El ex alcalde Miami, Maurice Ferré, de 84 años, ha muerto este jueves y deja un legado político que se distinguió por abrirle las puertas de la gran urbe del sur de Florida a la modernidad y establecer puentes con las comunidades étnicas que aquí viven.
Ferré estuvo en la alcaldía 12 años, desde 1973 hasta 1985. Era un político completamente dispuesto a saltarse las barreras establecidas quizá por tener un concepto del servicio público bastante amplio. Lo suyo, han coincidido muchos políticos y observadores en las últimas décadas, era dotar el servicio público de un fuerte componente de compasión. Es así como, desde la alcaldía del condado Miami Dade, el entonces alcalde Stephen Clarke, durante su segundo mandato, estableció relaciones de trabajo muy estrechas con Ferré, pese a tangibles diferencias políticas, y que llevó al ex alcalde de Miami a diseñar una obra que cambió radicalmente el perfil de la ciudad: el distrito financiero, construido alrededor de la avenida Brickell.
“Eso fue algo fundamental para Miami porque estábamos creciendo pero los bancos seguían en Nueva York. Los obligamos a venir para acá. No tienes idea del esfuerzo pero valió la pena. Les abrimos las puertas y nunca más las cerraron y eso que hubo muchas presiones”, dijo Ferré hace unos años en una rueda de amigos, presenciada por este periodista.
El ex acalde es un caso raro en la política en el sur de Florida. De origen puertorriqueño (su tío fue el legendario gobernador de la Isla del Encanto, Luis Ferré), tenía todo en su contra para ser electo el año 1973. Ni había nacido aquí ni tenía pasado político. Pero hábil e inclusivo, Maurice Ferré entendió la importancia de la comunidad cubana asentada en la zona y su capacidad económica. En un homenaje que le hicieron en 1998, el escritor y periodista cubano ya fallecido, Agustín Tamargo, lo definió como “el amigo de los cubanos más allá de la política”.
A Ferré le tocó manejar la crisis provocada por el éxodo del puente marítimo de El Mariel, en el verano de 1980, jornadas en que su mayor preocupación fue asegurar los fondos federales necesarios para instalar a los refugiados con condiciones dignas. Aunque no solo eso. “Recuerdo que cuando el asunto del Mariel se formaron las mayores manifestaciones de la historia del exilio porque la gente salió a la calle. La policía se puso nerviosa. Las órdenes de Ferré fueron que la policía no interfiera en las manifestaciones, que desviara el tráfico, pero respetar las manifestaciones”, recuerda a OnCuba el escritor cubano americano Benito García.
Después de esto, las preocupaciones del ex alcalde ahora fallecido se centraron en la instalación de los recién llegados. “Peleó duro contra el gobierno federal, y logró los fondos para construir la ciudad de las carpas”, recuerda, en referencia al campo de refugiados edificados debajo de las autopistas en el centro de Miami, donde se procesaban a los ‘marielitos’ a su llegada.
La postura de Ferré siempre osciló entre la comprensión de las dimensiones de la diáspora cubana pero también hacia una necesaria contemplación de las otras migraciones que estaban llegando a la región con lo cual se logró sobreponer a nacionalidades. “Fue el primer político hispano a nivel nacional, el primer político moderno de la comunidad hispana y fue el primer político étnico que ascendió sin el apoyo de un grupo étnico en particular”, comentó a OnCuba el activista demócrata, Joe García, ex director ejecutivo de la Fundación Nacional Cubano Americana y ex congresista a la Cámara de Representantes.
Aunque Ferré era un demócrata de armas tomar, los dos tenían diferencias en términos de percepción política. Eso no fue un impedimento para una relación amistosa porque, como explica García, el ex alcalde “era abierto a todos y le abrió las puertas a la comunidad cubana”.
En ese sentido, precisa, “era un político clásico, con más autoridad que poder – en esa época no había ni hay ahora en Miami un alcalde fuerte – pero Maurice usó esa autoridad moral para promover a todas las comunidades. Era un demócrata convicto, no sectario, profundamente volcado hacia las políticas sociales”, agregó García.
Es por ello, que “lo vamos a extrañar porque era un político de altura, aunque no muchas veces tuviera la razón pero tuvo siempre la astucia política de colocarse a él, y sus convicciones, por encima de sus contemporáneos”, agregó el ex congresista demócrata.
En estos últimos años, Ferré fue un crítico férreo de la administración de Donald Trump. En muchos programas radiales, se manifestó en contra de la persecución hacia los inmigrantes indocumentados, en defensa de un sistema de salud universal y en contra de un mandatario que, en su opinión, como dijo hace unos meses en un programa de radio, “llegó a la Casa Blanca para acabar con nosotros”.
Aunque fue el primer puertorriqueño alcalde de una ciudad norteamericana y el primer hispano en la ciudad de Miami, la carrera política de Ferré no siempre fue exitosa. En el 2010 se lanzó en una elección al senado federal pero no logró rebasar las primarias de su partido.
El ex alcalde siempre mantuvo el arte de cultivar puentes y relaciones. Uno de sus amigos fue el ex director de El Nuevo Día, de Puerto Rico, y El Nuevo Herald, de Miami, Carlos Castañeda. Su viuda, Lillian Castañeda recuerda la relación. “Nunca tuvo esos aires porque fuera un Ferré. No le importaba la alcurnia. Era bien humilde, saludaba a todo el mundo y se preocupaba. Llegaba a la gente. He conocido muchas personas que por la relación con mi esposo, te saludan una, otra y otra vez, como si fuera la primera. Maurice no, te conoció y ya eras un amigo, alguien de quien él se preocupaba”, afirma en conversación con OnCuba.
Si no fuera por Maurice Ferré, Miami hubiera tardado mucho más en ser la ciudad cosmopolita a que ha llegado, porque el ex alcalde combatió conceptos conservadores y dañinos sin abdicar de la importancia de la gente que vive en ella. “Nunca se resignó, siempre al frente pese a las adversidades pero ganando. Paso a paso”, agrega el abogado Carlos Villafaña, quien fuera uno de sus colaboradores y amigos en la alcaldía.