El fiscal general William Barr se presentó como apolítico en su audiencia de confirmación. Entonces declaró que preferiría renunciar antes que pedirle al presidente despedir al fiscal especial Robert Mueller sin causa, e insistió en que este último nunca se hubiera involucrado en una cacería de brujas.
Pero ahora se ha convertido en la figura más fogoneada de la administración Trump. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, lo acusó ayer jueves de mentir, lo cual el Departamento de Justicia calificó de imprudente y falso. Su comparecencia esta semana ante el Comité Judicial del Senado aceleró los clamores de su renuncia después de decir que Trump había sido acusado falsamente.
Como se conoce, Barr había expresado su opinión acerca de la necesidad de fuertes poderes presidenciales. Una nota suya al Departamento de Justicia criticó la investigación de Mueller. Su último testimonio, incluyendo afirmar que las acciones de Trump no fueron criminales, lo reafirmó como protector del presidente.
“Es el abogado defensor del presidente”, dijo el jueves la senadora demócrata Mazie Hirono, de Hawái.
Su testimonio del Senado fue el último capítulo en un giro en la percepción pública. Su selección fue recibida por algunos con grandes esperanzas de que el Departamento de Justicia recuperaría al fin la estabilidad luego de dos años de agitación. Reemplazó a Jeff Sessions, ridiculizado por el presidente y finalmente expulsado, y a un fiscal general provisional, Matt Whitaker, rechazado por los demócratas por no calificado y por su lealtad a Trump.
Mientras los demócratas de la Cámara de Representantes ya le han pedido a Mueller que testifique, los demócratas del Senado, como minoría en esa cámara, son más limitados. No tienen el poder de establecer horarios de audiencias ni de obligar a los funcionarios a comparecer. Pero están tratando de construir un caso en la opinión pública: Mueller, no Barr, es quien necesita contar la historia de la investigación.
El testimonio de Mueller resulta especialmente importante después de conocerse su ruptura con Barr, originada por la decisión de comunicar las principales conclusiones del informe Mueller en una carta de cuatro páginas. Según la carta, Mueller no se había establecido una conspiración criminal entre Rusia y la campaña de Trump y no se había llegado a una conclusión sobre la obstrucción, a pesar de presentar evidencia a ambos lados de la pregunta. Esto desconcertó a algunos demócratas y analistas legales a partir de los vívidos informes sobre la conducta de Trump que aparecen reflejados en el texto original, liberado con tachaduras por el Departamento de Justicia.
Mueller se quejó a Barr de que la carta “no había captado completamente el contexto, la naturaleza y la sustancia” del trabajo o las conclusiones del fiscal especial. Barr dijo el miércoles que su objetivo había sido, simplemente, publicar las conclusiones finales del informe mientras preparaba todo el documento para su publicación.
Ni Barr ni Mueller hicieron pública su conversación.