No le hagan caso a Gardel. Veinte años sí es algo, es mucho. Si no pregúntenle a Rubén Marín, director de Primera base, agrupación pionera del hip hop en Cuba. El uno parece ser su número de la suerte: Gran premio en el primer Festival de Alamar, en 1995; primer disco de rap cubano, Igual que tú, en 1998; y por si fuera poco, los primeros en obtener un premio Cubadisco, ese mismo año.
Escuchando “música negra”, que llegaba por FM hasta su viejo radio Selena, le llamaron la atención aquellos que estaban “hablando arriba del ritmo”. Entonces surgieron los Funky boys, así, tan chic. “Fíjate hasta dónde llegó la influencia americana”. Mientras otros raperos, al no poder producir instrumentales propios, utilizaban backgrounds copiados, ellos tuvieron desde el principio temas completamente suyos.
Empezaron por la improvisación o free style. “Llegó un momento en que pudimos dominarlo tan bien y lo hacíamos tan seguido, que fuimos enriqueciendo el vocabulario, siendo más coherentes. Muchas veces ‘se formaba’ en la calle: íbamos en la guagua, comenzábamos a freestylear y a la gente le atraía eso”.
Un día se dieron cuenta de que tener un nombre en inglés no les favorecía, y el 16 de agosto de 1993, en medio del mes más caliente del período especial, se convirtieron en Primera base. “No teníamos conocimiento de que existieran otros raperos en Cuba, estábamos tratando de abrir monte, como se dice”.
Era la época de los casettes y las cintas cromadas. “Cuando aquello no había rap, no había na’, pa’ qué /pero me esforcé /te abrí las puertas para que hoy estés. /En esos tiempos había que echarla buena /había que ser bueno entre los buenos pa’ romper barreras. /Estaba la puerta cerrada y cogí un madero /y a golpes y trancazos entré en el juego. /La cultura cubana dijo: qué cosa es esto /es un género foráneo que hoy por hoy es nuestro”.
“Estaba fuerte, había una crisis enorme. Al vivir ese momento teníamos muchas anécdotas que contar. Siempre nos basamos en las críticas sociales, pero después la madurez nos hizo entender que fuimos muy severos. Creo que fue una etapa en que había muchas más cosas que decir, y muchas cosas que hacer. Nos marcó de forma excepcional, el público estaba ávido de algo nuevo, y entendió la fuerza de la palabra”.
Los otros dos tercios del grupo, Javier Durán (Doctor D) y José Ángel Sastre (MC White), decidieron continuar, a principios de este siglo, como Cubanito 20-02. “Hubo decepción entre muchos raperos, producto del mismo movimiento de hip hop y de los medios de difusión. El mercado también ha propiciado esos cambios. Ellos simplemente buscaron la fórmula, un mercado para introducirse. Hoy yo fuera un Cubanito 20-02, me hicieron la propuesta y dije que no, que quería seguir siendo Primera base. Al principio está el dolor, pero con el tiempo uno se da cuenta de que fue el camino que cada cual debía escoger”.
Actualmente El Malvado (Yordani Romay) y Polaco Dj (David Estrada) completan el equipo, que se expande hacia otros horizontes musicales, buscando un estilo más maduro. Su más reciente álbum lo confirma. Mezcla es eso mismo: jazz con rumba, blues más hip hop, bolero y funk. Se trata de una producción completamente acústica, ejecutada por la banda municipal de conciertos de La Lisa.
Los proyectos van en cuerda ambiciosa. “Estamos cocinando la idea de sacar algunos temas inéditos. Hicimos una versión de Habana, de los Zafiros, y queremos grabar un disco entero con canciones de ellos llevadas a rap”.
Ampliar el espectro pasa también por las letras. Así, por ejemplo, el amor es una puerta para abordar problemáticas sociales: “Yo me empaté con una nena de color bien pálido/ y la gente de mi raza dijo que eso no era válido/ pero como no vivo con prejuicios ni problemas/ eché palante y me dije/ a lo mejor es buena”.
Sin embargo, todavía hay quien ve con sospecha la experimentación en el género. “No somos una secta religiosa, la música es universal. ¿Fusionar con el jazz es un delito, cuando el jazz fue tan discriminado como el rap? ¿Fusionarnos con la rumba es un delito, cuando la rumba aquí no se podía oír?”
Para Rubén, que también ha incursionado en el reguetón, el antagonismo de este con el hip hop es falso. “Muchos han hecho las dos cosas. No todo el mundo puede ser underground, porque el mismo que me está oyendo los temas políticos, también quiere bailar”.
SOY RAPERO, dice su pulóver, rebosante de orgullo. “Creo que tiene que haber un compromiso social, para que las nuevas generaciones vean en nosotros una forma de romper barreras y buscar soluciones. Para mí el rap es un sistema de poesía moderna, poesía popular, que nos facilita, decir muchas cosas, hacer grandes cosas a través de la música”.
En veinte años no han faltado detractores, gente que ha dicho “ustedes están locos, el rap es de los americanos”, o “deja eso, compadre, eso no da nada”. “Es que yo no estoy en el hip hop porque dé o no dé, sino porque me gusta”.
Pero han sido más los que encontraron en ellos inspiración, quienes los consideran clásicos de la old school, como se llama a los raperos de “los noventa y pico”. “La mayoría nos dice que fuimos una gran influencia, y eso te llena de satisfacción”.
Si hablamos de reconocimiento hay que mencionar a Guanabacoa. “Puedo decir con tremendo orgullo que soy de allí, porque las personas de mi barrio nos apoyaron incondicionalmente. Metíamos dos mil almas en el Anfiteatro, cerrado por capacidad”.
Luego el agradecimiento se hace rimas: “Sí, el contén de aquella esquina/ donde día tras día se sigue echando pila/ donde hay mulatas, café/ donde la negra Mercé sigue sonando el bembé/ y jamás me iré/. Ashé yo está pedir pa’ usté, pa’ usté/ como también yo está pedir salú y fe”.
Rubén ha recorrido todo el país, entre conciertos y audiciones de la Agencia Cubana de Rap, donde compartió jurado con renombrados músicos. “Ellos quieren aprender de nosotros y nosotros tenemos que aprender de ellos, ahí es donde está la integridad y la inserción en la cultura nacional”.
Haber vivido todas las etapas del movimiento de hip hop en la Isla le permite ponderar sus triunfos y carencias. “Hemos logrado institucionalizarnos y profesionalizarnos, hemos traspasado barreras internacionales, que el mundo nos valore y diga que hay un rap cubano muy bueno. Pero, aunque todos nos conocemos, estamos trabajando aislados, no como movimiento”.
Preocupado por la manera de proyectarse los raperos ante la sociedad, aboga por su preparación, la cultura que deben llevar por dentro y por fuera. “La forma de decir es muy importante, es cómo nos ve la gente”.
El recién concluido 9no Simposio de Hip Hop Cubano estuvo dedicado a las dos décadas de Primera base. Celebraciones como esa hacen pensar en el tiempo, en estar Añejo, como dice el tema: “Uno nunca sabe qué va a pasar mañana/ si te recordará la gente/ si te saludarán los chamas”.
Este raper lleva un “candado” encanecido, alguna vez intentó borrarlo de su cara, incluso disimular con un tinte negro. “Se veía toca’o”, confiesa riendo. Pero las matemáticas no fallan: si fundó el grupo con 19 años, y ya han pasado 20 más, eso da 39. Media vida haciendo rap. (¡¿Te parece poco, Gardel?!).
Ahora desempolva textos que ni siquiera recordaba haber escrito, incursiona en el audiovisual, imagina un “puesto de mando” para orientar a las nuevas generaciones. “A veces me quedo en shock porque me han dicho: ya estás viejo Rubén, ya tú llevas una pila de años. En ese momento reacciono y me pregunto: ¿estaré viejo de verdad? ¡Naa!, no lo creo, no lo creo.”