Es imposible permanecer indiferente ante La Habana, pues el antiguo vestíbulo del Nuevo Mundo conserva ese don casi místico de ser puerta a nuevos universos humanos y patrimoniales, que seducen a quienes buscan en Cuba algo más que sol y playas.
Para quienes llegamos de “provincia”, o de otros rincones del mundo, entrar a la antigua Villa de San Cristóbal de La Habana es como recalar en un puerto donde las maravillas cotidianas saltan a la vista, o aguardan por ser descubiertas, en excursiones urbanas o en el franco hablar de su gente.
Se dice, con razón, que La Habana es la meca de lo real maravilloso. Al desandar sus calles uno descubre una ciudad múltiple, de colores, matices y mucha historia, de automóviles que deberían estar en un museo y no rodando a toda hora, y de una arquitectura sostenida a pura columna e imaginación.
Para los extranjeros, La Habana es el kilómetro cero ideal para conocer el país. Entre otras razones, porque en la capital de todos los cubanos convive el habanero con el provinciano que vino en busca de nuevos horizontes, y se trajo consigo cultura, religiones y costumbres, para fundirlas en las tradiciones locales.
Más allá del centro histórico –la Habana intramuros de la época colonial– crece una ciudad con sus tradiciones, códigos y personajes, fieles a sus barrios separados por fronteras imaginarias o geográficas, como el río Almendares, la rada habanera o el verdor del Bosque de La Habana.
Pródiga en museos, galerías y nuevos espacios temáticos para descubrir durante el día, La Habana nocturna es también legendaria y rica en propuestas: desde bares, teatros y “paladares”, hasta clubes que fusionan las trepidantes vanguardias musicales con estilos más tradicionales, e incluso vintage, y amanecer bailando si es preciso.
Además de este peculiar senderismo urbano, La Habana se precia de su malecón –donde tantas noches de estudiante fui aspirante a Don Juan–; de sus Industriales, amados y odiados con igual vehemencia, así como de poblados de larga tradición marinera, como Cojímar, donde el fantasma de Hemingway asoma en cualquier esquina.
Como aquel mítico escritor, yo también me dejé seducir por esta ciudad que ya me parecía una maravilla, mucho antes de que un concurso internacional la legitimara como tal. En esta Habana crecí como profesional, he vivido en sus más disímiles barrios, la he desandado más que Eusebio Leal, y aunque no siempre es cariñosa, no deja de darme motivos para amarla.
El más reciente, por cierto, es mi hijo Carlitos, pichón de pelotero. Por su culpa hasta industrialista me he vuelto… ¿o será ese, otro pretexto para “hacerme” el habanero?
Eso la haces tan particular ,tan especial, que gentes de todos los credos razas y religiones la hayan hecho su capital no solo por estar compuestas de muchisimas gente de pueblos y ciudades a lo largo y ancho del pais sinos por que es las mas cosmopolita del caribe si miramos su arte cultura su bellos y viejos vitrales las verjas fundadas de hierros y por sobre todo su indiosincracias la habanas es un paraiso en latinoamerica , me gusto su articulo señor morales
Ese amor, esa admiracion, esa seduccion por la Habana es genética, la lleva la Habana en sus genes. Los españoles tuvieron docenas de colonias, pero ninguna ejerció o ejerce para la Metrópoli tanta nostalgia de lo perdido, tanto amor, en España Cuba es eso, Cubita la Bella, uan expresión española de uso normal es “más se perdió en la guerra de Cuba”..expresión muy en uso porque sale del corazón, para los españoles fué un desgarro, fué una herida que no está ni mucho meos curada. Y es así, muy simple, porqué siempre fué así, porque Cuba era el magnífico portal de la entrada a todo un mundo y la salida a todo otro mundo.San Cristobal de la Habana era el sitio mágico, como lo sigue siendo hoy donde se juntaban barcos, marineros, pasajeros, en tal cantidad que mas de una vez casi llenaron la bahia habanera, barcos que movian oro,plata, mil mercaderias de los dos mundos…y por lo tanto movian dinero, la ciudad brillaba y vibraba…creó cientos de palacios, iglesias, plazas de un encanto increible…y lo único que ha hecho la Habana de San Cristobal es hacerse viejecita, y sin maquillajes, sin manicuras, que no puede disimular sus arrugas pero qeu ahí sigue con todo su encanto, su atracción casi física, casi enfermiza…Sabeis que en la Habana se construyó el mayor barco de guerra que jamas tuvo la escuadra española, prodigio de tecnologia de su tiempo, barco enorme y así y todo muy marinero, se llamó el Santisima Trinidad, llamado el Escorial del mar por su tamaño, artillado con 140 cañones y obuses….se hizo en Cuba por la tremenda dureza de sus maderas nobles, se usó la caoba , jucaro y caguairan traidas desde Camaguey…esto lo digo para que se sepa que ya en los últimos años del siglo XVIII la Habana contaba con cientos de técnicos, desdee ingenieros navales, fundiciones, carpiteria,etc, capaces de construir esos gigantes del mar…