“Me tienen hasta la coronilla con lo del dichoso Código”, me espeta Reinaldo cuando le pregunto por el inminente referendo —este domingo 25— sobre el nuevo Código de las Familias de Cuba. “Con tantos problemas que hay en este país, con tantas cosas importantes que resolver, para que le estén dedicando tanto tiempo y recursos a ese asunto”, comenta el hombre, ya sobre los 60 años, y a seguidas me dispara una duda que le quema la garganta: “¿De verdad que eso no se podía hacer en otro momento, cuando las cosas estén un poco mejor, o menos malas, vaya, para ser más realistas?”
Jessica, por el contrario, afirma que el referendo sobre el Código es “muy importante hoy para Cuba” y que la votación sobre el texto, que ella confía en que se apruebe, “va a permitir que la gente decida sobre temas que tienen que ver con todas las familias, con derechos que son importantes para todas las personas” y que van más allá de la difícil situación actual del país. “La situación puede cambiar, la economía puede cambiar, ojalá que para bien, pero el Código, si se aprueba, que yo espero que sí, va a seguir estando, porque es una ley que tiene que ver con cosas más humanas y duraderas, porque está relacionado con la vida familiar de la gente”, se explica la joven.
A solo días de que los cubanos decidan en las urnas si respaldan o no la nueva legislación, las opiniones sobre este ejercicio y, sobre todo, sobre el propio Código, siguen estando muy polarizadas en la Isla. Reinaldo y Jessica representan tan solo dos posiciones dentro de un amplio espectro que va desde los que apoyan enfáticamente el proyecto hasta los que se oponen al mismo por motivos religiosos, culturales y hasta políticos, en un contexto en el que el gobierno cubano y el propio presidente Miguel Díaz-Canel han tomado partido a favor del ‘sí’ y en el que los medios y las instituciones oficiales han desplegado una intensa campaña por esa opción.
El proceso, para el que las autoridades aseguran que está todo listo —tras desarrollarse el pasado domingo una prueba dinámica en la Isla y la votación en las misiones oficiales en el exterior—, tendrá lugar en medio de una severa crisis económica, signada por la escasez de productos básicos, las sempiternas colas, los largos apagones —provocados, sobre todo, por las continuas averías de las vetustas termoeléctricas cubanas— y una meteórica inflación que mantiene los precios en una constante escalada mientras el peso cubano pierde valor día tras día frente al dólar y las demás divisas, aun con el tímido mercado cambiario implementado por el gobierno.
Por demás, la crisis, azuzada ciertamente por el impacto de la pandemia y las sostenidas sanciones de Estados Unidos, pero también por las deficiencias internas y el insuficiente —y, en ocasiones, contraproducente— efecto de las medidas tomadas por el gobierno, ha elevado el descontento social en el país y ha disparado una ola migratoria sin precedentes, que desde octubre de 2021 ha llevado a más cubanos hasta territorio estadounidense que los llegados, en suma, cuando las oleadas del Mariel, en 1980, y la crisis de los balseros de la siguiente década, durante el Período Especial. Ello, sin contar a los que han salido hacia otros destinos, los retornados a la Isla y los que ahora mismo transitan por disímiles parajes rumbo a la frontera norteamericana.
Entre estos últimos están el hijo de Isabel, con su esposa y su propio hijo de 12 años, según me cuenta la mujer, que añade que salieron con otras personas vía Nicaragua y que “ya están en México, camino a la frontera”, pero que no sabe mucho más porque “no me dan detalles, supongo que para no ponerme más nerviosa”. “¿Usted se imagina cómo estoy? Con el corazón en un hilo, porque yo sé lo peligroso que es eso, y sé de los trabajos que se pasan, aunque no me lo quieran contar —me dice consternada—. ¿En serio usted cree que ahora mismo yo, que ni sé cuándo pueda volver a ver a mi hijo y a mi nieto, puedo tener cabeza para esto del Código de las Familias?”
Los entretelones del referendo
Carlos, quien ha sido testigo de mi diálogo con Isabel, enfoca el tema de la migración desde una perspectiva más general y reconoce que las prioridades personales y las necesidades del presente pueden desdibujar los beneficios que la normativa pudiera tener para muchos cubanos, si es que permanecen en la Isla. “Con la cantidad de personas que se han ido y se siguen yendo, cada vez son más las familias que se separan y las personas mayores que se quedan solas acá, porque la mayoría de los que se van son jóvenes. Y el Código de las Familias, por ejemplo, habla de la protección de las personas mayores y vulnerables —apunta—. Pero si tu aspiración es irte del país, o si la situación te lleva a hacerlo para poder mejorar, lo más probable es que tengas otras preocupaciones más importantes que lo que diga el Código”.
No obstante, el hombre, con quien converso en la cola de un cajero electrónico, apoya el voto positivo por la legislación porque le parece “más justa” que la todavía vigente y porque “no todos los cubanos se van a ir, e, incluso, muchos de los que se van siguen teniendo familia acá: padres, hermanos, hijos, que deben beneficiarse con lo que dice el Código”. Pero, aun así, Carlos no deja de reconocer que “con la crisis que hay ahora mismo la gente tiene muchos problemas y necesidades” y que las circunstancias en las que se va a desarrollar la votación no van a ser “las más propicias”. “Supongo que el gobierno esperaba que a estas alturas las cosas estuvieran mejor, pero lo cierto es que más bien están peor, como están los precios, la escasez, el dólar cada día más para arriba, y los apagones, y el referendo ha coincidido con todo esto”, sostiene.
Como a Carlos, a Roxana le preocupa que el contexto actual de la Isla tenga un peso negativo en la votación del domingo. “Hay mucha gente descontenta con lo que está pasando en el país, con la economía y también con todo lo que pasó con las protestas del 11 de julio, lo de los juicios y todo lo demás, y eso muy probablemente influya en los votos”, considera. Además, esta joven universitaria, partidaria “al 100 %” del ‘sí’, apunta igualmente a las “campañas en las redes sociales” que “están llamando a la gente a votar ‘no’ o a abstenerse”, como un factor que no debe subestimarse. “Están enfocando el referendo como una votación contra el gobierno, y con eso en realidad lo que están haciendo es ponerse en contra de medidas que pueden beneficiar a muchas personas y familias, y que no tienen nada que ver con la política”, argumenta.
“Pero buena parte de la culpa es del propio gobierno”, señala, por su parte, Jorge Luis, quien no solo responsabiliza a las autoridades cubanas de no saber manejar la crisis actual del país y de “echarle la culpa siempre al bloqueo”, sino también de contribuir a politizar el referendo al posicionarse abiertamente a favor del voto positivo. “Yo entiendo que le digan a la gente los cambios que propone el Código y que expliquen las cosas positivas que tiene, desde su punto de vista, que yo mismo no estoy de acuerdo con varias —afirma—, pero lo que no entiendo es que bombardeen a la gente con el asunto, y que la televisión y los dirigentes hagan campaña todo el tiempo por el ‘sí’ y den la impresión de que votar a favor es como apoyar al gobierno. Eso me parece un error”.
“¿No se supone que los medios cubanos son públicos y deberían reflejar la opinión de todas las personas? ¿Y no se supone que Díaz-Canel es el presidente de todos los cubanos, incluyendo los que no están de acuerdo con él y están en contra del Código?”, reflexiona. “Yo creo que Díaz-Canel y el gobierno lo que deberían hacer es convocar a la gente a votar por el bien de las familias cubanas, ok, pero decirle que lo hagan según entiendan, según lo que crean que es lo mejor para Cuba y para todos los cubanos, y decir también en que se respetarán los resultados, sean los que los que sean, y ya. Eso es lo que me parece que le toca al gobierno: ser imparcial o, por lo menos, ser menos insistente en el voto por el ‘sí’, para que no haya gente que vote ‘no’ solo por llevarle la contraria por motivos políticos o como una especie de voto de castigo”, añade.
Razones para el voto
A solo días de celebrarse el referendo en la Isla, el único que se realizará para validar —o no— una de las nuevas leyes derivadas de la aprobación de la actual Carta Magna, la polémica en torno a la norma sigue al rojo vivo. Tras largos meses de construcción legislativa y consultas a expertos y a la población en general —un proceso en el que participaron 6,4 millones de personas y que condujo a la modificación de cerca del 50 % de los artículos del texto consultado, según las cifras oficiales— se llegó a la versión 25 del Código de las Familias, ya favorecida por el parlamento cubano y publicada en la Gaceta Oficial, pero cuya validez definitiva dependerá de lo que dicten las urnas.
Y esta versión sigue manteniendo los principales aspectos que han alimentado la controversia en todo este tiempo, como el matrimonio igualitario, la adopción por parejas homosexuales, la llamada gestación solidaria, y el establecimiento de las nociones de autonomía progresiva, para los menores de edad, y de responsabilidad parental, para los padres, en lugar de la patria potestad. Los anteriores no son, lógicamente, los únicos cambios de una normativa que promueve una mayor protección de los niños, los ancianos y las personas vulnerables, prohíbe el matrimonio infantil y condena la violencia intrafamiliar y de género, entre otros temas y enfoques considerados “de avanzada” por los especialistas, pero sí los que para muchos cubanos trazan una línea roja a la hora de opinar —y seguramente votar— sobre el Código.
“Yo no soy religioso ni nada de eso, pero a mí desde niño me enseñaron que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, y a estas alturas de mi vida no voy a cambiar lo que pienso”, refiere Jorge Luis, quien, aunque dice saber que el matrimonio entre personas del mismo sexo ya está aprobado legalmente “en otros países”, no cree que en Cuba deba darse este paso “tan rápido”. “Dentro de unos años, a lo mejor, pero no me parece que deba aprobarse todavía. Creo que primero podrían aprobarse las uniones de hecho entre los homosexuales, que ya hay muchas en la práctica, algunas muy serias y de mucho tiempo, la verdad, por el tema de la herencia y otros derechos, pero hasta ahí”, opina el hombre, que asegura ser revolucionario y estar “con esto”, pero que no por ello tiene que estar “de acuerdo con todo lo que dice el gobierno”.
Zulema, quien sí es religiosa, católica según afirma, tampoco respalda el matrimonio igualitario, además de la adopción por parte de parejas homosexuales y la gestación solidaria. “¿Qué es eso de que dos hombres o dos mujeres puedan casarse, o que puedan adoptar un niño como si fuesen un matrimonio real, o que una mujer lleve en su vientre al hijo de otra mujer? Eso va en contra de la palabra del Señor —asevera—. No por gusto los Obispos alertaron sobre esto y llamaron a votar con conciencia, y a pensar en el futuro de los cubanos, porque, ¿qué clase de futuro vamos a tener si esas cosas se aprueban? Por eso yo sí creo que es fundamental ir a votar el domingo, y ya nos pusimos de acuerdo en la iglesia, para dejar claro nuestro rechazo a esa ley, que no representa realmente lo que pensamos y sentimos muchos cubanos”.
Roxana coincide con Zulema en la trascendencia de participar en el referendo, pero por motivos diametralmente opuestos. La joven, quien me revela que ha tenido “novios y también novias” y afirma que “todavía hay mucha intolerancia y muchos prejuicios en este país”, defiende la importancia de que el Código se apruebe en las urnas para que “derechos por los que se ha luchado durante tanto tiempo” puedan convertirse finalmente en ley. Y aunque sabe que no será “fácil”, ella confía en que, una vez aprobada, la norma no solo conceda legalmente esos derechos “a todas las personas”, sino que también vaya erosionando los prejuicios y transformando la percepción social de sus aspectos más polémicos. Aunque para eso, reconoce, no basta con que se apruebe la legislación y será necesaria “más educación sobre estos temas” y “más activismo”, como el que en ella dice haberse involucrado ahora a favor del ‘sí’.
También partidario de acudir a las urnas y de dar un voto positivo asegura ser Carlos, “aunque tenga reservas con dos o tres cosas de las que dice el Código”. “Aunque he visto varias explicaciones en la televisión, sigue sin convencerme eso de la autonomía progresiva de los niños, aunque también sé que no es como han dicho en las redes de que el Estado le va a quitar el poder a los padres sobre sus hijos. Y tampoco, para que le voy a mentir, me gusta mucho lo del matrimonio homosexual, pero entiendo que esas personas no son menos que nadie y que merecen tener ese derecho a pesar de los prejuicios que muchos podamos tener todavía”, se explica.
“Además —concluye—, el Código es mucho más que lo del matrimonio homosexual y tiene muchas cosas positivas, a favor de las personas mayores, de los abuelos, de los vulnerables, y también contra la violencia en las familias, y todo eso me parece muy importante. En mi opinión, lo mejor es hacer un balance entre las cosas que a uno le parecen buenas y las que no, y votar por lo que tenga más peso, que en mi caso son las buenas. Pero si alguien quiere votar en contra por una sola cosa que no le gusta, o prefiere no votar, creo que también debería hacerlo, porque ese es su derecho. Y se supone que para eso es el referendo, para que la gente decida según su propio sentir.”