Dice el dicho que al otro lado la hierba siempre es más verde, y, por esa manía que tenemos de “ver mejor” lo ajeno, y aprovechando el misterio de la vida extraterrestre, se da el caso de autores que imaginan mundos mejores al nuestro; tan belicoso, dividido, vulnerable y mal administrado, en fin… Sirven estos “probables” moradores de planetas lejanos a la Tierra para señalar nuestros problemas, y al ser reflejados como culturas superiores, también nos muestran esos valores que podemos poseer y damos de lado.
Tal vez, esto de poner en extraterrestres sabidurías típicas de dioses o entes superiores guarde algún tipo de relación con la teoría que existe de que en la antigüedad hubo visitas de extraterrestres, y los humanos les adorábamos —o sea, que se mitificaron a los extraterrestres y los volvimos dioses—; de ahí algunas coincidencias en muchas religiones, dígase la procedencia celestial de los santos, entre otras cosas. Yo no me voy ni los voy a enredar más, quien quiera saber que busque en Google y que investigue al respecto, yo he venido a hablarles de dos novelas que utilizan la ciencia ficción y la abducción y visita extraterrestre de la mano del trauma y la tragedia, para dejarnos mensajes humanistas y ponernos a pensar en cómo ser terrícolas más dignos. Como bien expresó Kurt Vonnegut en su Matadero cinco: “(…) Estaban intentando reinventarse a sí mismos y a su universo. La ciencia ficción era una gran ayuda…”
¿Te dejarás ayudar con estas lecturas? Si ese es el caso, iniciemos la biblio-abducción:
K-PAX, de Gene Brewer
Novela narrada desde el punto de vista del Doctor Gene —Sí, el mismo autor del libro—, un psiquiatra de un instituto mental en Nueva York que nos cuenta las dieciséis sesiones que tiene en la consulta con Prot, un paciente recién ingresado que afirma provenir del planeta K-PAX, incluso después de haber tomado antipsicóticos y recibir tratamiento médico, por lo que llama la atención su obstinado delirio, del cual llega a convencer a otros pacientes.
Prot no es el típico trastornado cliché al que nos tienen mal acostumbrados en las obras de ficción; se trata de un hombre educado, inteligente, de buenas maneras, que siempre usa gafas de sol pues tiene hipersensibilidad a la luz, ya que su planeta no es tan iluminado como el nuestro. Prot afirma que es capaz de viajar a través de espejos, a una velocidad mayor que la luz, que de ese modo llegó a nuestro planeta y también que tiene trescientos treinta y siete años.
La descripción de K-PAX es casi idílica: “(…) En K-PAX todos somos hermanos…”; no hay países, toda la especie comparte el planeta, no hay religión, su organización es envidiable, así como sus capacidades naturales; nos habla de un mundo sin gobierno y sin sus trampas, sin trabajos, ya que todos saben de qué forma contribuir cabalmente a la comunidad, niños criados por todos, aprendiendo de uno y de otro, y por esa línea nos vamos dando cuenta de cuán retorcida es nuestra idea de organización, aunque por costumbre creamos lo contrario.
“(…) Todo tipo de vida es inteligente”, expresa Prot, y nos hace pensar en nuestra engreída idea de “superioridad”. Entre más describe su planeta más deja pensando al doctor, y, claro, al lector, sobre nuestra civilización:
“(…)— La Tierra parece un lugar muy animado visto y oído desde el espacio. Y es un Planeta de clase III-B.
—¿Qué significa?
—Que está en una fase inicial de evolución, con un futuro incierto…”
Este curiosísimo personaje logra confundir a los lectores sobre su procedencia, por un lado nos dejamos guiar por la lógica científica del doctor, y por el otro, la idea de que Prot sea en realidad un extraterrestre nos resulta maravillosa, pues llegamos a convencernos de que alguien como él solo ha venido a dejarnos un gran mensaje.
La influencia de Prot empieza a notarse en los demás pacientes y en el propio doctor. Un día desaparece y… ¿Qué pasa? ¿Y su promesa de llevarse a uno de los pacientes? ¿Es en verdad del planeta K-PAX? El final, si bien da una luz sobre la vida de Prot, luego nos vuelve a arrojar hacia la intriga.
He aquí una novela fascinante, intrigante, entretenidísima e inolvidable, sobre la existencia humana; cuestiona la supuesta evolución que tenemos, cuando aún cometemos crímenes y vivimos de modo absurdo, divididos hasta por las cosas que supuestamente deben unirnos más. Una historia sobre las apariencias, la necesidad de esperanza y compañía que tenemos todos, y de las cosas que somos capaces de hacer para encontrar consuelo ante las situaciones más desalentadoras. Hasta yo me hubiera querido ir a vivir con Prot a K-PAX, pero… no puedo decir más, hay que leerla.
La novela se lee sola, está narrada de forma sencilla y apenas tiene 247 páginas con letras grandes. Hay una segunda parte titulada En un rayo de luz que tengo a la espera de ser leída. Honestamente me da un poco de pereza, pues la primera estuvo tan buena y me satisfizo tanto el final que temo esa segunda parte sea mera mercadotecnia para estirar el éxito.
Hay un película con el mismo título cuyo elenco de lujo la hace totalmente atractiva, y aunque es una buena película, se queda corta al lado del libro.
Matadero cinco, de Kurt Vonnegut
“(…) En la guerra no erais más que unos críos (…) Pero no vas a escribir eso, ¿verdad? (…) Fingirás que erais hombres y no unos críos, y en las películas os interpretarán Frank Sinatra y John Wayne o algún otro de esos viejos verdes glamurosos que adoran la guerra. Y la guerra parecerá maravillosa y tendremos muchas más. Y en ellas combatirán críos…”.
Le regañó Mary O’Hare al autor, cuando este fue a ver a su esposo, compañero de guerra, a razón del libro que estaba escribiendo sobre el ataque aéreo a Dresde en la II Guerra Mundial, un siniestro de gran envergadura, mató a más gente que la bomba de Hiroshima, y olvidado por casi todos. Kurt contestó: “(…) Lo titularé La cruzada de los niños…”.
Lo curioso del asunto es que no solo narró la historia desde los niños, sino que añadió una veta de ciencia ficción que a veces resulta ilusoria, como una consecuencia del trauma bélico en la mente del personaje, y así el lector irá viajando por las distintas etapas de la vida y la mente de Billy Pilgrim, uno de esos personajes entrañables e inolvidables, hechos para calar, desde la elección del nombre hasta sus características personales. No solo se da gusto Vonnegut con Billy, también nos ofrece ese mundo extraterrestre que oscila entre lo hilarante y lo sabio.
La historia nos muestra al niño Billy enviado a una guerra que no entiende y para la que no está preparado. Allí, atrapado por los alemanes, es encerrado en un matadero en desuso: Matadero cinco, dónde no solo inicia sus viajes al pasado, sino también al futuro.
Esta es una novela sobre el tiempo, la vida, la muerte, la guerra y lo absurdo de todo; una novela sobre las interrogantes, tan necesarias a veces, tan inútiles también, si al final, por mucho que resolvamos, todo continua de manera circular, y repetimos nuestros errores como especie y sucumbimos ante todo lo inevitable, y así sucesivamente (and so it goes, o como tan bien tradujeron en esta edición: Es lo que hay).
La sabiduría Tralfamadoriana, estoica y optimista del “Es lo que hay” nos enseña a aceptar lo inevitable, lo inexplicable y lo absurdo que sucede una y otra vez, sin rompernos la cabeza con los por qués. En inglés la frase expresa más el sentido de continuidad: and so it goes. En español, da una idea más cerrada y concluyente: Es lo que hay:
“(…) —¿Por qué yo?
—Esa es una pregunta muy típica de los terrícolas, señor Pilgrim. ¿ Por qué usted? Y, ya puestos, ¿ Por qué nosotros? ¿Por qué cualquier cosa? Porque este momento es, y ya está. ¿ Ha visto alguna vez insectos atrapados en ámbar? (…) Pues aquí estamos, señor Pilgrim, atrapados en el ámbar de este momento. No hay un por qué…”.
No sales igual después de leer esta novela. Como tampoco sales ileso de leer a Camus, solo que Vonnegut te hace apreciar los momentos y aceptar lo inevitable, y tirar pa’lante y buscarle el lado bueno a las cosas, porque, lo que sea que suceda: Es lo que hay:
“(…) Esa es una cosa que podrían aprender los terrícolas si se esforzaran mucho: a no hacer caso de los momentos espantosos y a concentrarse en los buenos…”.
En Estados Unidos estuvo prohibida durante algunos años, para que los niños no pudieran acceder a esta historia de pocos personajes y tantas historias dentro de las historias. La iglesia, Jesús, la sociedad norteamericana, el gobierno, el orgullo con chapa USA, hay tanto que queda en una especie de “mal visto” por el nivel de sinceridad, irreverencia y practicidad con el que Vonnegut los plasma, que no es difícil imaginar semejante censura, incluso en esa land of the free:
“(…) Billy oyó a Rosewater decirle a un psiquiatra:
—Creo que van a tener que inventarse ustedes un montón de nuevas mentiras maravillosas, o la gente no querrá seguir viviendo…”.
Una novela divertida, alucinante, original, filosófica, onírica, metaliteraria, rompedora, irreverente, llena de humor negro, atrevida, ¡literatura de la buena!, pues entretiene, enriquece y remueve conciencia; una novela sobre la guerra, narrada desde el sinsentido (¿no es eso la guerra?) para enseñar a preferir la paz, una paz que inicia con la comprensión y el respeto entre todos los seres humanos.
Novela de culto, ha inspirado a artistas y sigue teniendo una lectura actual. Añadida a mi lista de novelas favoritas.
Me voy contento de haber dado par de “Librazos”. Nos vemos la próxima semana. Es lo que hay.