La Asociación Americana de Pediatras de Estados Unidos publicó esta semana un informe en el que afirma que los padres deben evitar tanto el “correctivo físico” como el “abuso verbal”, junto con todo lo que pueda causar “vergüenza o humillación” en los niños y niñas.
“Las estrategias disciplinarias aversivas, que incluyen todas las formas de castigo corporal para la formación de niños, son cero eficaces a largo plazo”, dice el documento. Los investigadores relacionan el castigo corporal con un mayor riesgo de resultados negativos de comportamiento, cognitivos, psicosociales y emocionales para los niños.
La AAP había desalentado previamente “las nalgadas” pero este informe va más allá. El informe actualizado, que ofrece orientación a los pediatras en los EEUU, declara la (in)efectividad del castigo corporal, definido como “golpes no agresivos y abiertos con la intención de modificar el comportamiento infantil”.
Además de posibles consecuencias en el mediano plazo, en el corto plazo el “correctivo” tampoco sirve. Según los investigadores, los efectos del castigo corporal son, a lo sumo, “transitorios”: a los 10 minutos de haber sido castigados, el 73% de los niños estudiados habían retomado el mismo comportamiento por el que fueron castigados”.
Otro estudio, cita la AAP en su documento, observó a unos 5 mil niños y niñas, de 20 ciudades grandes de los EE.UU. con edades de entre uno y nueve años. Encontró que los niños y niñas que fueron azotades más de dos veces al mes fueron más agresives en las encuestas posteriores. “Los niños y niñas que experimentan mayor agresión en la casa luego son más agresivos en la escuela y tienen mayor riesgo de trastornos de salud mental”, afirmó el Dr. Robert D Sege, autor principal de la declaración de la AAP.
La máxima organización que nuclea pediatras en Estados Unidos sugiere que, “en lugar de azotes, los padres deberían usar un refuerzo positivo como un medio primario para enseñar un comportamiento aceptable”. Esto es, en vez de castigar cuando algo va mal, solo premiar cada vez que algo va muy bien. También recomienda usar un “tiempo de espera” cuando un infante rompe una regla específica “para que el propio niño o niña recapacite por sí mismo”.