En los ascensores de Radiocentro (la sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión) no hay ascensoristas fijos. Hoy es uno y mañana es otro. A juzgar por los uniformes que usan, muchas veces son custodios que hacen ahí su turno.
Pocos ascensores en Cuba reciben cada día tal aluvión de celebridades. Se entiende, en este edificio radican tres canales de televisión, el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, tres emisoras nacionales de radio y varios estudios de grabación.
Cada vez que se abre la puerta del elevador es muy probable que salgan o entren locutores del noticiero, periodistas, actores, humoristas, cantantes, bailarines…
Sin contar otras personalidades de la política, la sociedad, las ciencias, el deporte, la economía… Casi todas las personas que hacen radio y televisión en Cuba, para no ir más lejos. Y entre ellos, claro, las estrellas locales.
Subí en uno de los elevadores y junto conmigo subió un cantante pop (y ocasionalmente actor) muy popular entre el público adolescente. La ascensorista hizo como si no lo conociera.
—¿Qué piso? —le dijo con cierta displicencia.
—El sexto —respondió la estrella juvenil y le sonrió con todos sus dientes.
Ante el gesto, que encantaría a cualquier estudiante de secundaria, la empleada no se inmutó. El cantante cambió la mirada.
Dos pisos más arriba montó un meteorólogo muy popular, el más popular, por cierto.
La ascensorista lo saludó con mucho afecto:
—¿Cómo está, Fulano? ¿Va a llover hoy?
Por respuesta, el meteorólogo se rió con ganas. Me bajé yo y se bajó el cantante. Dije gracias, pero la ascensorista estaba muy entretenida con el meteorólogo.
Para cualquier “farandulero” de esquina este debe ser el oficio ideal. Se trabaja poco, pero no te aburres. Y cada vez que se abre la puerta puede entrar alguien que conoces de toda la vida porque lo ves todas las noches por la televisión. O tu actor preferido. O el cantante que más admiras.
Si estos ascensoristas llevaran álbumes de autógrafos, serían álbumes muy completos. Pero en un elevador no hay tiempo para firmar autógrafos. Y en el ICRT todo el mundo va apurado.
Así que conviene ser mesurado, como la ascensorista de ahorita. Total —podría decirse ella— los artistas son gente como tú y como yo. Y la mayoría luce mejor en la pantalla que personalmente. (El cantante-actor luce muy bien en la televisión y también en persona, pero ella ya es una mujer madura, hay que darse su lugar, si tuviera la edad de su hija…).
Ayer, extrañamente, me monté en un ascensor vacío y decidí hablar con la ascensorista (otra, no recuerdo haberla visto antes).
—¿No se aburre sentada ahí todo el día?
—Más me aburro en mi casa. Aquí por lo menos veo gente.
—¡Y qué gente!
—¡Este es el elevador de los famosos! —y se echa a reír.
—¿Conversa con los actores y los cantantes?
—¿En qué momento? De lo único que me da tiempo hablar es del calor que hay. Y algunos ni me responden, es como si se les hubiera subido la fama para la cabeza.
—Ah bueno, muchas gracias. Sin querer le hice una entrevistilla para una crónica que tengo que hacer sobre los elevadores.
—¡¿Ah sí?! —se anima—, ¿en qué programa va a salir?
Se abre la puerta y me bajo en mi piso.
—En ninguno, es escrito.
—Bueno, me guardas el periódico —y se cierra la puerta.
Me ha encantado este articulo! Q refrescante, diferente, me diverti! es q hasta le vi el rostro a la ascensorista! Y a Rubiera…jajaja y quizas hasta el jovencito actor (me imagine al niño de La Sombrilla Amarilla)
jajajajaja, me encantó
que bien amigo…es cierto que a veces a muchos se les sube la fama para la cabeza…y que bueno que al menos los ascensores funcionan, jajajaja…no importa si les cambian a los ascensoristas…
Jajajajajajajaja, buena la crónica, falto el detalle de las que en ocasiones se traban cuando más apurado esta uno y te metes 30 minutos encerrado, eso pasa y muy a menudo.
Ayer la señora de la entrevista, casualmente, me dejó esperando en el piso 6 porque se quedó dormidita del cansancio, me contó -cuando despertó- que hasta las 7 no cambiaba el turno y se rió de todo lo que esperé a que despertara, yo ni la desperté porque hasta creo que soñó, es que en los pestañazos es donde más se sueña.
Yuris pero se te olvidó que en uno de los ascensores del ICRT solo paran en el 5 y en el 9. Algunos, los más deportistas prefieren subir hasta el quinto para luego bajar al tres, tantas mujeres entaconadas en este edificio no sé que elegirán.