Ronaldo Encarnación (Pinar del Río, 1973) es, a mi juicio, uno de los abstractos cubanos de mayor interés. Proveniente del retratismo y del paisaje realista, para los cuales está muy bien dotado, su obra fue simplificándose —creciendo hacia adentro— hasta llegar a una síntesis mínimal. Dos trazos, una mancha, algún implante de la prensa, son suficientes para alcanzar piezas de gran poder de conexión emocional. Algo de zen, algo de gusto criollo por la sabrosura de la materia que lame los soportes, algo de ensimismamiento alerta.
Los recortes de prensa cubana utilizados en sus obras contrastan con las soluciones visuales estilizadas para integrarlos en la pieza. Cualquier titular referido a la economía, el deporte, la política o la cultura cobra rápidamente una intertextualidad “sospechosa” que alude a la convulsa realidad de nuestro país. Es un juego divertido, la oposición lúdica a tanta seriedad y a tantos sinsabores del día a día.
Superada la etapa figurativa, de un realismo virtuoso, y los primeros balbuceos en el informalismo, Encarnación se presenta ahora haciendo alarde de síntesis, dándonos solamente lo justo para que nuestra sensibilidad complete la operación artística no sin cierto esfuerzo de apropiación, pues términos como “representación”, “sugerencia”, “obvio” y “evidente” han sido desterrados de su lenguaje.
Pintura gestual, action painting, expresionismo abstracto o lírico, concretismo: de todo ello hay en esas superficies donde el artista se abisma, ya que en el azaroso y al mismo tiempo históricamente condicionado camino de gestación de la obra, más que suscribirse a una tendencia o modo, Encarnación busca repertorio, todo un espectro de recursos que le permiten definir en pigmentos y trazos aquellas formas que lo agraden y exaltan, y con las cuales se propone y nos propone un camino hacia la introspección.
Ronaldo vive y trabaja en Miami Gardens. Allí sigue alzando la obra, vela por la familia y cuida un jardín como el que debió cobijar a Adán y Eva en el Paraíso: lleno de árboles con frutos que dan contento al cuerpo y añoranza al alma, reminiscencias de los sabores y olores de la niñez.
Su última exposición en La Habana data de 2011: Soliloquios, (Galería Orígenes). Otras muestras personales suyas son, entre las más destacadas, Bianco verso Nero, Galería Nera, Bologna, Italia, 2008; Almazen, Galería Galiano, Habana, 2007; Havana Abstracta, Galería Artespacio, Bogotá, Colombia, 2006; Tres miradas… una abstracción (Junto a los artistas Antonio Vidal y Rigoberto Mena), Museo del Ron, Ciudad de La Habana, 2003; Obra Reciente, Centro de Arte Contemporáneo Omma, Creta, Grecia, 2003; y Soplo de esencias, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México, 2002.
¿Desde cuándo trasiegas con colores y formas?
Mi madre dice que fui un chico muy inquieto, y que lo único que me tranquilizaba era un papel y un lápiz para garabatear. Creo que por ahí empezó todo. Mis padres siempre estuvieron al tanto de mis inclinaciones artísticas, me estimularon para que encontrara un camino dentro de las artes visuales.
¿Cómo fue tu integración al sistema de enseñanza artística? ¿Tuviste de maestros a Mario García Portela y Pedro Pablo Oliva?
Estuve en un círculo de interés de artes plásticas con Mario García Pórtela. Ingresé en la Escuela Vocacional de Pinar del Rio. Al segundo año Pedro Pablo Oliva, quien era el profesor de ese nivel, se fue del centro. Durante los tres cursos en la Vocacional, mis profesores fueron Juan García Milo e Idania Labrador (pintura), Isaac Linares (taller de creación), Pablo Fernández (dibujo) y Humberto “El negro” Hernández (grabado). Años después, tuve la suerte de ser invitado a participar en un taller de cerámica en la casa del maestro Oliva.
Luego vinieron cuatro cursos en la Escuela Nacional de Arte (ENA), en La Habana. Allí recibí clases de Roberto Pandolfi (pintura) y Guillermo Garcés (dibujo). Al terminar la ENA, pasé dos años de servicio militar obligatorio, después comencé a impartir clases de pintura y dibujo en la Escuela Profesional de Pinar del Rio, entre 1994 y 1998.
¿Te gustaba enseñar?
Fue una época bonita y difícil. Era muy joven, y algunos alumnos tenían más edad que yo… Creo que aprendimos todos. Pienso que sí, que me gustaba enseñar, aún me gusta, aunque soy algo impaciente.
Fuiste un artista realista al principio. ¿Cómo fue el proceso de convertirte en un pintor abstracto, qué motivó ese tránsito?
Me interesaba el paisaje y el retrato al óleo. La luz del campo (guajiro al fin) me encantaba, el verde con sus tonos infinitos; el tabaco, con sus olores y sabores, que aún me fascina. Pasé por varias etapas, experimentaba con el color y la forma. Me recuerdo empezando a dibujar con carboncillo un contorno figurativo en una tela para luego pintar. Al empezar a cubrir los primeros planos con óleo, descubrí la riqueza de la huella del pincel, texturas que se combinaban y rompían el dibujo al carbón del fondo. Más tarde se yuxtapondrían materiales diversos. Así surgió mi abstracción.
Recuerdo varios sitios en La Habana donde tuviste tu estudio: Calle Obispo, costado de la Plaza Vieja…
Estuve trabajando en estudios rentados en La Habana Vieja. En esos años, mi trabajo tuvo mucho contacto con el público nacional e internacional. Espectadores y coleccionistas veían un poco del proceso creativo, sobre todo el de grabado. Esto me abrió horizontes, me dio la posibilidad de viajar y exponer fuera de Cuba.
Dentro de la abstracción, ¿reconoces a algún artista cubano que te haya influido particularmente? ¿Cuáles serían tus paradigmas a nivel internacional?
Tuve la suerte de conocer a Antonio Vidal, ya en su retiro. Pedro de Oraá lo llevó a mi estudio. El maestro se detuvo a mirar algunas piezas; luego me dijo: “Chico, tú te le cuelas a la abstracción”. Es lo más bello que me han dicho, sobre todo viniendo de él. Alguna vez me enseñó, en su casa de Centro Habana, muchísimas obras en papel, piezas hechas en cajas de fósforos y otros soportes no convencionales.
Otro artista cubano que me interesa mucho es Raúl Martínez, su obra abstracta.
En el plano internacional, soy fan de Georges Braque, por sus composiciones perfectas y sus collages. También de Bepi Romagnoni, artista italiano que usa papel, collage y grafito.
¿Cómo caracterizarías tu obra actual?
Me he distanciado de la convencionalidad de la tela y me he refugiado en la madera. Uso el material como sostén o fondo, la tela, el pigmento y hasta el metal me sirven al componer. Abro claraboyas con vista interior.
¿Te molesta que te incluyan en la corriente minimalista?
No sé. No pienso en eso. La clasificación de la obra, las etiquetas, es trabajo de otros. Parto del principio de poner más con menos. Quisiera que me reconozcan por una obra concisa, sucinta y sin camuflajes.
Si tuvieras la posibilidad de coleccionar arte cubano ¿qué períodos, tendencias o artistas te gustaría incluir?
Me gustaría coleccionar la obra de Valentín Sanz Carta, pintor de la Colonia. Me mata su pincelada. Además, sus malangas quedarían muy bien en mi jardín…