Entre la práctica del ready-made, el trastorno de acumulación compulsiva y la poética de José Manuel Mesías (La Habana, 1989) hay más de un punto de contacto. También, innumerables diferencias. Y en esa asunción y negación, en esa porosidad de los conceptos, se enmarca —es un decir— la muestra Itinerarios, abril-septiembre de 2022 en la galería habanera El Apartamento, una de las plazas fuertes del arte contemporáneo en Cuba.
Mesías es el recordado artista de Índice de imágenes, la mega exposición personal que acogiera en 2017 Factoría Habana, para mí uno de los acontecimientos artísticos más relevantes del país en lo que va de siglo. Allí JMM discursaba sobre la historia nacional. Era su relectura de las codificaciones interesadas que recibimos como inamovibles, pues al discurso del poder, en cualquier época, le interesa sobre todo las estratificaciones de lo que de manera oficial se considera la verdad.
En aquella ocasión le pregunté:
¿Coincide el relato del Siglo XIX que recibiste en tu etapa de estudiante con el que has conformado a partir de las investigaciones necesarias para llegar a Índice de imágenes? Así me dijo:
En la escuela enseñan un relato simplificado de los hechos, que idealiza situaciones y hombres. La revolución del 95, una revolución en harapos, tenía el civismo como preocupación central. Todos los esfuerzos, todos los sacrificios, deberían desembocar hacia una república. Desde la instauración de la colonia Cuba estuvo gobernada por capitanes generales, y la idea del país como cuartel le resultaba odiosa a los mambises. Entre nuestros patricios hubo caudillismo, divisiones, regionalismos, posiciones encontradas sobre cómo y cuándo encender la insurrección. Imagínate que se crea una república en armas, con constitución y todo. Nuestra historia está llena de contradicciones. Nunca es un relato lineal. Entiendo que para la enseñanza hay que valerse de esquemas. Pero sólo hasta un punto que no falsee el espíritu mismo de los acontecimientos. 1
En Índice… había objetos encontrados y otros elementos con una condición histórica hasta cierto punto verificable 2, pero lo característico era la intervención artística del material, ese crear un nuevo objeto, con su densidad conceptual propia, a partir de la manipulación de cosas preexistentes. El método poético de juntar intuición e información en búsqueda permanente de la verdad artística.
Ahora no. Itinerarios es un despliegue de fondos, una práctica taxonómica de los objetos hallados por el artista en su deambular constante. Se muestran tal cual fueron colectados. Y lo trascendente aquí no es el objeto que, al exhibirse, adquiere cierta dimensión artística (Duchamp), sino el proceso que condujo al hallazgo de esa suerte de inventario del mundo que componen cascos de pelotas vencidas, suelas de zapatos, naipes, fotos de carnés, animales despiezados o llevados a su esencia última.
A los acumuladores los anima la obsesión de que todo debe ser guardado. JMM recoge, clasifica y cada cierto tiempo muestra sólo aquellos elementos que lo interrogan y que, a su vez, sirven para ser interrogados. Él no sabe por qué tal o cual pieza está allí en su camino, si es una señal que no alcanza a comprender, si es un juego de lo que a falta de mejor nombre llamamos azar o si son simples accidentes que pueden explicarse a través de la razón. Él comprende que lo válido son las preguntas, que vivir exitosamente depende, en buena medida, de haber formulado a tiempo y con total honestidad los cuestionamientos apropiados.
Itinerarios, en resumen, no debe verse como una exposición al uso, sino como un discurso total, abierto, un corte temporal en las obsesiones del artista, un generoso muestrario de sus abigarradas colecciones.
Cada jueves, y esto durará hasta la clausura de la exposición, en El Apartamento se vienen propiciando encuentros con personalidades que comparten sus itinerarios profesionales y sus particulares métodos de trabajo. Hasta el momento se han presentado el curador Orlando Hernández, el fotógrafo Raúl Cañibano y la historiadora Rosalía Oliva, del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Va a seguidas un segmento de lo conversado:
Partes del concepto de “objeto encontrado”. ¿En qué medida tu operatoria artística difiere de la de Marcel Duchamp?
Tengo una serie de códecs instalados que me permiten relacionarme con una realidad específica. Y eso condiciona la manera de seleccionar ciertos objetos. Es como si fuera un taxónomo, un biólogo o un arqueólogo que va clasificando cosas. En esa práctica, en ese entrenamiento, comienzo a darme cuenta de que hay objetos que se repiten, y se cargan de un significado otro. En esta exposición lo que hago es desplegar el archivo. El ideal primigenio de mi práctica objetual tiene que ver mucho con el ensamblaje, elementos encontrados que intervengo. La gracia de esta exposición es que me di cuenta de que el hecho de recolectar, clasificar, coleccionar es un acto poético en sí mismo. Tengo una serie de llaves rotas recogidas, de naipes encontrados en distintos lugares y momentos. Algunos conjuntos tienen límites definidos por su misma naturaleza. Los naipes son cincuenta y dos, también pueden ser 48 o 50. ¿Qué sucede si los encuentro todos, si completo el mazo de barajas? Además, hay un halo místico en todo eso.
¿Tú encuentras eso objetos o son los objetos los que te encuentran a ti?
Un amigo me dijo que, a raíz de esta exposición, se le ocurrió un cuento en el que era yo mismo el que iba plantando las cosas. Le respondí que había llegado a pensar que es la gente que está a mi alrededor la que va sembrando los objetos, como un modo de acelerar el proceso que parece interminable.
¿Estas cosas siempre están ahí al alcance de cualquiera o se te revelan porque tienes una sensibilidad especial para verlas?
Es como un entrenamiento de ave rapaz. Mi novia y yo fuimos al Castillo del Príncipe, que hoy es una ruina. En medio de la maleza encontré una ficha de dominó y una pieza de un juego de damas. Esos objetos hablan del azar. No soy supersticioso, pero he llegado a pensar que se opera una suerte de magnetismo entre el que busca (yo) y lo encontrado. He recolectado naipes en España, Francia, Cuba.
Eliseo decía que la poesía es el acto de atender en toda su pureza. Me inclino a pensar que tú “atiendes” a esas señales.
Sí. Todo el tiempo. El arte es mi estilo de vida. No es un trabajo de ocho o diez horas: me voy para el taller y regreso a la tarde. No es que pueda desconectar el plog. A veces estoy comiendo y me entra “un canal”. No tengo el cuadro o la computadora al lado, cualquiera sea tu instrumento de expresión, pero en ese momento estoy creando, intentando darle una vuelta a la realidad.
¿Cómo esos objetos encontrados pasan a ser una obra de arte?
Bueno, en este tipo de arte conceptual o más contemporáneo hay mucho del capricho del propio artista, que puede mostrar un ángulo de la realidad que él cree inédito o trampear un poco, meter el pie, forzar los conceptos.
Percibo en lo que colecto cierta vibración. Pero la obra no son las llaves o las fotos encontradas, sino el viaje mismo, la peripecia vital que me conduce a ello. 3 Por eso la muestra se llama Itinerarios. Cada uno de los conjuntos que se exhiben son páginas de mi diario personal, trillos en mi recorrido que se cruzan unos con otros. Hay una belleza misteriosa en el hecho de hallar tantas llaves rotas. La llave posee una fuerte carga simbólica. Y no están completas, sino partidas…
Las fotos de carnet. Muy al inicio, al encontrar las primeras, me topé por Obispo con una de las personas retratadas. En ese momento hubiera querido decirle algo, pero no cargaba la foto. Lo volví a ver. A la tercera ocasión tenía la foto arriba, y le pedí que se dejara retratar por mí. En Relicario, pegada en el vidrio, está la foto de la foto de la foto, y al lado está la foto real.
¿Cómo reaccionó esa persona a tu solicitud?
Era un individuo raro. Llegué a pensar que no podía hablar, pues no dijo una palabra. Aceptó que lo retratara. Hizo ademán de recuperar la foto de carnet. Le pedí que me la dejara. Asintió y se perdió entre los transeúntes.
¿Cuando llevas una colección determinada de objetos a la sala de exhibición, termina ahí la búsqueda?
No. Se trata de una exposición viva. Si vas ahora, verás que hay muchas cosas añadidas. La torre de las gavetas ha crecido. Hay conjuntos que pueden ser infinitos. Por supuesto, cuando decido darle bordes a la pieza estoy enunciando una finitud, pero igual quedan dentro del marco espacio vacíos que debo ir completando en lo posible. Como en el caso del rompecabezas.
Cuando expones la pieza de las llaves el espectador no conoce del proceso. Tiene ante sí un objeto que le puede suscitar emociones de uno u otro tipo, y hasta goce estético. Si no accede al relato del cómo, dónde y por qué, su percepción puede resultar pobre.
Es imprescindible en esos casos la descripción del trascurso mediante textos en el catálogo o al pie de las obras mismas. Pero yo aspiro a que las obras puedan contener la universalidad suficiente como para ser apreciadas por públicos muy heterogéneos. Al final hablan de lo mismo de siempre: el paso del tiempo, la muerte… Mi propósito es que tengan cierto sexapil, que atraigan la mirada. Eso, claro, tiene que ver con el nivel de realización. La idea sola no es suficiente.
Seguimos con las llaves. Cuando realizas una obra como esa estás proponiendo un arranque polisémico. Incluso se le puede encontrar sentidos que se contradigan con tus propósitos iniciales, que te dejen inconforme…
A veces sucede, pero por lo general la mirada del otro me enriquece. Las llaves rotas tienen una gran densidad conceptual: caminos que se cierran, vidas rotas, imposibilidad de trasponer un ámbito, lo mismo para entrar que para salir…
Por lo general esa pieza provoca tristeza.
Si nos ponemos a fabular sobre lo que nos puede sugerir esa colección de llaves, tenemos para varios días.
En apariencia hay un proceso muy analítico, muy frío, al ponerlo todo linealmente, pero no es cierto; mi operatoria está cargada de pasión. Si te fijas, los textos que aparecen en la pared no son títulos, sino notas de campo. Hay un pulso poético a la hora de clasificar. Pongamos por caso las pelotas de tenis rotas, que representan las fases de la luna.
Otro caso es el relativo a las jaulas de pájaros. No todos los fragmentos son partes de jaulas desechadas. También hay otros que no pertenecen a jaulas reales pero que yo les confiero esa condición. Algo así como ir de la exposición a la representación.
Ahí estamos hablando de los condicionamientos de la percepción. Un poco uno ve lo que quiere ver y otro tanto lo que nos inducen a ver.
Hablemos de la colección de fotos de carnet. ¿Cuál es su significado?
Es como un mapeo de semblantes, de personalidades. Todos los retratados miran al frente. En cierto modo puede ser una pieza perturbadora, muchísima gente que te está mirando, interrogando. Hay semblantes duros. Incluso no sabes si algunas de esa fotos han sido utilizadas para un proceso judicial.
A mí también me habla de la excesiva “carnetización” que desde hace decenios experimenta nuestra sociedad. Es como si uno tuviera que estar mostrando a cada momento su pertenencia, sus filiaciones, su “integración”. Como si las actitudes no pudieran validarse por sí mismas…
En este instante yo tengo tres o cuatro carnets encima: de la Sociedad de Wushu, del Registro del Creador, el Carnet de Identidad… Se trata de la clasificación de las personas, de su control.
¿Cómo ha sido la reacción del público ante la muestra?
Buena. El Apartamento es una galería a donde hay que ir. Quiero decir que el expositor no tiene el beneficio de la confrontación con el transeúnte, que es un segmento de público que me interesa mucho. Pero aún así ha ido a verla un grupo considerable de personas. Sabrina, mi novia, me ha dicho que a veces la exposición la alegra y otras veces la deprime. Y es inevitable que pueda provocar esos dos estados de ánimos y más. Lo mostrado ahí es el resultado del barrido que yo voy haciendo por la calle. Objetos “vencidos” que tuvieron una vida anterior.
Itinerarios es una invitación a participar en mi proceso mental, algo así como Wellcome to my mind.
Hay personas que han sintonizado de manera muy particular con la exposición. Sin tener que ver con el arte, luego me han alcanzado cosas de interés que han encontrado. Creo que asumieron mi proceso personal. Empiezan también a “ver”.
¿Tu vocación de colector puede señalarse como una compulsividad?
Sin duda. Aunque no creo que llegue a un grado patológico. Hay días que no recojo nada, a pesar de que identifico objetos de interés.
Han pasado cinco años desde Índice de imágenes, que se desplegó en todos los pisos de Factoría Habana. ¿Tanto esfuerzo te dejó una especie de depresión postparto?
Sí. Después de eso he estado involucrado en otros proyectos 4, pero no he vuelto a pintar en grande. Me refiero al tamaño de las piezas y a las intenciones. Fue mucho trabajo, mucha fiebre creativa lo que desembocó en Índice de imágenes. Pero no veo esa muestra como una isla dentro de mi obra. Es parte de lo mismo. La operatoria es una sola: ver, recolectar, clasificar, intervenir o no los objetos, mostrar una arista nueva de la realidad.
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Notas:
1 Fragmento salvado de una entrevista inédita de 2017. El audio que la contenía se malogró por razones técnicas.
2 Estoy pensando en una escarapela que pudo ser de Martí.
3 El catálogo de Itinerarios, por una de sus caras, muestra un mapa de La Habana en el que se señalan los lugares y las fechas donde fueron encontrados los objetos; también incluye textos de Orlando Hernández y una suerte de statement de Sabrina Fanego. La curaduría de la exposición estuvo a cargo de Liatna Rodríguez.
4 Apéndice a índice de imágenes (Fundación Ludwing de Cuba, 2018), Metáfora del crepúsculo árabe (Dubái, 2019), Sala del tiempo (XIII Bienal de La Habana, 2019), Versos y teoremas (Nueva York, 2019) y Sinsontes en perseverancia (Happening, La Habana, 2019).