En 2001, en la película Hacerse el sueco, el director cubano Daniel Díaz Torres describió con fino trazo la pretendida incapacidad para la mesura que pareciera distinguirnos como pueblo.
El contexto de la historia era simple. Para ganarse unos dólares, una familia alojaba a un turista sueco de visita en La Habana. Pero existía el inconveniente de que la vivienda se ubicaba en un solar de no muy cristiana condición. Por eso, el padre de familia, un Enrique Molina encarnado en su rol fetiche del “combatiente-intransigente-vanguardia nacional”, llamaba “a capítulo” a los personajes de la casa de vecindad. “Mientras el compañero turista esté aquí, no quiero ni una musiquita, ni una bronca, o verán lo que va a pasar”, los amenazaba. Por obra y gracia de su capacidad de persuasión, al día siguiente el solar amanecía convertido en un modelo de convivencia que hubiera hecho sombra incluso a aquel otro también paradisíaco de la telenovela “Si me pudieras querer”.
Los barrios populares de Camagüey, que recorrí la tarde de este lunes en procura de las anunciadas manifestaciones del 15N, semejaban una versión a escala real del vecindario imaginado por Díaz Torres y Eduardo del Llano.
A las tres y media de la tarde en el Parque de San Ramón no se escuchaba una voz más alta que la otra. Y en las aceras, apenas un puñado de vendedores se mantenía junto a sus tradicionales bancos de madera cargados de productos. En los pocos corrillos a los que pude acercarme se hablaba de intrascendencias como la novela turca de moda; un adolescente al que vi filmando con su celular y con el que busqué entablar conversación, me respondió echando mano a lugares comunes. “Este es un video para un socio que vive afuera y me preguntó cómo estaba la cosa”, dijo a desgana.
A Miguel Ángel, quien desde hace tiempo recorre el barrio al timón de su bicitaxi, le escuché la probable explicación de tanta tranquilidad: “la gente sabe que puede jugar con la cadena, pero no con el mono”, acotó con un gesto enfático. “¿Los amenazaron para que no salieran hoy?”, contrapuse. “Hay cosas que no se preguntan”, respondió antes de seguir su camino.
El 11 de julio del Parque de San Ramón partió la más numerosa de las manifestaciones ocurridas en Camagüey. En un punto, casi dos cuadras de personas marchaban hacia la Plaza de la Revolución y la sede del Gobierno Provincial. En su camino debían atravesar el río Hatibonico. Fue al llegar al Puente de Triana cuando los protestantes chocaron con partidarios gubernamentales y policías. Los videos de aquella tarde dan cuenta de la lluvia de piedras que se lanzaron ambas partes.
A varios cientos de metros de allí, otros opositores intentaron alcanzar el puente para peatones del Recinto Ferial. Una grabación muy difundida entonces mostraba a oficiales del Ministerio del Interior que aparentemente abrían fuego sobre el pueblo; “¡No disparen, no disparen!”, gritaba frenéticamente alguien.
En las semanas que siguieron no encontré confirmación creíble de ese tiroteo. Y dos personas que habían sido reportadas como heridas de bala por activistas disidentes, luego fueron redefinidas como “heridas con balas de goma”, en hechos que habrían tenido lugar en otros puntos de la ciudad. La acción plasmada en el video también motivaba a la duda: aunque al menos dos oficiales empuñan sus pistolas de reglamento, no se ve un gesto claro de que disparen, y los manifestantes muestran una tranquilidad inexplicable si se tiene en cuenta la balacera que se escucha.
Hasta principios de agosto estuvo prohibido el tránsito peatonal y de vehículos por las inmediaciones del Gobierno y la Plaza. Policías y trabajadores movilizados montaban guardia en el Puente de Triana, en un despliegue de fuerzas que cabía esperar también este 15 de noviembre.
“Si lo hubo, fue bien temprano en la mañana”, especuló Yanelis, una vecina del lugar que este lunes atravesó el puente en varias ocasiones y nunca vio a nadie vigilando. “De hecho, el barrio lleva días súper tranquilo. Cuando más movimiento hubo fue durante el fin de semana, porque la gente pasaba de camino a las fiestas que organizaron en el recinto y el Casino [Campestre, un parque urbano]”.
Todas las plazas del centro histórico estaban, sin embargo, llenas de civiles convocados por el Gobierno. Michel (nombre supuesto), empleado del Ministerio de la Construcción, acudió junto a varios compañeros de trabajo a una de esas concentraciones. “Nos citaron para prevenir que no fuera a pasar algo. Nadie habló de que fuéramos a dar golpes o cosa parecida, sino a decir consignas y a evitar que alguien fuera a cometer actos vandálicos”. Por si la situación escalaba a mayores, grupos de policías y boinas negras recorrían la ciudad o permanecían apostados en sitios de gran concurrencia.
El 15N en Camagüey solo hubo una manifestación: la organizada en el Parque Martí, a pocos pasos del arzobispado. Allí, un par de cientos de personas corearon consignas revolucionarias y ondearon banderas en respuesta al activismo opositor de tres sacerdotes católicos. Uno de ellos, Alberto Reyes Pías, filmó el acto desde la azotea del edificio; y otro, Rolando Montes de Oca, denunciaba hoy que lo habían seguido mientras conducía rumbo a Vertientes, el municipio donde ejerce su servicio parroquial.
“Tenemos constancia de tres detenciones en la provincia, y de que activistas y periodistas independientes estaban sitiados en sus casas”, aseguró en un resumen de la jornada el director del periódico opositor La Hora de Cuba, Henry Constantín Ferreiro. Durante su directa de Facebook aprovechó para mostrar a varias personas que desde la esquina de su casa estarían vigilándolo.
A punto de dar las tres de la tarde del lunes salí a la calle para buscar las impresiones recogidas en esta nota. No había caminado cien metros cuando una mujer se paró en su portal y comenzó a aplaudir. Estuvo haciéndolo alrededor de un minuto, sin que desde las casas cercanas la secundaran o recriminaran. Luego entró. Movido por la curiosidad esperé un rato a ver si sucedía algo más. Fue tiempo perdido; la tarde caía a plomo entre el silencio y un tránsito escaso.
ante todo,lo sucedido ayer,para mi,con 74 anos de vida,cubano,ausente solo 10 anos de mi pais,es ,sencillamente,lo que tenia que suceder,lo que siempre ha sucedido y sucedera,mientras el Regimen totalitario impuesto dese hace 62 anos, exista.La represion,el destierro,la carcel,el palo,la tortura,la presion,el chantaje,el secuestro,la difamacion,son las armas del socialismo real y,por que no decirlo,del odio que siembra casi toda la izquierda,comparable o mas bien equivamente con la extrema derecha,con el fascismo.En Cuba no ha existido en 62 anos ni “paz social” ni “pacto social” ni la cabeza de.un guanajo,en cuba ha existido el terror institucionlizado or un Partido que todo lo puede y que ,ensenando el aval de “lucha contra el Imperialismo” tiene la simpatia y el apoyo de toda la Elite “izquierdosa”,los adoradores del ” Che” ,de Fidel Castro y los que creen que en Cuba todos son “revolucionarios” y solo se oponen lacayos del Imperio que solo buscan la intervencion yanky para matar negros y pobres.Por todo eso,creo que en verdad,paso poco… el odio creado hacia esos “gusanos pro imperialstas” pudiera haber llevado a cosas peores.Pero bueno,cuba sigue feliz,en paz y avanzando hacia nuevas metas.