Voces cubanas: Ernesto Daranas

"A estas alturas son mucho más necesarios los diálogos que los discursos, pero debe ser un diálogo de todos, no solo de los intelectuales."

Foto: Alex Medina

En un momento de crisis económica y de muchas incertidumbres, de una “tercera ola” pandémica desafiante y de un bloqueo norteamericano injustificable desde una lógica democrática, de derechos humanos y de legalidad internacional, se advierten hoy en Cuba muchos debates cruzados que impulsan imaginarios disímiles sobre la esfera pública cubana.

La discusión enrola temas viejos y nuevos: el diálogo, la capacidad y los límites del modelo político; el rechazo o la asunción de legados del pensamiento político para enrumbar el destino de la nación; cómo gestionar las crecientes demandas de diversos sectores de la sociedad; el lugar del intelectual y la oportunidad de discursos críticos; el manejo y la utilización de los medios públicos de información; la prensa independiente; el financiamiento y la injerencia extranjera en los asuntos cubanos; el “linchamiento” mediático; el alcance y el sentido de disposiciones constitucionales (libertad de expresión, libertad de movimiento, etc.); el Estado de Derecho, los derechos humanos, la democracia, entre tantos otros.

Ninguna de estas cuestiones tiene la suerte de ser un “Don apacible”. La presunta calma —como en la trama de Mijail Sholojov—, está rodeada y salpicada por interpretaciones disímiles que fijan o disputan los límites y legitimidades de la esfera pública. La búsqueda de los referentes teóricos e ideológicos se han puesto en escena, una vez más, en un debate abierto y frontal sobre los orígenes y las particularidades del “socialismo cubano”, sobre lo que tiene que decir la idea liberal, republicana o socialdemócrata en esta parte del mundo —y en este momento histórico—, y por la noción y alcance de lo “revolucionario”, sobre la “univocidad” o pluralidad de la izquierda. Es una discusión sobre el poder y por el poder existir. No hay ideas estériles ni posiciones ingenuas: todas buscan sentidos, construir o reafirmar identidades políticas, acercarse a lo “posible” o a lo “establecido”, las rutas o los escenarios para la emancipación.

En este instante, la lucha por las palabras es una lucha por reivindicaciones, por el sentido “original” o “derivado” de ellas y por cuán conveniente resulta para legitimar posiciones ideológicas y políticas en un sentido u otro. No queda ningún campo simbólico o material sin disputa. Pero son, a la vez, esferas frágiles para la manipulación, para desvirtuar en un sentido u otro el contenido material de cada una de ellas, para masacrar convenientemente, y de acuerdo a determinadas agendas particulares o colectivas, lógicas conductuales o morales. Todo ello plantea un espectro político que se pregunta una y otra vez por la esfera pública cubana, por su futuro, por sus posibilidades, por sus disrupciones y por sus empalmes ideológicos en un momento delicado y de reajustes como el que está viviendo.

Sobre algunos de estos temas, estrenamos la serie “Voces Cubanas”, abierta a destacados intelectuales cubanos, con distintas visiones y formaciones. El lector advertirá un diálogo honesto, sincero, sin estridencias, que busca fomentar un debate necesario sobre temas que entroncan con la esfera pública cubana. Es ese el espíritu de esta serie, que contará en su primera parte con una entrevista al director de cine Ernesto Daranas, y seguirá en las próximas semanas con varios dossiers en torno a estas mismas preguntas.

Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el diseño del Estado cubano en capacidad para absorber y gestionar esas demandas?

Creo que la evidencia está a la vista, apenas existen mecanismos de participación sistemáticos, mientras que los medios de comunicación, y la propia Asamblea Nacional, están regidos por una agenda que no siempre sintoniza con los problemas más urgentes del cubano de a pie. Esto ha ido aislando la gestión del Estado hasta el punto que, en la práctica, son las redes sociales las que están canalizando esas demandas.

¿Crees que es lo que estaría pasando con la Tarea Ordenamiento?

Exacto. No es lo mismo sacar una cuenta en el despacho de un ministerio que sobre la mesa de una familia que ha empezado a comer una sola vez al día. Es cierto que sus niños van a la escuela y que si el abuelo se enferma podrá ir al médico, el problema radica en que esa propia manera en la que viven condiciona la salud, la educación y las expectativas reales de esa familia.

De diferentes formas, las redes están expresando estas contradicciones, evidenciando que una buena cantidad de cubanos no está de acuerdo con la manera en la que el pacto social de la Revolución está siendo reinterpretado luego de que la vida de varias generaciones se ha visto regida por esas reglas de juego.

Por eso, no aprueban la dolarización, ni aceptan el apellido de “indebidas” a gratuidades que entienden que han pagado con sus bajos ingresos a lo largo de sus vidas, como tampoco les parece que exista una relación aceptable entre el incremento de los sueldos y la subida de los precios de los productos y servicios.

En general, cuestionan un cálculo hecho en base a la subsistencia porque entienden que debe tenerse en cuenta que todos necesitamos vestirnos, tener un televisor y una nevera, pasear con la familia, saldo en el móvil, arreglar el techo de la casa, tomarnos el domingo una cerveza, acceder al ocio, a la cultura y a esas pequeñas cosas tan importantes a la hora de hablar de calidad de vida, incluso entre personas de bajos ingresos.

¿Qué es lo que ha fallado entonces, si lo consideras así, en estos primeros meses de la Tarea Ordenamiento?

Recuerden que hace unos años el proceso de reformas sí fue precedido de una amplia consulta popular que quedó expresada, al menos parcialmente, en los Lineamientos del Partido. Sin embargo, ahora el gobierno reconoce que la mayor parte de esos Lineamientos no se han cumplido. Lo que está fallando entonces no es solo la ausencia de un modelo más participativo, sino la capacidad del Estado para gestionar eficazmente sus propias metas.

¿Qué consideras de la intensificación de las sanciones a Cuba que tuvieron lugar durante la administración Trump en medio de esta crisis agravada por la pandemia?

El bloqueo es injusto porque coloca sobre la espalda de la gente común la presión que se pretende ejercer sobre un gobierno, pero también es injusto que nuestro modelo social y económico no haga todo lo necesario para que el talento y la libre iniciativa de este pueblo constituyan el gran motor de nuestro propio desarrollo. Ahora mismo con la pandemia se da la paradoja de que mientras que la gente se expone al virus haciendo colas, la ciencia cubana trabaja en varios candidatos de vacunas. No sé si hay otro país en el que coexistan esos dos extremos. Y este mismo talento que hay en la ciencia lo encuentras en casi cualquier zona de nuestra vida social, política, cultural y económica. Ese es entonces el único capital que Cuba tiene ahora mismo en sus manos.

¿Qué hacer entonces?

No soy economista, pero está claro que una libra de carne de cerdo a 100 pesos o un agromercado semivacío en un país cundido de marabú y rodeado de mar no se explica solo con el bloqueo. Nuestra prosperidad no puede estar eternamente a expensas del aliado de turno, del dólar del emigrado y del turista o del cambio de gobierno en los Estados Unidos. No es posible que tengamos una Ley de Inversión Extranjera y que no esté priorizado el derecho empresarial del cubano de llegar hasta donde su capacidad se lo permita. Simplemente, no puede haber una independencia real sin independencia económica y no hay futuro a la vista si gran parte de los jóvenes y del mejor talento del país continúa emigrando en busca de las oportunidades que deberían encontrar en la nación que los ha formado.

Es una dinámica que causa impacto en la composición clasista (o de sectores, depende la terminología que se quiera asumir) de la sociedad cubana y sus dinámicas de desigualdad….

El problema no es que haya más ricos, el problema es que haya menos pobres. De todos modos, esos intereses de clase que mencionan ya existen y están representados, entre otras figuras, por una nueva clase de empresarios.

El actual modelo económico privilegia el rol de empresas y grupos militares y civiles que administran varios de nuestros principales rubros económicos y gran parte del flujo de divisas del país, con reglas de juego diferentes a las de otros sectores estatales y privados que son cruciales para la mayoría del pueblo.

Es lo que explica, por ejemplo, el desbalance de la inversión en sectores como las inmobiliarias y el turismo con respecto a otros tan sensibles como la agricultura, la pesca, la vivienda o la propia salud pública.

Un diseño así frena no solo a la iniciativa privada, sino el desarrollo de los propios modelos de gestión de la propiedad y la producción socialistas. La consecuencia es un aparato burocrático gigantesco que propicia todo tipo de irregularidades.

No hay una corrupción mejor que otra, y aunque el Noticiero elija mostrarnos la caída de los llamados “reyes de los puercos, los quesos y las cebollas”, la realidad es que el diseño que corrompe se consolida sin que apenas se hable de eso, con la agravante de que es un modelo que hace de Cuba un blanco mucho más fácil de sanciones.

No hay más vueltas que darle entonces, sin producción y sin mercado interno no puede haber una economía real, ni exportaciones, ni una Tarea Ordenamiento efectiva, ni se puede aspirar a un país mejor para el cubano de a pie y, por derivación, atractivo a la inversión extranjera. Y no es verdad que haya que renunciar al socialismo para eso, porque son las leyes y las reglas de juego de una sociedad las que determinan de qué manera la riqueza que se genera se revierte en derechos y justicia social. Lo que pasa es que esas reglas han de estar claras y ser las mismas para todos.

En un contexto económico y social tan complejo, ¿cuál cree usted que sería el rol del intelectual en la Cuba de hoy? ¿Hay necesidad de discursos críticos en nuestra sociedad?

A estas alturas son mucho más necesarios los diálogos que los discursos, pero debe ser un diálogo de todos, no solo de los intelectuales. El problema ahora son las colas, la parálisis productiva, los techos cayéndose, el peligro de que se agrave esta crisis alimentaria, los hospitales sin antibióticos, la corrupción, el burocratismo, la pandemia, el éxodo de los jóvenes y los profesionales, el bloqueo, la grieta de la desigualdad social, la nueva dualidad monetaria, la inflación que la escasez y el propio dólar generan, la cantidad de gente cuyos nuevos salarios no logra cubrir lo más básico para su subsistencia, esa otra gran cantidad de ciudadanos que no ha recibido un incremento en sus ingresos, la necesidad de una apertura económica verdadera y el respeto a las libertades básicas. Se trata de mejorar este país y devolvernos un proyecto de vida con una noción de futuro. Los intelectuales no somos el ombligo del mundo, pero tenemos una obvia responsabilidad frente a esto.

Existe hoy un gran debate sobre el financiamiento extranjero de proyectos dirigidos a la subversión en Cuba ¿Cómo entender este fenómeno en el contexto político, económico y social cubano? ¿Pueden delimitarse en ese campo a sectores, grupos, medios?

Creo que todo intento de un Estado por subvertir directamente el orden de otro Estado resulta cuestionable, y lo digo sin importar en qué sentido esa intromisión tenga lugar. Fuera de eso, está claro el derecho a ser financiado que tiene cualquiera. De hecho, el Estado lo ejerce buscando inversiones y, en el caso de las remesas, no se detiene a filtrar quién las remite. Lo que sí sería saludable es que, como sucede en otras partes, esta información fuera pública, o por lo menos abierta a la consulta, sin distinción de que se trate de actores estatales o privados.

Parecería que el discurso periodístico ha sustituido, en alguna medida, los procesos jurídicos para juzgar, aportar pruebas, presumir inocencia, en el caso de acusaciones sobre vínculos de personas o entidades con proyectos de subversión y “cambio de régimen” contra Cuba. ¿Qué opinión tiene sobre este problema?

El periodismo no se hace con diatribas. Si tú me dices que hay alguien pagado por el gobierno de Estados Unidos, entonces te corresponde ofrecerme pruebas concretas y permitirle a esa persona expresar su punto de vista, solo así yo puedo ejercer también mi derecho a conocerlo. Ese es el periodismo. Fuera de eso, disentir frente a lo que uno considera que está mal en su país no convierte a ningún cubano en anexionista, agente del imperio o autor de algún “golpe blando”. De hecho, conozco a varios de los jóvenes del 27N y me consta que no son nada de eso. Los escritos de varios de ellos, y de algunos de sus padres, reflejan una madurez que ha calado incluso en muchos revolucionarios que entienden que no hay derecho a difamar, asediar, privar de su trabajo, encarcelar, agredir o denigrar a nadie que se exprese o manifieste de manera pacífica.

No se puede criminalizar el pensamiento ni los anhelos de cambio de ningún cubano. Pero eso no sólo está ocurriendo ahora, bajo la tensión de un momento tan complejo como este, sino que ha sido una tendencia responsable de varios de los episodios más oscuros de la Revolución, dañando la vida de mucha gente honesta, y que afecta incluso a quienes ejercen su derecho a expresar su idea de qué cosa puede y debe ser el socialismo cubano. Lo que pasa con todo esto es que hemos llegado al punto en que cada vez son más los que ya no ven en el lapidado a su enemigo y eso indica que todos están perdiendo algo con el traslado de los actos de repudio a los medios. No se puede pasar por alto que el cubano de la Isla ya ha visto regresar como salvadores a esos mismos cubanos a los que ayer les pidieron que le lanzaran un cartón de huevos. La manipulación, obviamente, va perdiendo su eficacia, lo que no la hace menos injusta, peligrosa y censurable.

 ¿Cuáles cree que son los desafíos más complejos para el socialismo cubano en este momento?

Por solo citar tres: el dogmatismo, la corrupción y la pobreza. Los dos primeros frenan la renovación que necesita y el tercero es, en no poca medida, una consecuencia de ellos.

Se avecina un nuevo Congreso del Partido, ¿qué espera de él?

No espero nada que no provenga de nosotros mismos y de nuestra disposición a aceptar el derecho del otro a pensar y actuar de manera diferente. No creo que la unanimidad absoluta sea posible entre mujeres y hombres honestos, y sin honestidad no puede haber consensos auténticos. Cualquier cubano sabe que la verdadera vanguardia está en el pueblo y que lo principal de un dirigente no son los formalismos de su militancia, sino su capacidad y su interés en conectar con las necesidades reales de la gente. Por eso es tan importante que esos dirigentes puedan ser electos de una manera directa por el pueblo al que se deben. No hay mejor manera de sintonizar la gestión del gobierno con nuestras verdaderas urgencias. 

Finalmente, ¿cuáles cree que son los límites de la legitimidad en la actuación ciudadana en Cuba?

Deberían ser los que la Constitución establece. Por eso está claro que la actuación ciudadana pacífica es siempre legítima, y es a partir de ella que hay que seguir insistiendo en la posibilidad de un diálogo real permanente. Aunque parezca que no tiene sentido, ese diálogo es la única oportunidad verdadera que tiene cada una de las partes, por lo menos yo no concibo otra manera de que una “nueva normalidad” comience a ser posible entre nosotros.

En Martí hay un excelente referente para iniciar ese proceso y en su legado está todo lo que Cuba necesita en este momento. Por cierto, si van a usar alguna imagen que acompañe a esta entrevista, me encantaría que fuera el Martí que ha ilustrado Carolina Barrero.

Ilustración: Carolina Barrero

 

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