“Sueños, como trapos que no acaban de disolverse”
Lorenzo García Vega
Escenas: un tsunami arrasa la ciudad. Miles de pandilleros saquean las casas. Fidel Castro acata las órdenes de un boxeador. Niñas uniformadas huyen de los tanques rusos. Alguien grita: singao... Una mujer muerde con rabia el sexo de un amante, se lo arranca. Otra pierde las piernas de un hachazo.
Paradójico. Todo lo anterior podría pertenecer a una novela del ciencia-ficcionero Erick J. Mota, pero está sacado de Antes del mediodía (memoria del sueño) [Unión, 2012], de Soleida Ríos, un volumen que es, como mínimo, tres libros en uno: la versión made in Cuba de La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud; un curioso manual de hipnofilia; y un tratado que rompe con la obviedad biológica del sueño y lo convierte en otra cosa: en un género literario.
¿Demasiado? No tanto: Antes del mediodía es —literalmente— nuestra primera antología onírica. Sin moralejas: los sueños terminan siendo la excusa para un relato donde desfilan fobias, parafilias, épicas, estéticas, fantasías bíblicas y fantasías lésbicas, muecas, tics, y las más selectas pesadillas de los 93 durmientes consultados. Un verdadero brainstorming. Porque si algo deja claro el libro de Soleida, es que no hay nada ni remotamente parecido a un “inconsciente colectivo” cubano. El sueño es egoísta. Egomaníaco. Y el durmiente solo quiere una cosa: protagonismo.
Podría ser un pequeño leitmotiv literario. De Homero a Roberto Bolaño, pasando por Shakespeare o Jorge Luis Borges, el sueño aparece como un canon en la sombra, una metáfora de algo más. Francisco de Goya, ese neurótico gourmet, lo definió a la perfección en sus Caprichos, una serie de 80 grabados donde satirizaba la sociedad española de finales del siglo XVIII: “el sueño de la razón produce monstruos”. Eso es el libro de Soleida: un bestiario.
Y resulta que hay bestias conocidas:
Vertebrados como Félix Savón: “[Soñé] que yo (…) trataba con Fidel así como normal…, como si fuéramos familia, andábamos parriba y pabajo así (…), y entonces Fidel no me dirigía a mí, yo era el que dirigía a Fidel, en el sueño ¿tú me entiendes? Y le decía, como si fuera el guía… le decía esto, lo otro y Fidel hacía lo que yo decía”.
Ovovíparos como Rito Ramón Aroche: “Un hombre que vive por mi casa (…) Yo nunca hablo con él, pero ocurrió que en el sueño estaba hablando con él y de momento, se le cayó la cabeza. Él se quedó de pie pero la cabeza se le cayó. Y yo empecé a gritar pidiendo una aspirina. (…) Pero imagínate, la aspirina no aparecía… y yo en el piso con la cabeza del hombre en la mano”.
Marmotas como Sifredo Ariel: “Yo estaba ahí, frente a Coppelia, en una cola de hamburguesas. (…) Era una cola de Mc. Donald. (…) Veo que un hombre gordo está delante de mí. (…) Yo me dije `pero mira a Alfred Hitchcock… ¿qué hace Alfred Hitchcock aquí?´ (…) Entonces me hace una seña y me dice: `te molesta que yo me cuele´. (…) Yo lo dejé porque era Alfred Hitchcock. ¿Qué iba a hacer?”.
Vipéridos como Antón Arrufat: “De pronto me vi en una habitación minúscula (…). Quise salir de allí: no pude. Todas las puertecitas y los ventanucos estaban herméticamente cerrados. Oí entonces que me llamaban (…). Oía repetir mi nombre sin cesar”.
Sirenios como Reina María Rodríguez: “Era un lugar donde se veían muchos caminos… (…). Y había de un lado muchos tanques, como tanques de guerra, antiguos, que estaban detenidos… Estaban detenidos, lejanos, pero había un apuro en una línea larga, como en una hilera de niñas y niñas… Niñas con trenzas largas y todas vestidas de morado…, morado obispo, como si estuvieran en una secta (…). Todas venían corriendo. (…) Yo estaba involucrada… Yo también hacía fila (…). Y me parece que no he dejado de ser esa persona que tiene mucho miedo y que está en una larga hilera de niñas uniformadas”.
Saurópodos como Alicia Alonso. Delfínidos como Deborah Andollo. Antílopes como Alberto Juantorena y Ana Fidelia Quirós. Cachalotes como Víctor Fowler. Lémures como Pablo Armando Fernández. Pero también un general retirado, una exguerrillera, un travesti, una prostituta, una monja, un recluso del Combinado del Este… Toda una fauna digna de El libro de los seres imaginarios, de Jorge Luis Borges.
La literatura cubana, tan centrada en los afectos y desafectos que suceden entre las cuatro paredes de adobe de la nación, había olvidado los sueños. (“Los poetas cubanos ya no sueñan, ni siquiera en la noche”, decía Heberto Padilla en 1968.) Antes del mediodía recoge el colapso de ese dique de contención imaginario. Cubre una grieta en el modo de narrarnos.
Y si tuviera que hacer un prospecto farmacéutico, pondría lo siguiente:
Venta bajo receta médica.
Acción terapéutica: Narcótico. Alcaloide.
Indicaciones: Consumir preferentemente antes de las 10:00 pm, pues el lector corre el riesgo de experimentar el sueño ajeno.
Posología y Modo de administración: Varía individualmente, de acuerdo al cuadro clínico y a la respuesta del lector, a cualquier edad del mismo.
Advertencia: Antes del mediodía no es aconsejable durante el embarazo. La interrupción brusca de la lectura puede provocar insomnio. No apto para somnófobos: esa especie nocturna que encuentra placer en interactuar sexualmente con alguien en estado de sueño.
Contraindicaciones: Puede provocar sexomnia, esto es: la relación sexual en estado de sonambulismo. Sumado a esto, el uso prolongado trae aparejado bruxismo (hábito involuntario de apretar o rechinar las estructuras dentales sin propósitos funcionales) y parestesia (sensación anormal de los sentidos: hormigueo, adormecimiento, acorchamiento, etc.).
Así, mientras Soleida copia, graba, transcribe sueños ajenos, hay dos pesadillas (que no están en el libro, porque no existen) que me gustaría imaginar. En la primera, Calvert Casey quiere volver a Cuba. Recluido en un limbo de papeles, sin visa, desatendido, apela desesperadamente a todas las instancias: la embajada cubana en París veta su nombramiento; su pasaporte cubano ha expirado; la embajada gringa deniega la petición de recobrar su ciudadanía norteamericana (había renunciado a ella en Cuba, ya de adulto). Cogido en la trampa burocrática —cuenta Guillermo Cabrera Infante—, desesperado, le envió un telegrama personal a Haydée Santamaría a la Casa de las Américas, pero ella nunca respondió. Calvert se deprimió muchísimo. Dicen que descolgó el teléfono para llamar a alguien, pero es falso, completamente falso. No había nadie a quien llamar. Se fue a la habitación. Llenó el vaso. Sextuplicó las pastillas. Y esperó para siempre la llegada del sueño. Ese sueño del final. Ese insomnio de Cuba.
En la segunda, Walter Benjamin está en Francia, atrapado por la ocupación nazi. Recibe una carta de Theodore Adorno comentándole la posibilidad de preparar su escapada hacia Cuba como profesor invitado de la Universidad de La Habana. La anécdota la cuenta maravillosamente Rafael Rojas (“Bénjamin no llegó a la Habana”). El filósofo se lee todo lo que encuentra sobre la Isla en la prensa francesa. No hay mucho, apenas una nota. ¿Ya soñaba con Cuba cuando ingirió una dosis letal de morfina? Nunca lo sabremos.
En Antes del mediodía cabría completo un pequeño librito que contiene 57 sueños de Roberto Bolaño. Me refiero a Un paseo por la literatura, donde el chileno anota escenas como la siguiente: “Soñé que la Tierra se acababa. Y que el único ser humano que contemplaba el final era Franz Kafka. En el cielo los Titanes luchaban a muerte. Desde un asiento de hierro forjado del parque de Nueva York, Kafka veía arder el mundo”.
Y Soleida Ríos como Pierre Menard, transcribiendo, literalmente, los sueños de otros. (Con los sueños pasa lo mismo que con las entrevistas: el entrevistado trabaja gratis porque el que se beneficia es el entrevistador.)
Por último, recomiendo leer Antes del mediodía en sistema con otro librito hermoso: El libro de las criaturas que duermen a nuestro lado, de Arturo Carrera & Teresa Arijón. Un libro que hay que leer para saber eso que piensan las personas que te ven dormir. Y créanme: eso desvela.
Si antes hice critiqué tu viperino articulo sobre Hemingway, tengo que concederte que sacaste una buena pieza en este distópico bosquejo, guarda un poco la nostalgia y céntrate en el siglo 21; está en desuso nadie le echará de menos a estas alturas. Bonita imagen la de Castro haciéndole lo que le pide un homosexual, ahí coronaste.
muy bien, puede publicar un link para descargar el book
antes del mediodia, de soleida Rios