“…la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”.
Pierre Menard
A lo largo del tiempo el arte cubano ha demostrado su fecundidad y trascendencia. Tal es así que desde hace más de 30 años tiene lugar en la isla una de las bienales más importantes a nivel mundial: La Bienal de La Habana. A esto se añade la vasta producción realizada por los artistas cubanos desde la diáspora. Es decir, como una especie de fuerza centrífuga, la producción artística cubana se consolida y se expande allende los mares.
Una muestra de ello es la exposición colectiva de grabado cubano contemporáneo “Borderless” (Sin fronteras), que tiene lugar en el reconocido Taller Boricua en Nueva York. La muestra estará disponible hasta el 6 de enero de 2023. Bajo la curaduría de Aliosky García Sosa y Nitza Tufiño, coordinadores y gestores de la propuesta, el público encontrará en ella una amplia y variada panorámica del grabado insular de la última década.
En este punto es importante referirse al espacio físico donde se exponen las obras. Nos referimos a una institución ubicada en el Alto Manhattan, exactamente en East Harlem (El Barrio), que lleva 53 años de fundada y es reconocida por su empoderamiento cultural. The Puerto Rican Workshop es hoy en día una organización multidisciplinaria que realiza exposiciones, charlas educativas, talleres de grabado, entre otras, y la única desde el punto de vista artístico-educativo que presta servicios a El Barrio, enalteciendo y enriqueciendo la visión holística y creativa de los artistas latinos de New York con la comunidad de esa zona.
El Taller también funciona como centro conector para la producción artística en la diáspora puertorriqueña y, en esta ocasión, es la primera vez que realiza una muestra con artistas cubanos. En ese sentido, fue crucial la encomiable labor realizada por sus curadores, García y Tufiño, artistas y amigos que pusieron todo su empeño y capacidad intelectual en la experiencia.
Hablamos de una exposición que incluye alrededor de 70 grabadores. Hay piezas de artistas que viven en Cuba, pero también en otras partes del mundo. Sin dudas, fue una ardua tarea la acción de recolectarlas y que, finalmente, llegaran a este destino.
Aliosky García Sosa (Cuba, 1979) es conocido por su obra como grabador, pero también por su meritoria trayectoria académica iniciada en la Universidad de las Artes (ISA, La Habana) y por su magisterio y desempeño como jefe del Departamento de Grabado en dicha universidad. Recientemente culminó sus estudios de Maestría en “Gestión y Administración Cultural” en la Universidad de Puerto Rico.
Nitza Tufiño (México, 1949) proviene de una larga trayectoria artística que incluye el trabajo como muralista y grabadora, también es reconocida por ser la primera mujer artista y co-fundadora del Taller del Barrio, por ser curadora, así como por los múltiples galardones que ha recibido a lo largo de toda su vida (por ejemplo, el Premio a la “Excelencia en las Artes” del Consejo de la Ciudad de Nueva York, otorgado por el presidente del Consejo).
Entonces, bajo sus experiencias y miradas lúcidas se dieron cita en esta exposición grabadores tanto consagrados como noveles. Y es esa, precisamente, una de las riquezas de la curaduría: la diversidad generacional y temática que implica la muestra. Hablamos de una visualidad que se nutre de diferentes puntos de vista y que está exenta de censuras o esquemas. En palabras de García Sosa:
Sin hacer distinción se incluyen en esta muestra artistas cubanos que residen tanto dentro como fuera de la isla en una suerte de unir en un mismo espacio a estos cultivadores del medio. Se trata aquí de romper barreras, de sortear obstáculos, de burlar las diferencias de todo tipo, de crear puentes, de estrechar los lazos…
Desde esa base, en la muestra se erigen discursos estéticos que aluden al estilo de vida, a la felicidad, al amor, a las ideas estigmatizadas, al presente incierto o al futuro anhelado. Las técnicas empleadas también gozaron de una polifonía visual: la xilografía, calcografía, litografía, serigrafía, colografía, entre otras. Dicho esto, hagamos un breve análisis de algunas de las obras que agrupa “Borderless”.
La de Hanoi Pérez, (“Maternidad”, Litografía, 2014) nos ubica ante la indiscutible nación cubana y el sentimiento de pertenencia y respeto hacia la madre Patria. Nada más erótico que un cuerpo femenino con pinceladas de desnudo. Desde esa base, Pérez profundiza en la maternidad, en el respeto, en la vida humana, en la nacionalidad, pero también en el amor. Con su grabado (que usa diferentes técnicas) Hanoi se ha insertado de forma meritoria en la gráfica cubana contemporánea.
Por otra parte, el discurso estético y conceptual en la obra de Aliosky García parte de la autorreferencialidad, de su introspección y del análisis de su entorno. Es una obra que prefiere el silencio de la noche, la mirada esquiva, el árbol o la naturaleza como refugio. El ser humano aparece como individuo responsable de sus actos, pero también como ente que juzga y condena sus propias acciones y las de otros. La historia es minimalista y reflexiva, (con)mueve e inquieta la conciencia humana. Todo eso es, sin duda alguna, “Tu propio cielo”.
En lo que a paleta cromática se refiere, es indiscutible no advertir la presencia de Sosabravo en “Músicos” (2020). En esta ocasión el reconocido artista, patriarca de las artes visuales insulares, nos regala la alegría típica de la cultura cubana. A través de una de nuestras más fuertes tradiciones, la música, nuestro artista expone esa fiesta que significa estar vivos.
En tanto, Rafael Zarza nos lleva de la mano a las raíces de las tribus nativas estadounidenses Sioux, precisamente a Tatanka Iyotanka (Toro Sentado), quien fuera conocido por ser el último gran jefe Sioux. Este hombre fue un defensor de los derechos de su pueblo. Entonces, el toro, como fetiche constante en la obra de Zarza, se empodera con esta doble significación. En su discurso visual, la historia es siempre el centro de atención.
Por su parte, la obra de Israel Naranjo (“Ejercicio para encontrar la impresión del sol”, 2015, punta seca sobre papel cromado) es la inocencia explícita: los niños como la voz directa de la felicidad, el juego y la amistad. Desde una técnica impecable, Naranjo nos define cada elemento anatómico y la alegría desbordante en sus protagonistas. Sus piezas se caracterizan por el trabajo con el cuerpo humano, de modo que hablamos de un artista que presenta un dominio extremo en lo que a grabado figurativo se refiere.
Con “Borderless” presenciamos una exposición rica en visualidad y en discursos. Es la voz del grabado cubano, pero también del arte cubano en sentido general y de su capacidad, como todo buen arte, de penetrar en cualquier territorio y de hacerse sentir desde su autenticidad. Ante la gran nómina que en ella se dio cita solo queda exhortar a vivir personalmente dicha experiencia. Qué no se diga más: ¡El grabado cubano los espera!