“Haber nacido en Manzanillo (ciudad del oriente cubano) desde cualquier punto que se mire definió evidentemente la esencia del músico que soy y la música que hago”, responde David Álvarez cuando le pregunto por esas raíces que influyeron en su música. Acto seguido se declara heredero de lo que algunos llaman “música molida”, por la influencia que el órgano oriental marcó en los trovadores y la trova manzanillera.
Alejado por un tiempo de su carrera discográfica, desde el 2020 empezó a “corregir” esa retirada, al terminar cuatro nuevos discos. Con la disquera Bis Music presentó recientemente Mamasonga y los tres restantes verán la luz en el 2021. Dos de ellos con el Sello Colibrí: Sones in Blue, un disco de canciones de autor y Boleros con Swing, en etapa de mezcla y masterización. El cuarto, Déjame cantar, fue grabado con la EGREM.
A jugar de manos con la suerte
David comenzó desde muy niño en la Casa de la Cultura de su municipio, donde se fomentaba un movimiento de aficionados de altísima calidad, nos dice. A través de ese movimiento obtuvo varios premios en los diferentes festivales nacionales e internacionales que se hacían en Tarará y Varadero, lo mismo como trovador que como cantante de formatos soneros. Más tarde se presentó a las convocatorias del Conservatorio Manuel Navarro Luna, donde estudió percusión y guitarra clásica. Durante esa etapa, fue compositor y cantante del grupo Convergencia, que dirigía el pianista y orquestador Pedro Rivero.
Con una orquesta como La Original de Manzanillo sonando detrás, Cándido Fabré “calentando” la pista y una situación económica aguda en el país, decides fundar Juego de Manos… ¿Tuvo que salir porque sí o sencillamente te lanzaste a la competencia?
Juego de Manos se creó gracias a la iniciativa de Susana Martínez, pianista fundadora de la agrupación. Junto a otros músicos, habíamos coincidido en el proyecto de Pedro Luis Ferrer. Decidimos unirnos para experimentar y sacar adelante un proyecto que defendiera nuestras raíces tradicionales desde una perspectiva más contemporánea.
El proyecto original se conformó con músicos egresados de la Escuela Nacional de Arte y el Instituto Superior de Arte: Susana Martínez, Teresita Paz, Nanette Sánchez, Jorge Luis González y yo como compositor, arreglista y director musical. Luego se sumaron Leoginaldo Pimentel y Julio Valcárcel, entre otros grandes de nuestra música actual.
Inferimos por Juego de Manos la posibilidad de “retozar” con todos los géneros de la música. ¿Esa fue la excusa?
Esa fue la excusa principal derivada de una canción mía que rezaba:
“Vamo’ a jugar de manos con la vida, / vamo’ a jugar de manos con la suerte, / que luego pasa el tiempo que se olvida, / que un día nos pasará a buscar la muerte, / que un día nos pasará a buscar”.
De Pedro Luis Ferrer, ese músico/academia y maestro en el doble sentido y el humor, ¿qué aprendiste? ¿Quiénes conforman el grupo de profesores que hasta hoy te sirve de modelo?
La lista es larga. Primero que todo, mis maestros en Manzanillo: Carlos Rosabal, de la Casa de la Cultura, que me inició en la guitarra, el tres y la percusión cubana. De alguna manera, me hizo llegar a La Habana porque, casualmente, en aquellos tiempos los jurados de los festivales en los que participé eran la mayoría de las veces Beatriz Corona y Digna Guerra. Fueron esas las primeras personas a las que acudí al llegar a la capital. Beatriz me llevó a Digna, esta a su vez me llevó a Pedro y Pedro me pulió lo suficiente para luego atreverme a formar Juego de Manos.
También están los profesores del Conservatorio Manuel Navarro Luna de Manzanillo, que contaba con maestros que fueron cátedra de la enseñanza artística a nacional: Ramiro Zayas, Sonia Herrera, Pedro Rivero, en fin, todos con los que coincidí en aquellos años. Pedro Luis Ferrer vino a enseñarme qué hacer con todo lo aprendido: el respeto por la poética dentro de la canción, la disciplina y la entrega a la música, para vivir por ella y no de ella.
En 1995 se editó tu primer disco, cuatro años después el segundo. No fue hasta el 2003 que salió el tercero. Luego, los períodos son mucho más extendidos. ¿A qué se debió ese vaivén discográfico? ¿No hubo interés por parte de las empresas cubanas como para aceptar un contrato con una compañía inglesa?
Cuando se graba el primer disco, Rimasones, aún no habíamos realizado nuestro primer concierto. Esto se lo debo al excelente realizador Ernesto Fundora y al presidente Alí Ko, de la casa discográfica ArtColor, quien atesoraba un catálogo de lujo entre los que se encontraban Irakere, Adalberto Álvarez, Issac Delgado, Síntesis, Gema y Pável, entre otros. Les estoy muy agradecido por creer y confiar en lo que en aquel momento era solo un proyecto en potencia.
Luego, por razones “equis”, estuve amarrado por cinco años, sin poder grabar con otra casa. Los nuevos intentos por hacerlo no fructificaron, producto de la difícil situación del momento.
Luego firmé con la casa inglesa Tumi Music, que ya tenía varios años trabajando con agrupaciones cubanas, con excelentes resultados. A ella le debo todo lo que se conoce hoy de mí en el ámbito internacional. Su presidente, Mo Fini, es actualmente un gran amigo, con el cual colaboro en diferentes proyectos. Uno de ellos es la película Mambo Man, galardonada con más de 60 premios en diferentes festivales de cine internacionales, bajo su dirección y la del reconocido artista Edesio Alejandro. Escribí la música con formato sinfónico, y ha ganado algunos premios a mejor música original. A todo esto, se sumó mi carrera como productor musical de proyectos discográficos.
Con tus amplias cualidades vocales, ¿nunca pensaste en asumir una carrera en solitario? ¿No es muy pesado y riesgoso esto de llevar un grupo?
En realidad, se ha vuelto casi inviable, sobre todo en estos tiempos. Ya no tengo la edad para asumir la difícil e invaluable tarea que históricamente han desempeñado las orquestas bailables cubanas, por lo que me desempeño en estos momentos con formatos más pequeños, en los que puedo repartir el protagonismo con artistas como Rolando Luna, Adel González, la ya veterana y fundadora Loidis Taboada y Dayron Ortega, con quien comparto la mayoría de las producciones. También con otros músicos excelentes, que me han acompañado durante años y hoy, más que compañeros de trabajo, son amigos entrañables. Cuando la ocasión amerita la presencia de la orquesta, los convoco y hacemos cosas puntuales.
Recuerdo que hace algún tiempo surgió cierta “polémica” (quizá no fue así) con un disco homenaje al compositor Remberto Béquer. ¿Qué pasó en realidad? ¿Esa producción salió o quedó guardada?
El disco De tanto caminar, que compila en su mayoría obra inédita del maestro Remberto Béquer, es un ambicioso y costoso proyecto. Lo decidí asumir condicionado por mi amistad con Remberto y por el respeto y la admiración por su obra. Fue grabado y orquestado para formato de big band y reunió a músicos trascendentales de nuestro panorama nacional: Eliades Ochoa, el ya desaparecido Pío Leyva (posiblemente lo último que hizo), Pancho Amat y Roberto Carcassés, entre otros de igual calidad y reconocimiento.
El disco se frustró por diferentes razones, a la larga solucionables. Una de ellas es el hecho de que las versiones utilizadas estaban aún comprometidas con casas norteamericanas como Pearl Music y Universal. Por otro lado, su hijo, actual albacea de la obra del maestro, consideró inconveniente para él la posible edición de esta obra y sus futuras negociaciones, cosa que entiendo y respeto. También prohibió su difusión, cosa que no entiendo, pues solo va en detrimento de la obra en sí, teniendo en cuenta que los intérpretes no obtenemos beneficio alguno de la obra de los autores; estos beneficios solo pertenecen a aquellos que la crearon o la representan legalmente.
Es un proyecto a mi nombre, como propiedad intelectual, que atesoro con la esperanza de que algún día pueda salir a la luz para el beneplácito de las nuevas generaciones.
Compositor, cantante, director, productor de discos… ¿ya todo está hecho?
No, creo que falta todo. Este es el momento en el que mejor me siento con lo que hago. Con los años, descubres que solo estás comenzando, que hay mucho por aprender, estudiar y emprender, que la música es más grande que nosotros mismos y que un compromiso honesto y sincero con ella te puede llevar toda la vida.
Sin lugar a dudas, este es el auténtico David. El que no se olvida de sus orígenes, de sus maestros, de sus influencias y mentores, mencionados todos y cada uno de ellos. De de ellos, junto a su extraordinario talento musical, creativo y poético, ha florecido lo que es hoy, uno de los más grandes músicos de la música cubana y hasta universal.
Y cuando digo, auténtico David, me refiero a ese lado humano y humilde que tiene. Quienes lo conocemos como “la palma de la mano” y durante muchísimos años, somos testigos de su lealtad por la amistad, por el amor, por la vida.
Un poeta en toda regla, músico por naturaleza y extraordinario ser humano.
Excelente trabajo.