En 1865, al finalizar la Guerra Civil en Estados Unidos con la victoria del Norte sobre el Sur, seis exmiembros del ejército de los perdedores, todos terratenientes y exdueños de esclavos por más señas, se reunieron en Pulaski, Tennessee, para crear un club: lo llamarían el Ku Klux Klan, una organización que apelaba a la violencia y el terror contra la Reconstrucción, la política federal de orden en un país destruido por uno de los conflictos internos más cruentos que en el mundo han sido.
A medida que fue creciendo, sus integrantes comenzaron a utilizar los métodos que los caracterizarían durante su historia: la intimidación, la violencia y el crimen para evitar que los estadounidenses negros, y cualquier persona blanca que apoyara la igualdad de derechos, votaran, ocuparan cargos políticos y vivieran, uno de los resultados de aquella victoria del Norte.
Desde Arkansas hasta Georgia, miles de ciudadanos de piel negra fueron asesinados. Linchamientos, golpizas, violaciones y otros actos brutales contra quienes desafiaban la supremacía blanca fueron el sello distintivo del “KKK”.
La primera era
Ese grupo de confederados fundó lo que los estudiosos denominan la primera era del Ku Klux Klan. Las dos primeras palabras del nombre de la organización supuestamente se derivan de la palabra griega kyklos, que significa círculo. En el verano de 1867 hicieron una convención general y establecieron lo que llamaron un “Imperio Invisible del Sur”.
El ex teniente general confederado Nathan Bedford Forrest (1821-1877) fue elegido el primer líder o “gran mago” del Klan. Presidía una estructura de nombres altisonantes y pomposos, compuesta por “grandes dragones”, “grandes titanes” y “grandes cíclopes”. Los disfraces con capucha y atuendo blancos, las salidas nocturnas y la idea de que, en efecto, formaban ese ”Imperio Invisible del Sur” le conferían una mística que aumentaba su popularidad entre los racistas sureños, procedentes de todas las clases sociales y profesiones, desde pequeños agricultores y trabajadores hasta hacendados, abogados, comerciantes, médicos y ministros protestantes.
En la dinámica política de la época, los republicanos, el partido de Lincoln, llevaban la agenda reconstruccionista y emancipadora; los demócratas del Sur, que lo controlaban, se les oponían a cal y canto.
Después de 1870 los gobiernos republicanos de los estados sureños recurrieron al Congreso federal para que los ayudara a lidiar con el problema del Klan, lo cual resultó en la aprobación de tres leyes. Una de ellas fue la Ley del Ku Klux Klan (1871), diseñada para eliminar la violencia extralegal y proteger los derechos civiles y políticos de los 4 millones de esclavos liberados.
Por primera vez en la historia, una ley designaba a las felonías del Klan como delitos federales. Fue también una respuesta a uno de los hechos más escandalosos de la época: en enero de 1871 quinientos enmascarados del Klan atacaron la cárcel del condado de Union, en Carolina del Sur, y lincharon a doce prisioneros negros. Nada que ver, obviamente, con la ley y el orden. Eso era, entre otras muchas cosas, aquel “Imperio Invisible del Sur“.
Pero la ley fue más allá. Autorizó al presidente a intervenir en los antiguos estados rebeldes que intentaran negar a “cualquier persona o clase de personas la igual protección de las leyes, o los mismos privilegios o inmunidades bajo las leyes”. Para tomar medidas contra el delito federal recientemente definido, el presidente podría suspender el hábeas corpus, desplegar el ejército de Estados Unidos o utilizar “otros medios, según lo considere necesario”. (Los opositores la denunciaron como un ataque inconstitucional a los gobiernos estaduales y a la libertad individual). Esta expansión de la autoridad federal fue utilizada por el presidente Ulysses S. Grant para reprimir la actividad del Klan en Carolina del Sur y otros estados.
Pero ese Klan de la primera era se disolvió al entrar en vigor las leyes Jim Crow (1896), que asegurarían la supremacía blanca en todo el país. Fueron la base de la onerosa segregación racial. Escuelas separadas. Ómnibus con secciones para blancos y para negros. Baños separados. Bebederos. ”Separados, pero iguales” sería la doctrina de Estados Unidos hasta los años 50 del siguiente siglo.
La segunda era
En 1915 un grupo de nativistas blancos protestantes encabezados por William Joseph Simmons (1880-1945) decidió revivir el Ku Klux Klan en Atlanta, Georgia. Dicen los historiadores que lo hicieron inspirados en una “visión romántica” del Viejo Sur, según figuraba en el libro de Thomas Dixon The Clansman (1905) y en la película de D.W. Griffith El nacimiento de una nación (1915), verdaderos panfletos racistas sobre la supuesta superioridad blanca.
Aquí se produjo un cambio. En la segunda era el Klan no solo estaba contra los negros y los blancos antisegregacionistas. La emprendió con igual entusiasmo contra católicos, judíos, inmigrantes, homosexuales, “mujeres impuras” y trabajadores sindicalizados, en medio de la hostilidad hacia la creciente inmigración que Estados Unidos experimentó a inicios del siglo XX. Además se montaron sobre los temores de que en la Unión pudiera triunfar una revolución como la rusa de 1917.
Diez años después, en 1925, el KKK organizó una impresionante marcha de 30 000 de sus miembros en Washington D.C. Se estima que contaba alrededor de 4 millones de efectivos y, sobre todo, había acumulado un considerable poder político en ciertos estados del Sur en abierto contubernio con alcaldes, policías, gobernadores y congresistas. Y lo peor: para muchos ciudadanos no eran villanos sino héroes. De ese apogeo datan algunas de las imágenes más conocidas del Klan (los linchamientos y las cruces de fuego) que el realizador cubano Santiago Álvarez incluyó en su documental Now (1965).
Pero la segunda era no duró demasiado: la Gran Depresión en la década del 30 golpeó severamente a su membresía. De fines de esa década data la tonada “Strange Fruit”, compuesta por Abel Meeropol (1903-1986) y estrenada en 1939 por la extraordinaria Billie Holiday, una expresión de contracultura considerada a menudo el inicio del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos; una atrevida denuncia de los linchamientos del Klan: Los árboles del sur dan un fruto extraño / Sangre en las hojas y sangre en la raíz / Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur / Extraña fruta colgando de los álamos.
La tercera era
El 17 de mayo de 1954, en una decisión histórica en el caso de Brown contra la Junta de Educación de Topeka, Kansas, la Corte Suprema declaró inconstitucionales las leyes que establecían escuelas públicas separadas para estudiantes de diferentes “razas”, hecho que desmanteló el marco legal de la segregación racial en las escuelas públicas y las leyes Jim Crow. El hecho marca, a contracanto, la tercera era del Klan. La reacción a la movida implicó un repunte de sus actividades en casi todo el sur de Estados Unidos con golpizas, atentados y asesinatos.
Entre las víctimas de la década del 60 se incluyen cuatro niñas negras, mientras se preparaban para asistir a los servicios religiosos dominicales en una iglesia bautista de Birmingham, Alabama (1963). Además, tres activistas por los derechos civiles: Andrew Goodman, James Chaney y Michael Schwerner en Mississippi (1964).
El contexto político, sin embargo, no favorecía al KKK. A inicios de los 60 una serie de escándalos sexuales sobre su liderazgo, junto a conflictos internos por el poder y revelaciones de la prensa, fueron erosionando su poder e influencia sociales.
En general, en la tercera era las acciones funcionaron como un boomerang y, de hecho, contribuyeron a que obtuviera apoyo la causa de los derechos civiles. En 1965 se produjo un suceso sin precedentes: un discurso del presidente Lyndon Johnson condenó públicamente el Klan y anunció el arresto de cuatro de sus miembros, acusados de asesinar a una trabajadora blanca por los derechos civiles en Alabama.
A lo largo de la segunda y tercera eras del Klan, una oleada de afroamericanos abandonó los estados del Sur: la Gran Migración. Más de 6 millones se involucraron en un viaje que cambió drásticamente la demografía estadounidense.
Con el fin de la Guerra de Vietnam, en 1975, surgieron figuras nuevas dentro del Klan. Uno de ellos, Louis Beam, a su regreso de la guerra se unió a United Klans of America, de Alabama. Sus catilinarias sobre la “resistencia sin líderes” ayudaron a unir a los grupos neonazis y del Klan con el movimiento organizado del poder blanco. Estaba sembrando las bases para el futuro.
El KKK hoy
En 2019 el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) consideró al KKK una amenaza terrorista doméstica. Kevin McAleenan, entonces secretario interino del DHS, escribió: “La continua amenaza del extremismo violento basado en la raza, en particular el extremismo supremacista blanco, es una afrenta abominable para nuestra nación, la lucha y la unidad de su población diversa”.
Hoy el Klan se ha debilitado enormemente. En primer lugar, ha venido ocurriendo una serie de procesos judiciales para sentarlos en el banquillo de los acusados. En segundo, como en el caso de otros grupos de odio, ha sido penetrado por agentes del FBI, lo cual ha permitido controlar y neutralizar cualquier intento de llevar a cabo acciones terroristas. En tercero, están marcados, además, por luchas internas, lo que ha redundado en la existencia de grupúsculos locales cada vez más pequeños y poco estructurados.
Además de lo anterior, carecen de apoyo social. El Movimiento Black Lives Matter, que de hecho ha logrado sensibilizar al país sobre la brutalidad racista y los asesinatos de afroamericanos, ha sumado señalamientos al Klan. Instituciones que monitorean y estudian las actividades de los grupos de odio en Estados Unidos reportan un declive de su membresía debido, básicamente, a los cuatro factores antes aludidos. Un factor adicional, pero no menos importante, es la visión abrumadoramente negativa de los estadounidenses, que los considera, además de racistas y supremacistas, anticuados, pasados de moda y hasta ridículos.
De ahí que sus efectivos se refieran a un posible reavivamiento como “la Causa Imposible”. Según el Southern Poverty Law Center, entre 2016 y 2019 la cantidad de grupos del KKK en Estados Unidos se redujo de 130 a solo 51. Por su parte, un informe de la Liga Antidifamación (2016) documenta alrededor de 30 grupos del KKK activos, y que el total de miembros oscila entre 3 000 y 8 000.
Hoy día el KKK no es el problema principal si de racismo y supremacismo blanco se trata. De acuerdo con el Souhtern Poverty Law Center (SLPC), en 2016 los grupos de odio de factura neonazi y los integrantes de la llamada alt-right aumentaron sus efectivos por segundo año consecutivo, estimulados por el populismo facistoide de Donald Trump. “La derecha radical se llenó de energía con su candidatura”, dijo un comunicado de SLPC.
En breve, los “días de apogeo y gloria” han terminado para el Klan. El 9 de julio de 2020 una Comisión del Capitolio de Tennessee votó para que fuera retirado el busto del fundador, Nathan Bedford Forrest, lo que finalmente se implementó el 23 de julio de 2021.
La escultura se trasladó al Museo Estatal de Tennessee. Forma parte, por derecho propio, de la Historia Universal de la Infamia.