Quedó atrás enero y la actual ola de la COVID-19, que justo en el primer mes del año experimentó un rápido crecimiento, parece estar ahora en retroceso. Las últimas jornadas han confirmado la tendencia a la baja, con cifras incluso inferiores a los 2 mil casos diarios en estos primeros días de febrero, tras haber llegado a superar los 3 mil contagios semanas atrás y haber vivido desde entonces una fase de estabilización.
Ya el pasado lunes, al resumir los casos de la semana anterior, el Dr. Francisco Durán, director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (Minsap), había señalado que el país pasaba por un momento de “meseta con discreta disminución”. En esos siete días, según detalló el experto, se reportaron oficialmente 20.559 casos, para un promedio de 2.937 por jornada, estadísticas inferiores a las de las dos semanas previas, que habían marcado el pico del actual rebrote, desatado en la Isla tras la llegada de la más contagiosa variante Ómicron del coronavirus.
El ascenso había comenzado en verdad desde fines de 2021, cuando se pasó de menos de 500 casos en una semana a más de 1.700 en la del cierre de diciembre, pero el estallido ocurriría en enero. Ya en los comienzos de este año los especialistas vaticinaban el inicio de una nueva ola de contagios y la realidad les daría la razón. La primera semana de 2022 registraría casi 11 mil infectados, más de cinco veces en comparación con la precedente, en tanto en los primeros nueve días de enero se superarían todos los contagios del mes anterior, de acuerdo con lo reportado por Durán.
Sin embargo, el veloz ascenso de las infecciones se contuvo antes de lo que muchos imaginaron y los pronósticos, que inicialmente eran menos favorables acerca de esta oleada, son hoy más alentadores. Los más recientes vaticinios hablan de una disminución progresiva de la incidencia de la COVID-19 en las próximas jornadas, hasta llegar a una significativa reducción de los casos diarios a inicios de marzo, lo que, de cumplirse, colocaría al país nuevamente en los niveles de diciembre.
De esta forma, la situación epidemiológica de Cuba en los próximos meses podría ser muy distinta a la experimentada el pasado año, y diferiría también del escenario vivido en las últimas semanas por muchos países, en los que la irrupción de Ómicron ha conducido a cifras récord en el número de contagios. La actual sería, entonces, una ola diferente de la pandemia en la Isla, aun con la reconocida contagiosidad de la nueva cepa, y en ello la amplia cobertura de la vacunación anticovid y la administración de dosis de refuerzo parecen haber sido factores claves para evitar un panorama mucho más complejo.
Otro enero de pandemia
Tal como sucedió en la oleada anterior, iniciada a finales de 2020 y extendida durante buena parte de 2021 ―con un pico pandémico concentrado entre julio y septiembre―, el mes de enero trajo aparejado un importante incremento de casos de COVID-19. Y como en la oleada anterior, ello ocurrió tras una mejoría epidemiológica en el país, lo que dio pie a una desescalada de las restricciones, cambios en los protocolos sanitarios y la reapertura a gran escala del turismo y los vuelos internacionales, entre otras medidas que buscaban dar paso a una nueva normalidad y propiciar la necesaria reactivación económica.
Doce meses atrás, enero marcó un punto de inflexión en la pandemia en Cuba. Con la desescalada y la reapertura llegaron también la relajación y las indisciplinas que abrieron la puerta a un rebrote de la COVID-19 en la Isla, de la mano de nuevas variantes, como la Beta. Así, solo en el primer mes de 2021 se reportaron más de 15.500 nuevos contagios y se superó en más de 3 mil la cifra de todo el año precedente. Sin embargo, lejos de marcar un tope, este salto fue únicamente el primer escalón de un sostenido incremento, que ya en abril superó las 30 mil infecciones y en junio las 50 mil, con un consecuente y lamentable aumento de las víctimas mortales por la enfermedad.
Luego, ya con la Delta como cepa dominante, el país sufriría una explosión de casos, con más de 200 mil en tres meses consecutivos, lo que puso contra las cuerdas al sistema de Salud ―al punto que el propio presidente Miguel Díaz-Canel debió reconocer que este había sido “sobrepasado” por la situación― y enlutó a numerosas familias cubanas. No fue hasta octubre, ya con la campaña de inmunización a paso redoblado, gracias al desarrollo y ensayo de vacunas nacionales en paralelo con la propia pandemia, que las estadísticas mostraron un visible y esperanzador descenso, que se mantendría por el resto del año.
Ya en las dos últimas semanas de diciembre la curva comenzó a subir, con la presumible expansión de Ómicron en el país, lo que no hacía descabellado prever un remake de lo sucedido el año anterior. Con la intención de evitarlo, los expertos dieron la voz de alarma, mientras las autoridades tomaron algunas medidas ―principalmente en frontera, aunque sin desmontar en esencia la desescalada―, reiteraron su llamado a la responsabilidad individual y pusieron tempranamente en marcha la administración de dosis de refuerzo.
Aun así, los casos diarios pasaron de alrededor de un centenar a casi 500 en la semana final de 2021 y poco después, apenas el 5 de enero, se sobrepasó el millar. Dos días después quedaría atrás la barrera de los 2 mil contagios en una jornada y ya el 12 de enero se detectarían más de 3 mil. El crecimiento exponencial en corto tiempo, tal como estaba sucediendo en medio mundo debido a la elevada contagiosidad de Ómicron, se había consumado.
Para que se tenga una idea de la rapidez del crecimiento de la actual ola, entre el cierre de 2020 y el inicio de 2021 el paso del centenar de nuevos enfermos en un día a más de medio millar tardó unas dos semanas. Luego, el millar llegaría a finales de enero y a partir de entonces se instalaría una meseta mayormente por debajo de esa cifra hasta fines de marzo, cuando esa propia meseta saltaría por encima de los mil infectados por jornada. Y no sería hasta mediados de junio, con el comienzo del pico pandémico que se extendería por varios meses, que los casos se duplicarían en cuestión de días de unos 1.500 a más de 3 mil. Y luego, en otros saltos notables, alcanzarían los más de 6 mil a inicios de julio y los más de 8 mil y 9 mil hacia finales de ese propio mes.
Durante aquella oleada, la peor por mucho que ha vivido la Isla, aun cuando hubo fluctuaciones y hasta algún que otro declive esporádico, la tendencia fue siempre al ascenso, primero progresivo y luego brutal, ya con la variante Delta propagándose a sus anchas por el país. Ahora, en cambio, tras alcanzarse los 3 mil contagios mucho antes que entonces y superarse finalmente el millón de enfermos reportados desde el inicio de la pandemia, las estadísticas oficiales se estabilizaron, y ya en las últimas jornadas comenzaron a bajar hasta caer por debajo de los 2 mil casos.
De forma paralela, también han caído los casos activos, que llegaron a superar los 15 mil en una jornada y este jueves eran menos de 9 mil, mientras el número de fallecidos, que también había venido en ascenso en el actual año ―en enero se registraron 84, por encima de los 65 de noviembre y los 18 de diciembre―, todavía no muestra la misma tendencia a la disminución ―en los últimos cinco días se han reportado 30 fallecidos, seis por día como promedio, un guarismo incluso superior al de la semana previa (4,9)―, aunque se mantiene bien lejos de las nefastas cifras del pico pandémico.
Coronavirus en Cuba: siete fallecidos el jueves. Los contagios se mantuvieron por debajo de 2000
El impacto de las vacunas
La campaña de inmunización masiva desarrollada en la Isla a partir del último semestre del pasado año y que tomó mayor fuerza a partir del mes de septiembre, fue decisiva en opinión de los expertos para dejar atrás el nefasto pico pandémico y mejorar ostensiblemente en cuestión de semanas los indicadores epidemiológicos. Y esa propia campaña, implementada con vacunas anticovid propias ―un acierto, sin dudas, de la estrategia cubana, a pesar de inquietudes y cuestionamientos al respecto, y de no contar aún con el aval de la Organización Mundial de la Salud (OMS)― y que ha seguido en marcha aun cuando la Isla ha logrado una importante cobertura de vacunación, también ha sido clave para enfrentar la actual oleada de la COVID-19.
Un aspecto resaltado por los especialistas, tanto para superar la ola anterior como para hacer frente en mejores condiciones a la impulsada ahora por Ómicron, es la extensión de este proceso hasta los menores de dos años de edad, aspecto en el que Cuba ha sido pionera en el planeta y que la ha distinguido de las campañas llevadas adelante en otros países. De esta forma, se garantizó cubrir una amplia franja etaria y se protegió un grupo con sus propias vulnerabilidades por la edad, en el que, de acuerdo con expertos, no ha habido enfermos graves ni fallecidos entre los ya vacunados. A ello habría que sumar la apuesta temprana de la Isla por inmunizar también a los convalecientes y comenzar a aplicar dosis de refuerzo, primero en grupos y sectores más vulnerables y luego a toda la población.
Así, a inicios de febrero más de 9,8 millones de personas contaban ya con el esquema de vacunación completo ―alrededor del 88 % de toda la población cubana― y más de 5,4 millones habían recibido el refuerzo. Mientras, el total de dosis administradas en el país está ya en el entorno de los 34,4 millones, lo que confirma a la Isla como una de las naciones punteras del mundo en el número de dosis aplicadas con relación a la cantidad de habitantes. El impacto de ello, sin embargo, no radica en las estadísticas en sí mismas, sino en cómo han contribuido las vacunas a evitar en esta oleada un incremento mayor de los hospitalizados, enfermos graves y fallecidos, como sí ocurrió en la anterior.
Gracias a ello, Cuba ―donde, a diferencia de otros países, no existe un movimiento antivacunas que haya frenado el ritmo de la campaña de inmunización y multiplicado así los riesgos ante una nueva ola― parece haber esquivado la bala que supondría un pico más elevado de la pandemia para su sistema de Salud, golpeado ya por el prolongado y funesto rebrote anterior y también por otras dificultades y carencias crónicas. Afortunadamente, el país se ha mantenido distante ahora de los tristes récords de casi 10 mil contagios y 100 fallecidos en una jornada reportados el pasado año, lo que, aun con la experiencia adquirida entonces y el cambio en los protocolos de atención, ha evitado la saturación de las instituciones sanitarias.
Vacunas cubanas son efectivas frente a la variante Ómicron, según estudios preliminares
No obstante, tampoco puede pasarse por alto que, a pesar de su cóctel de mutaciones y su mayor transmisibilidad, Ómicron parece causar una enfermedad menos severa que la variante Delta y no elude, según estudios, la protección de las vacunas, sobre todo en lo referido a evitar la gravedad y la muerte. Esto ha permitido que en muchos países el crecimiento de los nuevos casos no conduzca al mismo nivel de hospitalizaciones y fallecimientos que la ola anterior, y que por experimentar síntomas más ligeros, similares en no pocos enfermos a los de un gripe, muchos ni siquiera vayan al médico y, en consecuencia, no suban a las estadísticas. El Dr. José Ángel Portal, ministro de Salud cubano, reconoció días atrás que ese escenario podía estar presente en la Isla.
De pruebas, advertencias y pronósticos
Esta misma semana, el propio ministro informó sobre la circulación de otros virus respiratorios en Cuba lo que, dijo, teniendo en cuenta “el nuevo momento de la epidemia que se vive en todo el territorio nacional”, ha llevado a “hacer un uso más racional de las pruebas diagnósticas”. Por ello, explicó, estas pruebas se están destinando “esencialmente a personas que presenten síntomas de la enfermedad o infección respiratoria aguda sugestiva de COVID-19”, con prioridad para grupos vulnerables como los menores de dos años, las gestantes y puérperas, y pacientes que por sus comorbilidades y riesgos “tengan más posibilidades de transitar hacia formas graves”.
Siguiendo esta estrategia, que tampoco contempla la realización de pruebas a “quienes resulten ser contactos de casos positivos y no presenten ningún síntoma que pueda asociarse a la COVID-19”, las muestras analizadas cada día, que llegaron a superar las 30 mil semanas atrás ―y las 50 mil en la oleada anterior―, en las últimas jornadas se han mantenido por debajo de las 20 mil, con lo que se ha venido cubriendo un espectro más estrecho de posibles infectados. Al respecto, Portal ha dicho que “si bien es cierto que con este protocolo de actuación pudieran no diagnosticarse todos los enfermos y se modificarían las estadísticas del país en cuanto a índices de mortalidad, incidencia del virus y otros, las recomendaciones mundiales y el comportamiento actual de la epidemia no justifican realizar estudios en la población de forma general”.
En su escrito, publicado en el sitio web de su ministerio, el titular de Salud cubano señaló que “la evaluación sistemática del comportamiento del virus irá guiando el camino de las acciones a implementar”, tal como “ha sido en el trascurso de toda la epidemia en Cuba”. Además, destacó los estudios de secuenciación genómica que realiza el Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” (IPK), de La Habana, para “detectar la aparición de cualquier nueva variante, identificar su predominio en la circulación, y estar alertas ante la emergencia que pueda significar”.
No obstante, advirtió que el hecho de “que conozcamos más sobre el virus, y en algunos escenarios tengamos mejores herramientas para combatirlo que dos años atrás, no puede ser motivo para confiarnos, sino todo lo contrario”. En este sentido, aseguró que “cualquiera de nosotros puede contagiarse y evolucionar a estadios graves de la enfermedad” y llamó a los cubanos a “actuar con prudencia y responsabilidad” porque, según dijo, “las vacunas por sí solas no son capaces de poner fin a la epidemia”.
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El llamamiento de Portal está en sintonía con otras exhortaciones anteriores de especialistas y autoridades de la Isla, y también con las realizadas en la más reciente reunión sobre la pandemia que sostiene el gobierno cubano con científicos y expertos en el tema. En ella, tanto el presidente como el primer ministro del país reiteraron su pedido de “no bajar la guardia” y “mantener la disciplina”, a pesar de los vaticinios favorables presentados en el encuentro por el Dr. Raúl Guinovart, decano de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana.
De acuerdo con Guinovart, los modelos matemáticos apuntan a una disminución de la incidencia de la COVID-19 en la Isla ―salvo en algunas provincias que todavía tendrán “un crecimiento lento” ―, así como un descenso general de casos confirmados, activos y fallecidos en el país. Además, explicó que debe mantenerse el “desacople” entre el número de muertes y pacientes positivos, tal como ha sido característico en la ola causada por la variante Ómicron, y adelantó que “los confirmados podrían estar próximos a los 100 casos diarios para los inicios del mes de marzo y las muertes ser más esporádicas, estando en promedio por debajo de uno”.
No obstante, también advirtió sobre la importancia de “continuar con las medidas sanitarias y tener garantizado el cuidado a los más vulnerables”, así como de “mantener la campaña de refuerzo de vacunas”, entre otros aspectos que a su juicio resultan necesarios para que puedan cumplirse los pronósticos más positivos. Que estos puedan o no convertirse en realidad es algo que aún está por verse, como también lo está cuál podría ser la evolución de la pandemia más allá de las fronteras cubanas. Pero, en cualquier caso, la actual ola de la COVID-19 ya ha dado muestras de ser diferente de la sufrida por la Isla en 2021 y esperemos que así lo siga siendo, para bien.