Con el Premio Nacional de Música 2013 otorgado recientemente a César Pupy Pedroso, se siguen saldando deudas pendientes con la música popular, género con más seguidores en Cuba y que en esta ocasión hace justicia a uno de sus más consagrados exponentes.
Los aportes de Pupy son innegables, ahí está la sonoridad inconfundible de Los Van Van, esa que creó de conjunto con Juan Formell y José Luis Quintana, Changuito, y la encomiable labor que ha desarrollado al frente de su agrupación Los que Son Son.
La posibilidad de conversar con Pupy permite hacer un recorrido por las últimas cinco décadas de la música popular bailable, con todos sus defectos y aciertos, sus momentos cumbres, y permite tener una visión bastante completa acerca de los derroteros que sigue el género hoy, que, según dijo a OnCuba, está necesitado de una mayor visibilidad.
La música popular tiene una fuerza incalculable en nuestro país, dijo, y es un recurso muy mal aprovechado. He tenido la posibilidad de visitar otras naciones en varios continentes y he visto como se priorizan los ritmos nacionales por sobre cualquier moda foránea, pero en Cuba el consumo musical ha sido topado por esas tendencias en detrimento de nuestro valores culturales.
Los géneros cubanos siempre han convivido con los ritmos de moda extranjeros pero se priorizó el trabajo de nuestros músicos, y eso tenemos que recuperarlo, el público de aquí sigue nuestro trabajo y la muestra está en los grandes bailes populares, a los que asisten miles de personas.
La labor de las orquestas cubanas necesita de una mayor visibilidad y accesibilidad para todo tipo de público, los conciertos no pueden quedar solo en las casas de la música, celebraciones importantes y giras nacionales. Por ejemplo, solo en La Habana existen muchas instalaciones con poco uso que pudieran ser aprovechadas por la música popular bailable, y en el resto del país pasa igual, solo tocan las orquestas en carnavales o cuando pasan en sus giras nacionales, y a fin de cuentas eso es trabajar y defender nuestra identidad.
Son muy pocos los países que tienen la fortaleza musical nuestra, y no solo en lo popular. Poseemos una cantera enorme de talentosos artistas que defienden todos los géneros, y de nuestras escuelas de arte egresan jóvenes de una calidad asombrosa que tiene mucho que ofrecer, como ejemplo tenemos el Festival Jojazz del que han emergido músicos como Rolando Luna, Alejandro Falcón, Rodney Barreto y muchos otros.
Usted se define como un seguidor de las mejores tradiciones de la música cubana, ¿cuánto de ellas hay en su trabajo actual?
Lo de la música y sus tradiciones me viene de familia, mi papá era pianista, y formó parte de las orquestas Sensación y Chapotín, y mi abuelo tenía su propia agrupación, llamada Cuba, por lo que desde muy pequeño me vi envuelto en este mundo que luego sería el mío.
De niño y adolescente pasé por diferentes conjuntos juveniles mientras realizaba mis estudios de música en el Conservatorio Amadeo Roldan, durante aquella etapa llegué a sustituir a mi papá en la Chapotín, lo que fue una gran escuela y a los 19 años paso a integrar La Revé.
La etapa en esta orquesta fue muy importante para mí como músico, maduré y aprendí mucho, amplié mis horizontes. En ella conocí a Juan Formell y juntos comenzamos a componer y arreglar juntos, pegamos varios títulos como Qué bola, qué bolón, El martes, y otros.
Formell tenía ideas muy novedosas, era algo que se salía completamente de lo que se estaba haciendo y cuando el decide formar su propia orquesta no dude en seguirlo.
Sobre los más de 30 años en Los Van Van…
Toda una vida, y una familia, a Formell le debo mucho, aprendí mucho de él durante tantos años en la orquesta. Siempre reconoció mi trabajo, hasta el punto de decir, en más de una ocasión, que ya estaba listo para formar y dirigir mi propia agrupación.
Las ideas que traía Formell cuando comenzamos con Los Van Van eran muy atrevidas, por ejemplo: los movimientos que quería que yo hiciera con el piano no se parecían a nada que hubiera hecho antes, y tan revolucionarario me parecía que hasta llegue a dudar del éxito del proyecto, por suerte el tiempo demostró lo contrario.
El trío que formamos Formell, Changuito y yo, trabajó sobre la base de lo escrito por el propio Formell, que ya tenia bien claro lo que seria el songo, había definido muy bien que tenia que hacer cada instrumento, en especial el piano y la percusión.
La mayoría de las composiciones y arreglos que se hacían en Los Van Van eran de Formell y mías, pero siempre con marcadas diferencias, aunque el resultado final fuera el sonido Van Van. Hay muchas canciones de la orquesta donde se puede diferenciar la manera de componer y arreglar de cada uno.
A pesar de la inevitable influencia de 32 años en Los Van Van ha sabido crear un sonido propio, ¿cómo lo logró?
Cuando salgo de la orquesta yo trato de independizarme tímbricamente. En Los que Son Son no incluí flauta, pero si las trompetas, a diferencia de Van Van, con la idea de sonar distinto aunque no pueda desprenderme totalmente de la manera en que pensé y creé la música por más de tres décadas. Otra maña que empleé fue la de no interpretar los éxitos de Los Van Van, con la excepción de Qué cosas tiene la vida, y creo que funcionó. La gente nos reconoce, Los que Son Son tienen su sello, su sonoridad, que es inconfundible y eso es muy importante porque es el resultado de nuestro trabajo.
Hubo una época en Cuba, cuando el denominado boom de la salsa, que surgieron muchas orquestas pero que desde el punto de vista musical no se diferenciaban entre ellas, por suerte, a la larga, quedaron las que tienen un trabajo realmente sólido como NG La Banda, Adalberto Álvarez y su Son, Manolito. El bailador cubano es exigente e inteligente, y cuando elige a alguna orquesta es porque realmente hace un buen trabajo.