En materia historiográfica no existen temas extraños o imposibles. Cualquier hecho o zona del decurso humano puede ser susceptible de investigación y análisis. Además, toda obra de naturaleza historiográfica posee, por lo general, un centro imantador que en ocasiones se esconde detrás del follaje de la prosa o de la táctica escritural del autor, incluso en la propia estructura del libro.
En otros casos, ese centro es visible desde el mismo inicio del texto. Probablemente, este sea el caso del libro Cuatro intelectuales viajeros polacos en Cuba, del joven profesor Mario Castillo Santana.
El texto, en proceso de edición en Polonia, ya tuvo una presentación virtual en La Habana, mediante un panel de especialistas que lo analizaron a fondo. Se trata de una documentada y argumentada investigación acerca de la presencia en Cuba de cuatro intelectuales polacos durante el pasado siglo: Bronislaw Malinowski (antropólogo), Tadeuz Lepkowski (historiador), Kewe S. Karol (periodista y politólogo) y Andrzej Dembicz (geógrafo), quienes visitaron el país y establecieron estrechos nexos con la cultura y la sociedad cubanas en un período de cinco décadas, que va de 1939 a 1989.
Cuatro intelectuales viajeros… parte de una suerte de páramo documental en cuanto a la nación polaca, pues las relaciones culturales, diplomáticas o de cualquier tipo entre Polonia y Cuba no fueron muy frecuentes o importantes antes de 1959; aunque se establecieron relaciones diplomáticas en 1933, no hubo una legación hasta nueve años más tarde. Un consulado existió entre 1934 y 1945, año este último en que cesó todo tipo de lazos bilaterales, ya que Cuba no reconoció al Gobierno Provisional de Unidad Nacional y hasta 1959 mantuvo relaciones con el Gobierno Polaco en el exilio en Londres.
Nuevamente hubo relaciones diplomáticas —ahora sí con intensidad y sostenimiento— a partir de 1960, ya con la Revolución en el poder. Pero, en esencia, fue la presencia del general Carlos Roloff (Karol Rolow-Mialowski), general de las guerras independentistas decimonónicas, el punto más relevante de estas relaciones en la historia cubana.
Cuatro viajeros, cuatro historias
El autor de Cuatro intelectuales viajeros… profesor de historia en la Universidad de las Artes (ISA) e investigador, exhibe en el texto un dominio profundo de su objeto de estudio y, luego de una breve nota introductoria, examina la presencia de los cuatro científicos sociales en la isla. La investigación de Castillo Santana nos permite revivir sus avatares y huellas respectivas, el contexto sociopolítico y las personas que más interactuaron con ellos; también los resultados que dejaron como saldo cultural o legado.
El primer texto, dedicado a la visita del reconocido antropólogo Bronislaw Malinowski (1884-1942), examina la relación entre este y Fernando Ortiz, quien fue su anfitrión; una relación realmente muy poco estudiada anteriormente, quizá con la salvedad de algunos textos de Jesús Guanche, Trinidad Pérez y Miguel Cossío Woodward.
Castillo Santana menciona a los escasos autores cubanos residentes fuera de la isla que han realizado algún tipo de indagación al respecto, lo cual reitera la novedad de su ensayo.
En el texto aparecen breves semblanzas de los dos antropólogos, sus influencias académicas y sus orientaciones principales dentro de la antropología de la época, además de sus libros y aportaciones fundamentales. De esta manera, Castillo Santana prepara la escena para el encuentro, en 1939, de los dos científicos sociales en La Habana. Las obras de Malinowski no eran muy conocidas por la academia insular en el momento de su visita. El punto más notable del texto es el contrapunteo entre las obras de Ortiz-Malinowski, sus antecedentes, ubicación en la teoría del momento, afinidades e interinfluencias. Es un ensayo que muestra, desde sus primeras páginas, el filo crítico del autor, pues somete a examen las obras de los dos eminentes científicos.
En un segundo ensayo, relacionado con la visita de Tadeusz Lepkowski (1927-1989) a Cuba y su impronta en el gremio de historiadores cubanos, el autor desempolva el ciclo de conferencias impartido por el investigador polaco en el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Cuba, en 1967; evento olvidado por una buena parte de nuestros historiadores, quizá con la salvedad de Jorge Ibarra Cuesta, quien lo consideró “un acontecimiento de la mayor importancia en el campo de la investigación histórica”, en un texto publicado dos años más tarde en la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí.
En ese mismo número de la revista, el extenso artículo “Síntesis de Historia de Cuba. Problemas, observaciones y críticas”, escrito por el historiador polaco, sirve de pivote a Castillo Santana para desarrollar su enjundioso e interesante ensayo sobre Lepkowski y su andadura habanera. “El texto del historiador polaco constituye, probablemente, uno de los primeros documentos de crítica historiográfica integral en torno a la producción de un historiador cubano posterior a 1959”. Se refieren, tanto Lepkowski como Castillo Santana, al libro Historia de Cuba (1967), de Jorge Ibarra Cuesta, publicado bajo los auspicios del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) de Cuba, pero realizado completamente por Ibarra.
A partir de ese instante, el autor analiza la obra de Lepkowski, profesor de la universidad de Cracovia; su relevancia dentro de la historiografía de Polonia, las características de la historiografía de los países socialistas, la que, como se conoce, estuvo pendulando entre una versión reductora y dogmática de la obra de Carlos Marx y los intentos de «crítica revisionista» de algunos autores irreverentes y heterodoxos como Lepkowski.
Castillo Santana examina el diálogo polémico y fraternal entre Lepkowski y el gremio de historiadores cubanos, y señala con acierto que la crítica al libro de Ibarra Cuesta fue, en realidad, una crítica general a la producción historiográfica del gremio. Para Ibarra Cuesta fue muy importante y así lo afirmó en una entrevista casi a cuatro décadas de la visita de Lepkowski: “le debo a la crítica del historiador polaco Tadeusz Lepkowski haberme convertido en historiador”. Y fue más allá, al decir: “Los historiadores cubanos, además de sufrir la soledad consustancial al oficio, hemos tenido que soportar el silencio de la crítica. Hemos volado a ciegas por mucho tiempo”. Y otra en sentencia rotunda: “[Lepkowski] planteó los problemas más relevantes de la historia de Cuba que se han hecho hasta el presente”.
Un título enigmático, pero no menos atinado, “K.S. Karol en Cuba, el viajero que vino desde el futuro”, identifica al tercer ensayo del libro, dedicado a Kewe S. Karol (1924-2014). Este pudiera ser, si no me equivoco, el texto más difícil y a la vez más elaborado de la investigación que nos ocupa. Karol fue, a un mismo tiempo, un personaje que recibió las atenciones de mayor nivel jerárquico dentro de la dirección revolucionaria en la Cuba de finales de los sesenta, y después que se conoció su libro Los guerrilleros en el poder (1971), la denostación y satanización más severas. Castillo Santana lo examina con profundidad, así como las vicisitudes de sus tres visitas a la isla en esos turbulentos años.
Considerado en su momento como uno de los analistas políticos más importantes de su tiempo, K. S. Karol fue un incansable viajero por el mundo y un penetrante observador de los países donde estuvo. Antes del libro de marras, había publicado títulos como Kruschev y Occidente (1963) y China, el otro comunismo (1967), que reflejaban la agudeza de su mirada, realizados siempre desde una perspectiva marxista heterodoxa.
En cuanto a la visita de Karol a Cuba, Castillo Santana enfatiza que el franco-polaco escribió su libro de tema cubano impregnado de un genuino sentido de solidaridad con el proceso revolucionario insular, una afirmación valiente, pues como es sabido, el resultado de la lectura por la dirección del país no fue el esperado por Karol y, en consecuencia, el libro fue censurado. Desde luego, la visión crítica del proceso cubano, posición que adoptaban muy pocos de los visitantes a la Isla en la década fundacional de la revolución, le granjeó la animadversión y censura ya mencionadas. En mi modesta opinión (al parecer muy coincidente con la de Castillo Santana), Los guerrilleros… es el libro más completo que se publicó sobre la Cuba de los sesenta del pasado siglo por un observador extranjero y muchos de cuyos análisis aún, cincuenta años después, no han sido superados.
El cuarto y último ensayo de Castillo Santana se refiere a la visita del geógrafo Andrezj Dembicz (1939-2009). Aquí describe las vivencias del joven polaco, recién graduado de la facultad de Geografía de la Universidad de Varsovia, quien arribó a la Isla en 1964 con el declarado propósito de contribuir a gestar un “pensamiento geográfico consecuente con el nuevo proyecto social en construcción”, y, de paso, crear una Escuela Cubana de Geografía. Dembicz llegaba a un país donde los jóvenes estaban dando lo mejor de sí, gestando un protagonismo real, para empujar las transformaciones sociales en curso.
El autor analiza in extenso el libro de Dembicz, resultante de la visita a Cuba, Plantaciones cañeras y poblamiento en Cuba (1989), que contó con el apoyo de las instituciones correspondientes del país. Dembicz partió de la valoración de que el análisis del sector industrial de la plantación en la reconstrucción histórica del fenómeno azucarero en la isla, reflejaba mínimamente las estructuras socioeconómicas que interesaban a los enfoques geográficos, por lo que se lanzó a articular una clasificación de los tipos de plantaciones en Cuba que resaltaba por su eficaz simplicidad.
A partir de esa premisa cardinal, el geógrafo polaco examinó siete bateyes como estructura social principal en el entramado azucarero insular. Castillo Santana apela a historiadores claves en el tema, como Manuel Moreno Fraginals y Juan Pérez de la Riva, a fin de realizar el más equilibrado análisis sobre las tesis de Dembicz. Vuelve a sorprender la vastedad y riqueza de las referencias bibliográficas que utiliza el autor para sumergirse en el tema. Sin embargo, el libro de Dembicz sufrió las indolencias de las editoriales cubanas y salió a la luz trece años después de terminado, lo que ocasionó que perdiera oportunidad y efectividad ante sus potenciales destinatarios.
Cuatro intelectuales viajeros polacos en Cuba, tercer título de Castillo Santana, es un libro de madurez por la profundidad y originalidad de los análisis, la prosa eficaz y dúctil, la pertinencia de las bibliografías utilizadas, los cruces referenciales y de citas, todo lo cual lo dota de una riqueza cultural y científica notables. Es un texto de tema poco usual en la literatura historiográfica cubana, que rescata del olvido a personajes, eventos, libros, fragmentos de nuestra historia en vinculación, en todos los casos, con la presencia en Cuba de los cuatro intelectuales polacos. Castillo Santana logra ofrecernos el resultado de sus indagaciones con fluidez narrativa, amenidad y limpieza estilística, todas características que se agradecen.
Este es un libro necesario en la historiografía cubana más reciente, un texto que recomiendo leer de la primera a la última página, pues estimula el raciocinio, revive tiempos pasados que configuraron nuestro presente y nos hace pensar nuestra historia. Esperemos que vea la luz próximamente.