Casi 2,000 integrantes de la caravana llegaron a la frontera entre México y Estados Unidos a la altura de Tijuana el jueves, y se espera que la cifra aumente debido al goteo constante de autobuses. La ciudad, cuyos albergues privados funcionan muy por encima de su capacidad, para 700 personas, habilitó el gimnasio y un complejo deportivo vallado para hasta 1.000 personas, aunque podría acoger a hasta 3,000.
En un centro deportivo en el norte de la ciudad se instalaron filas de colchones y mantas para 360 inmigrantes en el piso del gimnasio. Las condiciones de vida, precarias, son similares a las que narrara On Cuba sobre los cubanos varados a principios de 2017 en Nuevo Laredo.
La recepción social de la comunidad de Tijuana no fue agradable. Según Patrick Mc Donnell cronista de Los Angeles Times, “después de un mes en la carretera, cientos de viajeros de caravanas descubren que no son bienvenidos en Tijuana”.
El alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastelúm, dijo que “todo transcurrió en desorden, con gente bebiendo, fumando marihuana, gritando por las calles, dispersándose por las playas y trepando por las cercas fronterizas”.
El miércoles por la noche, los residentes del exclusivo distrito de Playas de Tijuana protestaron por la presencia de los migrantes y se desataron algunos enfrentamientos entre los locales y la mayoría de los miembros de caravanas. La policía intervino para separar: arrestó por algunas horas a algunos de los migrantes. Los vecinos dijeron sentirse “inseguros”. No se registran protestas similares de los vecinos locales por la pugna entre carteles para controlar el tránsito de droga hacia Estados Unidos, que deja más de cien muertos al año
El director de un sitio de empleos que opera en Tijuana (empleonuevo.com), Noé Morales, dijo a un medio local: “la cultura e ideología con la que viajan los migrantes centroamericanos no se asemeja a la que mostraron los haitianos que llegaron al estado en 2016”.
Desde 2016, más de 15,000 haitianos han llegado a la ciudad, allanando el camino para una bienvenida cautelosa por parte de algunos lugareños.
Víctor Coronel, jefe de la unidad de asuntos migratorios de la policía de Tijuana, dijo a un cronista de AP: “No hemos tenido ningún problema con los haitianos. “Ellos vinieron y trabajaron, dos años más tarde y todavía me sorprende lo maravillosos que han sido, espero lo mismo para este grupo”. Sin embargo, varias crónicas mostraron que la vida de los haitianos en Tijuana ha sido complicada. Un reportaje publicado en Revista Late narraba hace un año: “En Tijuana, lo que ha dado en llamarse Pequeña Haití, se ha erguido como una ficción que se desarrolla entre vertederos”.
Linda Borde, una supervisora del centro de llamadas de emergencia, de 41 años, dijo al diario inglés The Guardian: “si vinieron a trabajar, si van a mejorar la ciudad, como los haitianos, son más que bienvenidos”. “Lo más probable es que muchos de ellos no puedan cruzar. Entonces, si se van a quedar aquí, debería ser al menos encontrar un futuro para ellos mismos “.
Dado que los inspectores estadounidenses en el principal cruce fronterizo hacia San Diego tramitan apenas unas 100 peticiones de asilo diarias, los migrantes tienen cada vez más posibilidades de quedarse varados esperando durante meses.