Cuba atraviesa hoy su peor rebrote de la COVID-19. Desde fines del pasado año, el coronavirus se ha extendido otra vez por toda la Isla, después de meses de indiscutible éxito en su enfrentamiento. Como consecuencia, las cifras de contagios y fallecidos por la enfermedad ha aumentado significativamente desde entonces.
La curva de casos comenzó a subir a partir de noviembre, luego de la apertura de los aeropuertos internacionales y, en especial, del “José Martí” de La Habana, la principal puerta de entrada al país. Tras un sostenido crecimiento, enero marcó un pico alarmante, en comparación con las estadísticas registradas previamente, al reportar en sus 31 días más de 15.500 infectados y 70 víctimas mortales por la enfermedad. Aunque se han reforzado las medidas y restricciones, tanto a nivel nacional como local, febrero apunta a superar esos sombríos números.
Las autoridades responsabilizaron mayormente a los viajeros internacionales del repunte de contagios –en particular los cubanos residentes y no residentes que comenzaron a llegar en avalancha al abrirse las fronteras–; y al incumplimiento por parte de estos y de sus familiares de los protocolos establecidos para viajeros. Dichos protocolos, entre otras cosas, les prohibían salir de las casas y reunirse con más personas hasta tanto no se descartase, por medio de un segundo PCR, que estaban libres del SARS-CoV-2. Irregularidades y atrasos en informar sobre estas pruebas diagnósticas y las festividades de fin de año, en las que muchos visitantes y nacionales hicieron caso omiso de las recomendaciones sanitarias, completaron el coctel explosivo que ha conducido al complejo panorama actual.
En once meses de pandemia Cuba suma 36 595 contagios y 257 fallecidos
Ante este escenario, el gobierno cubano redujo en enero la cantidad de vuelos que llegaban a la Isla y comenzó a exigir un PCR negativo realizado 72 horas antes de arribar al país. Estas medidas fueron fue parte de una actualización del protocolo sanitario establecido para los viajeros internacionales, que ya para entonces contemplaba la vigilancia epidemiológica en frontera, la entrega de una declaración de sanidad, la realización de una prueba diagnóstica en el aeropuerto y otra al quinto día de estancia en la Isla, el seguimiento médico y limitación de movimiento en hoteles, casas de renta y comunidades, el uso del nasobuco o mascarilla y demás medidas de seguridad; así como el ingreso ante cualquier síntoma o sospecha de contagio. Todo ello se mantendría en el protocolo actualizado.
Sin embargo, lo anterior demostró no ser suficiente para contener el rebrote y el gobierno cubano decidió ir más allá. Desde el pasado 6 de febrero comenzó a aplicarse una nueva restricción de vuelos, en particular los que arriban desde Estados Unidos, México, Colombia, República Dominicana, Panamá y Jamaica, naciones desde las que, según las autoridades cubanas, proviene la mayor cantidad de viajeros que arriban al país. Además, se mantuvo suspendido el reinicio de los viajes desde otro grupo de países del área, al que se agregó Haití, y fue retomado el aislamiento obligatorio de los viajeros, una medida que ya había sido aplicada en la Isla en los primeros tiempos de la pandemia. Solo que en esta ocasión algunas novedades con respecto a su aplicación anterior fueron incorporadas.
¿Cómo es el nuevo aislamiento?
Según lo informado de manera oficial, el objetivo del aislamiento es que las personas que arriban del extranjero se mantengan aisladas hasta tanto no se conozca el resultado de la segunda prueba PCR que se les realiza en Cuba. Así, se minimiza el contacto con otras personas y se busca impedir que ocurran violaciones e indisciplinas como las que provocaron el actual rebrote.
El protocolo de aislamiento varía de acuerdo con la naturaleza de los viajeros. “En el caso de los turistas, empresarios, técnicos y cooperantes extranjeros, así como el personal diplomático extranjero acreditado en Cuba, la prensa extranjera acreditada y las delegaciones oficiales que se aprueben recibir en el período, se aplicarán los protocolos aprobados por los ministerios de Salud Pública (Minsap), Comercio Exterior y la Inversión Extranjera y el de Relaciones Exteriores”, explicaron las autoridades sanitarias al dar a conocer la noticia.
En cuanto a los colaboradores de la Salud y de otras entidades estatales, estos “serán aislados en las capacidades creadas en La Habana y Matanzas, cumpliendo los requisitos establecidos”, mientras que “los estudiantes y becarios foráneos serán ubicados en entidades designadas para este fin por el Minsap o el Ministerio de Educación Superior”, de acuerdo con los nuevos procedimientos aprobados.
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Finalmente, los cubanos residentes en el país son ubicados en centros habilitados en sus provincias, una modalidad libre de costo que incluye el transporte hacia el centro y el de regreso a sus casas una vez culminado el aislamiento, mientras que los extranjeros y cubanos no residentes en la Isla deben cumplir su aislamiento “en instalaciones hoteleras designadas en cada territorio”, y deberán asumir los costos de estancia y transportación. Precisamente, en este punto se concentran las principales dudas, críticas y novedades de la medida.
Según detallaron autoridades del sector en un reciente intercambio con la prensa extranjera acreditada en Cuba, a los viajeros en esta categoría se les están ofertando paquetes de seis días y cinco noches, período tras el cual se supone que ya dispondrán del resultado del segundo PCR. Para ello, tienen dos opciones de reserva: al arribo al aeropuerto o previamente por internet, a través del sitio web del Ministerio de Turismo (Mintur) o de las agencias que ofrecen estos paquetes, como Havanatur o Cubatur. Los cubanos residentes en el país tienen también la oportunidad de contratar estas ofertas, en lugar de ir a los centros de aislamiento destinados originalmente para ellos que, aunque gratuitos, tienen indiscutiblemente menos condiciones y comodidades que un hotel.
Las instalaciones para pasar este confinamiento, durante el cual los viajeros no deben salir de sus habitaciones, están distribuidos por toda la Isla –alrededor de una docena en total–, aunque la mitad de ellas está ubicada en La Habana, por donde llegan la mayoría de las personas desde el exterior. Los paquetes abarcan desde hoteles cinco estrellas, como el Meliá Habana y el Parque Central, hasta tres estrellas como el Tulipán y el Vedado, y varían en dependencia de las ofertas que incluyan. Algunos contemplan pensión completa –desayuno, almuerzo y cena–; otros, solo dos comidas, aunque los clientes tienen siempre la opción de solicitar alimentos y bebidas a través del room service.
Los precios, por tanto, varían, en dependencia de la categoría del hotel y de otras variables, y en sentido general oscilan entre los 40 y más de 100 USD por noche, lo que incluye también el transporte desde el aeropuerto y la atención médica dentro de la instalación, así como televisión por cable y conexión a internet para que los clientes puedan trabajar, entretenerse o comunicarse con el exterior, según deseen. Los productos y servicios extras a los paquetes contratados, no obstante, deberán pagarse aparte. Además, no se excluye la posibilidad de prorrogar la reserva –ya en otra área del hotel, no destinada a estos paquetes de aislamiento– o hacer nuevas reservas a través de las agencias turísticas una vez que se confirme el resultado negativo de su segundo PCR.
Ya en los hoteles, según insisten los directivos que dialogaron con la prensa, se siguen estrictos protocolos higiénicos y de seguridad, de acuerdo con las pautas dictadas por el Minsap y el Mintur. Ello incluye el empleo de barreras físicas desde el mismo check in entre clientes y trabajadores, y el uso constante por parte de estos últimos de medios de protección como guantes, mascarillas, protectores faciales y soluciones desinfectantes. También se establece la separación dentro del hotel de las áreas ocupadas por quienes pasan el aislamiento –aun cuando no pueden salir de sus habitaciones– y otros clientes que puedan estar hospedados.
En el Melià Habana, por ejemplo, las 90 habitaciones destinadas a quienes permanecen confinados –y de las que el pasado jueves una veintena se encontraba ocupada– están en plantas bien delimitadas y con atención diferenciada; mientras en el hotel Comodoro la sección destinada a estos paquetes –que este jueves estaba prácticamente llena con un centenar de clientes en unas 80 habitaciones–, está igualmente separada del resto del hotel y a ella solo ingresan algunos trabajadores para llevar la comida a los huéspedes –la cual se deja en una mesa fuera de la habitación, en recipientes desechables– y realizar las labores de limpieza.
Finalmente, y no menos importante, está el monitoreo médico que se les realiza a los clientes entre dos y tres veces al día por un equipo de profesionales que se mantienen en la instalación. El objetivo es dar seguimiento a la salud de los viajeros, tomarles la temperatura, comprobar su estado físico, realizarles el PCR al quinto día de estancia y comunicarles los resultados de este y de la primera prueba realizada en el aeropuerto. En caso de que algún cliente resulte positivo o presente algún síntoma sospechoso, se ingresan en las instalaciones hospitalarias destinadas para ello. Si, por el contrario, el resultado es negativo al término de su estancia –la culminación del paquete de hospedaje comprado por los viajeros–, entonces los huéspedes podrán salir del hotel y realizar con normalidad las actividades por las que viajaron a la Isla.