Un buen (o mal) día de finales del siglo pasado el periodista y humorista cubano Héctor Zumbado (1932-2016) puso el grito en el cielo.
“Ya no daba más. Entre las cosas de la televisión y el radio, de algunas revistas y periódicos, de ciertas producciones de la industria ligera y la artesanía, más otras cosas, incluidos algunos críticos de arte, ya no podía más”, escribe H. Zumbado (como firmaba) en ¡Kitsch, kitsch, BANG, BANG!, publicado por la Editorial Letras Cubanas, en 1988.
El también primer Premio Nacional de Humor explica en el breve prólogo que, “apertrechado con algunas armas teóricas”, desarrolla en este libro “una serie de ideas generales, criterios y reflexiones (¿riflexiones?), acerca de un tema que ojalá motive a sociólogos, especialistas en comunicación social, estetas y otros investigadores (…). Qué buena falta que nos hace”.
Se refiere a los productos y prácticas socioculturales de mal gusto, construidas con vulgaridad y donde salta a la vista el facilismo, lo pacato y lo ordinario… “en fin, contra todo lo que pervierta la belleza”, sentencia Zumbado.
Ya desde las primeras dos páginas podemos intuir por dónde viene la bola. Arranca con inventario de exergos que van desde una cita a Fidel con “Una Revolución es una lucha a muerte entre el futuro y el pasado” hasta un trabalenguas anónimo que reza: “el mal gusto es el buen gusto de la gente de mal gusto”.
Y para finalizar reescribe a cuatro manos con el célebre poeta romántico español del siglo XIX, unos de sus versos más citados:
“¿Qué es el kitsch?, me preguntas,
mientras clavas en mi oreja
a Julio Iglesias.
¿Qué es el kitsch?, ¡Y tú me preguntarás!
Kitsch eres tú.”
Zumbado Adolfo Bécquer
La categoría estética kitsch es “una palabrita alemana que significa cursilería, mamarracho”, explica en una primera parte del libro donde desarrolla, en un tremendo ensayo (que da título al volumen), respuestas, en clave de un humor agudo, personal y muy criollo, a una pregunta central: ¿cómo se forma el gusto?
“La apreciación de la belleza o de la fealdad comienza desde el primer biberón que le ponen al niño en la boquita y, de ahí en adelante, hasta su muerte, el hombre se verá rodeado objetos (sensaciones visuales) y de sensaciones sonoras, táctiles, gustativas y olfativas que representarán puntos de referencia estéticos o antiestéticos”, expone en uno de los párrafos del texto para luego rematar con un largo y memorable paréntesis de humor negro:
“(Afortunadamente, el diseño del féretro y de las coronas de flores, el antidiseño de esos objetos, para decirlo con más propiedad, serán las únicas manifestaciones visuales de mal gusto que no influirán en el individuo porque el feliz mortal ya será cadáver. Pero se diría que ni muerto lo quieren dejar tranquilo).”
El resto del libro se disfruta también como una intensa reflexión y alta cuota de carcajadas. En un segundo capítulo titulado “El humorismo plata parece, oro sí es”, Zumbado vuelca su pluma precisamente sobre los conceptos y fines del humor: “El humor critica lo malo, lo viejo, lo obsoleto, lo desfasado. Y afirma lo nuevo, lo joven, lo fresco, lo positivo, lo bueno”.
Para cerrar, recopila en un tercer apartado una serie de críticas publicadas en el diario Juventud Rebelde sobre diferentes eventos culturales y personalidades de entonces.
Con ¡Kitsch, kitsch, BANG, BANG!, quien supo ser uno de los más cultos y gloriosos exponentes de la sátira social cubana, se mandó un librito que ¡Le zumba el merequetén! Son poco menos de doscientas páginas de un pequeño bolsilibro que hacen honor a ese refrán de que “el perfume bueno viene en frasco chiquito”.
Es un texto ya clásico entre los cubanos, un aroma kitsch que ha trascendido en el tiempo.
Siguiendo las enseñanzas de Zumbado con mi cámara también he estado tratando de captar por años escenas del kitsch tan abundante también en nuestros días.
Las escenas más comunes se despliegan cerca del 14 de febrero, el Día de las madres o las fiestas de Navidad, con tantos símbolos de importación. En cualquiera de esos momentos, casi en cualquier ciudad o pueblo de Cuba, veremos un desfile de decorados de mal gusto en restaurantes y bares, tiendas (en pesos o en CUC, no importa), bodegas, guaguas. Y, sin salir de la casa, solo hay que encender la televisión.
Aunque estoy tentado, acá me freno para no cometer el pecado de espoliarles el libro, que todavía se consigue en Cuba, en librerías de uso. También se puede acceder a ¡Aquí está Zumbado!, una antología publicada en 2016 por la Editorial Letras Cubanas, donde se encuentran textos de ¡Kitsch, kitsch, BANG, BANG! junto a otros extraídos de sus libros Limonada, Amor a primer añejo, Riflexiones I y II, El American Way, ¡Esto le zumba! y Prosas en ajiaco, entre otros.
En fin, a más de treinta años de ¡Kitsch, kitsch, BANG, BANG!, el cuartico sigue igualito. Nos queda reírnos y, de cuando en cuando, pegar el grito en el cielo al invocar “La plegaria a San Zumbado”, del escritor y humorista cubano Enrique del Risco Arrocha (Enrisco), que comienza:
“Oh, San Zumbado, santo patrón de los usuarios, tenaz castigador de “administraiciones” y/o catástrofes, escudo de los traspapelados en las envolventes aguas de la burocracia, ¡auxilianos en esta hora difícil”.