Resulta poco usual encontrar bailarines extranjeros graduados de las filas del Ballet Nacional de Cuba (BNC). Goyo Montero, hijo del bailarín y coreógrafo español Goyo Montero Cortijo y de la bailarina y profesora Rosa Naranjo, mantiene vínculo estrecho con esta isla que lo vio formase como promesa de la danza mundial.
Definido como un bailarín netamente clásico, Goyo busca su propio lenguaje como coreógrafo desde una perspectiva más contemporánea, evolución que califica como natural para cualquier bailarín en la actualidad.
En entrevista con OnCuba, el también director y coreógrafo principal en el Ballet del Teatro Estatal de Núremberg, Alemania, comenta de su relación con la escuela cubana de ballet y su trabajo actual con Acosta Danza.
¿Cómo llega a estudiar en Cuba?
Mis padres estaban buscando una escuela donde pudiera terminar mi formación y que fuera fuerte en la técnica para varones. Entonces pensaron en el Ballet Nacional de Cuba, que estaba de gira por el país en aquel entonces, y decidieron contactar con varias amistades.
Mirta Pla y Azari Plisetsky daban cursos como parte del programa de actividades y se reúnen con mis padres. Fueron ellos, gracias a contactos y amistades en común, quienes me consiguieron una beca para comenzar mis estudios aquí. Ese fue mi primer contacto con la técnica de la escuela cubana.
En esa etapa coincidió con una de las mejores generaciones de bailarines del BNC.
Yo soy del año de Lornita (Lorna Feijoó), Osmay Molina, Viengsay era un año más joven que yo y Carlos Acosta, que se graduó par de años antes, ya era una estrella que estaba en Europa bailando.
Había un gran nivel. Además, tuve la suerte de ver bailar a José Manuel Carreño, Lienz Chang… una generación de lujo que tuvo grandes profesores. Estaban ahí Lázaro Carreño, Aurora Bosh, Mirta Hermida, Ramona de Saá… Fue una época dorada sin dudas.
Yo me gradúe en el año 1992 y en Cuba aprendí en muchos niveles, como profesional y como ser humano, incluso a nivel de supervivencia, pues fue una etapa difícil el Período Especial, en el cual toda la gente estaba luchando más de lo normal por solucionar, resolver, sobrevivir. Eso me enseñó muchísimo a mi regreso a Europa.
Los bailarines cubanos tienen un físico distinto y una cultura y tradición de muchos años que les da un nivel de musicalidad muy alto. Tienen un contacto con el ritmo excepcional. Son muy eclécticos, no están viciados; los que salen de la técnica clásica se pueden adaptar muy rápido como bailarines contemporáneos.
Incluso he visto a los bailarines contemporáneos trabajar en el repertorio clásico con mucho rigor y disciplina pues en este país, de cierta manera, se adora la danza clásica. Los bailarines cubanos son muy apasionados en lo que hacen, se entregan y creen en el material con el que trabajan.
En el 2006, antes de trabajar con Acosta, tiene un acercamiento con el BNC a través de la pieza El día de la creación.
Fue ese el año cuando gané el Concurso Iberoamericano de Coreografía y monté la obra con chavales que acababan de salir de la escuela, la mayoría no habían tocado la danza contemporánea, eran vírgenes en ese sentido.
Fue un proceso intenso y una gran responsabilidad para mí con un resultado explosivo porque para ellos fue algo nuevo, pero de cierta forma se sentían identificados en cuanto a lo que la pieza contaba y desde el punto de vista coreográfico. Fue cerrar un ciclo.
Luego Carlos me llama para reponer la coreografía para Acosta Danza, ahora con el nombre de Alrededor no hay nada. Él quería trabajar conmigo hacía años y nos lo propusimos durante un festival en Manchester y al final no salió por fecha. Al reencontramos gracias a un amigo en común, Carlos me comenta que quería la obra en su repertorio porque le había encantado y le daba mucha pena que en el BNC no se volviera a hacer.
A partir de ahí comenzó esta conexión donde después vino Imponderable. Él me pidió que creara algo con un poco de alma cubana y lo primero que se me ocurrió fue Silvio [Rodríguez] y logramos que grabara especialmente para la pieza. Así surgió la idea de que fuera coreógrafo residente con lo cual estoy muy feliz.
Resulta un placer trabajar aquí, es muy fácil trabajar con sus bailarines. Llevo tres coreografías y cada vez me resulta más fácil, casi ni tengo que hablar.
Llamada es el estreno de esta temporada ¿Qué puede esperar el público en esta ocasión?
Todos los coreógrafos tenemos épocas. Etapas que siguen y otras que van cambiando porque tu lenguaje varía igual, pero quería una pieza que fuera hermana de Imponderable, en el sentido de que en las dos está el alma humana, especialmente en las canciones, aunque en esta ocasión hemos decidido trabajar con música de Miguel Poveda y Rosalía, también por la temática de la coreografía.
Creo que esta es más descarnada que Imponderable, más directa. Tiene una rabia y oscuridad, como una frustración grande, trata un tema muy complicado; me acerco más en Llamada a la raíz española: la canción de Poveda es un tema flamenco sobre el poema de Federico García Lorca Oda a Walt Whitman y la canción de Rosalía es tradicional y más alegre, también desde el flamenco, pero desde una mirada más de cantautora y no como cantaora.
Estoy deseando ver la reacción del público. Es bonito ver cuando existe una continuidad porque el espectador empieza a conocer tu obra no solo por una pieza, sino por varias y eso marca además la evolución del coreógrafo.
¿Por qué, a pesar de tener una formación clásica, en su obra como coreógrafo predomina el carácter contemporáneo?
Creo que es una evolución natural. Yo empecé a bailar clásico y era lo que quería hacer, y hacerlo bien, pero a partir de que entré a trabajar en compañías europeas y choqué con la danza contemporánea, comenzó mi interés por esta y cuando empecé a coreografiar creé algo que era mi propio lenguaje.
La danza clásica ya existe, está hecha y creo que cualquier coreógrafo que quiera crear hoy en día tiene que hacerlo desde su propio lenguaje.
No me gusta etiquetar la danza en clásica, neoclásica o contemporánea, pero sí me gusta decir que soy un bailarín puramente clásico, sin ninguna formación en danza contemporánea. Todo lo que he creado ha sido a partir de un trabajo de investigación y mi evolución propia como artista, donde siempre trato de sorprenderme a mí mismo.