Un estudio de la Universidad de Carolina del Norte ha demostrado que en Estados Unidos la circulación de los diarios ha caído de 122 millones de ejemplares a 73 millones en 15 años y que desde 2004 han cerrado casi 1,800 diarios y semanarios. En todo el país ahora suman algo más de 7,000. No es ninguna pequeñez, pero lo sorprendente ha sido el despeñadero por el que han caído sobre todo, diarios de pequeña y mediana circulación, periódicos y revistas locales que practicaban eso que en las cátedras se denomina “periodismo de proximidad”.
La profesora de Periodismo Penelope Muse Abernathy, quien ha compilado estas estadísticas advierte de la existencia de “desiertos noticiosos” en localidades que han dejado de tener cobertura informativa diaria y cuyos acontecimientos han dejado de ser noticiables, es decir, de ser considerados aptos para integrar los flujos noticiosos.
Un cada vez más demostrable teorema asegura que lo que no se hace público, no existe.
Siendo así, un número cada vez mayor de personas y comunidades, sobre todo habitantes de pequeñas y medianas localidades o pertenecientes a determinados sectores, gremios, tribus o grupos de cualquier índole; pequeñas y diversas identidades sociales, se van volviendo relativamente “invisibles” o irrelevantes. La contracción en la circulación periodística y el número de cabeceras, deja sus “muertos”.
Esas zonas de sociedad dejan de estar representadas en las coberturas periodísticas de los diarios que van quedando en pie.
Por otra parte, la investigadora advierte que muchos de los diarios que han resistido pueden ser considerados “periódicos fantasma”, sombras de lo que fueron en cuanto a circulación, ambiciones y capacidad de influencia.
Otro dato llamativo y resultado de aquellos otros es que el número de periodistas en Estados Unidos que trabajan en diarios se ha reducido a la mitad desde 2004.
De ser una profesión muy valorada socialmente y privilegiada por sus accesos al poder, el periodismo viene sumando bajas y decadencia sostenidamente desde hace décadas.
Desde los inicios de Internet, con la evolución hacia los formatos digitales de los medios, la expansión del mercado de noticias y de los ofertantes –salpicado con eso que llaman “intrusismo profesional”–, una de las tendencias más claras, no solo en Estados Unidos o en los países de economías superdesarrolladas, sino en casi cualquier lugar del mundo, ha sido la precarización del trabajo y la proletarización del trabajador: el periodista.
Frecuentes despidos, pagos cada vez más raquíticos, jornadas parciales, exigencias exageradas de multioficio, entre otras, han sido parte del saldo de la era digital para los profesionales, obligados a reinventarse continuamente para sostenerse en el mercado laboral.
Las redes sociales, y en particular Facebook y Twitter han tenido una fuerte influencia en que se hayan agudizado estas tendencias.
En tiempos de fake news, noticias chatarra, postverdad, etcétera, cada vez es más caro y engorroso para los medios de comunicación tradicionales sostenerse económicamente tratando de brindar algo más que entretenimiento.
El negocio periodístico depende de forma creciente de la publicidad –visto que los modelos de pago por contenido no dieron el resultado previsto. Y la publicidad prefiere posarse en entornos donde se le aseguran, en número y calidad, los targets de público a los que desea “atacar”.
El tráfico, y no el contenido, se ha vuelto el rey. El tráfico parece ser la única vía para asegurar el mayor rendimiento a las inversiones.
Facebook acaba de dar a conocer que invertirá 300 millones de dólares durante tres años en iniciativas periodísticas dedicadas a coberturas locales.
Es una forma de “compensar” los “daños” por los que ha sido criticada la red social. Y de paso proveerse de información de mayor calidad.
Ya no están tan a gusto ni los usuarios ni los proveedores del servicio, con la carrera desmedida –que ha burlado principios éticos esenciales– por conseguir audiencia a través de un periodismo baratija, y muchas veces mentiroso.
“Vamos a seguir luchando contra noticias falsas, información errónea y noticias de baja calidad en Facebook”, dijo Campbell Brown, vicepresidente de Global News Partnerships de Facebook en un comunicado. “También tenemos una oportunidad y una responsabilidad para ayudar a las organizaciones de noticias locales a crecer y prosperar”.
Está por ver si iniciativas como esta pueden atenuar las tendencias actuales y devolverle un poco más de presencia al periodismo de calidad en todo el mundo.
Los diarios son vitales para reforzar el ejercicio de las diversas capas de ciudadanía que existen en cualquier sociedad, y contribuyen a asegurar unos mínimos de democracia que la mayor parte de la gente todavía espera disfrutar.