la guerra económica del gobierno de EEUU, cuál es ?