Bola de Nieve (La Habana, 1911-ciudad de México, 1971) fue único; no se consideraba compositor y creó canciones muy bellas: Si me pudieras querer y muchas más. Decía que no era cantante y nadie las expresaba como él: “Yo no canto. Soy alguien que dice las canciones”.
Viajó por casi todo el mundo, actuó en el Carnegie Hall, en la Sala Panamericana de Washington. Paul Robeson lo oyó y fue al camerino, le cantó y le dijo: “Esto es en pago al placer que usted me dio al oírlo”.
Trabajó con Lena Horne, Paul Robeson, Chabuca Granda , Pedro Vargas , Silvia Pinar, Conchita Piquer, Libertad Lamarque. Canto en películas, sobre todo en el país que lo quiso como un hijo: México. Actuó en los principales teatros de París, NY, España, Perú, Argentina, Dinamarca, y otros. Fue pianista acompañante de Rita Montaner, acompañó a Ernesto Lecuona a varias giras: Estados Unidos, España, Francia, Argentina…
Andrés Segovia dijo de él: “…Escuchar a Bola es asistir al nacimiento conjunto de la palabra y la música. A Bola de Nieve, más que impresionar, le interesó expresar, tocar la sensibilidad del que escucha, y en eso, quizás, se encierra el misterio de su arte, su magisterio artístico.”
Una de las veces que maldije no tener una cámara conmigo, fue una mañana que me dirigía a la Revista Cuba en Reina y Lealtad. En Miramar tomaba la ruta 132 y ella doblaba por Galiano y después Trocadero hasta Prado y seguía hasta la terminal de trenes donde rendía viaje. Al doblar de Galiano a Trocadero me quedaba, para caminar hasta la cuadra donde estaba el periódico El Mundo y frente a este tomaba la ruta 4 que me dejaba en la puerta de la revista. El ómnibus tomaba Galiano arriba para doblar en reina y tres parados después me quedaba yo.
No recuerdo, si fue en la primera o segunda parada después de subir yo. Lo único que sé es que no le cabía ni una persona más, y que algo estaba ocurriendo dentro del ómnibus. Yo estaba en la última de las tres puertas que tenía el bus, pegado a la escalera para poder bajar sin trabajo y veo que toda esa gente que estaba en el pasillo se apartaba y casi se aplastaban contra el borde de los asientos y de pronto sale caminando del medio de la turba un hombre gordo, negro, bajito e impecablemente vestido con un traje negro, un bombín en la cabeza y un paragua en la mano, y llega hasta la escalera de la puerta intermedia y se abraza al tubo que la sujeta, como para protegerse pues todas las personas que le habían brindado ese respeto fueron ocupando de nuevo sus lugares y ya ni una sardina tendría espacio.
Cuando bajé, lo observé y continuaba abrazado al tubo y como asustado, como si no entendiera nada. Así fue la última vez que vi a Bola de Nieve, poco tiempo después llegó la noticia, desde México, que lo encontraron muerto, producto de un infarto, en el cuarto del Hotel.