La pandemia ha impactado de forma diferente en los distintos negocios privados en Cuba: donde unos han tenido pérdidas económicas, otros han aprovechado la crisis para crecer en el último año y medio.
Dos años lleva cerrado el bar “Swing Habana”, referente de la comunidad swinger (intercambios de parejas) de Cuba, y su dueño Fidel Espinosa espera “pacientemente” a que pase la COVID-19 para “empezar de cero”.
Este emprendedor cuenta a Efe que prefiere apelar a la calma ante lo difícil que ha sido para él y sus 13 empleados mantener cerrado el local en el céntrico barrio habanero del Vedado.
Atrás quedaron las animadas noches que desde 2017 el bar ofrecía a parejas y solteros dispuestos a intercambiar a sus acompañantes en un ambiente sano y respetuoso entre shows y descargas musicales.
Hoy el pequeño espacio que ocupa el “Swing Habana” ha sido tomado por la humedad, con muebles apilados en un rincón pero con la esperanza de volver a sus mejores momentos, asegura su propietario.
ANDAR LA HABANA, EN BICICLETA
A pocos kilómetros del Bar de Fidel está el proyecto de renta y reparación de bicicletas de Nayvis Díaz que, a diferencia del primero, ha crecido exponencialmente en el mismo período.
VéloCuba, el negocio comunitario de ciclomovilidad creado hace siete años, incrementó y expandió sus servicios cuando limitaron el transporte público debido a la pandemia.
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La gente comenzó a sacar sus bicicletas o a comprar nuevas para ir al trabajo, reunirse al aire libre con sus amigos y también como una manera de cuidarse al evitar las aglomeraciones en los buses, explica a Efe.
En 2018 la Oficina del Historiador de La Habana gestionó con VéloCuba la iniciativa atípica de ofrecer bicicletas públicas en la ciudad. Sin embargo, este proyecto quedó en pausa ante las restricciones por la pandemia.
Ello no representó problema para el equipo de 45 empleados de Nayvis, ni ha mellado en la expansión de esta pequeña empresa con 8 estaciones -de las 5 iniciales- y casi 300 bicicletas en La Habana.
La idea es replicar esta iniciativa en otras ciudades del país, incluyendo la formación de los técnicos en los talleres, o hacer envíos a domicilio de productos de tiendas cercanas.
TENER NEGOCIOS EN CUBA, ¿UNA LOCURA?
El sector privado emplea a 600 000 personas en Cuba, aunque en la práctica el número es mayor porque esa es la cantidad de emprendedores con licencia de “cuentapropista”, según los datos oficiales.
Aunque el Estado cubano reconoce su papel dentro de los actores económicos porque genera el 30% del empleo, le mantiene vetados sectores estratégicos de la economía como salud, telecomunicaciones, energía, defensa, prensa y otras áreas.
Sin embargo, emprendedores como la joven cubana Celia Pérez y el español Jorge Albi mantienen la “locura” que puede significar montar un negocio propio en Cuba.
Ella, periodista de formación, es dueña de un pequeño salón dedicado a la belleza facial, manicura y pedicura, y su mayor desafío durante la pandemia no fue la falta de clientes, sino la de recursos.
Hemos sobrevivido a estos tiempos difíciles gracias a los amigos que nos han ayudado trayendo los productos; es muy complicado traerlos del extranjero y aquí no hay nada, asegura a Efe.
Albi también se ha tropezado con la ausencia de suministros para mantener a flote su restaurante con terraza, donde ahora vende comida a domicilio y para llevar.
“Rojo” se llama el hobby o “negocio de supervivencia” que el carismático locutor y presentador de televisión abrió en el barrio de Miramar, en La Habana.
Solo ha estado abierto al público tres meses desde que comenzó en octubre del año pasado, explica Albi, quien aboga por una mayor confianza en el sector privado, para nada ajeno a la dura realidad económica.
Aproximarse a los autónomos y nutrirse de su talento e inventiva ante la crisis sería un buen comienzo, a juicio de este emprendedor.
Laura Becquer/Efe
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