La familia cubana es cada vez más transnacional. Las dinámicas migratorias de la isla, impactadas por el contexto socioeconómico y político de las últimas décadas, han propiciado la expansión de la diáspora cubana y, en consecuencia, han modificado las estructuras y los entornos familiares.
Hoy, alrededor del 38 % de las familias en Cuba tienen uno o varios de sus miembros más importantes —hasta segundo grado de consanguinidad— residiendo fuera de Cuba.
Han crecido también las familias de origen cubano que, dentro o fuera de la isla, están compuestas por personas —parejas e hijos— de otras nacionalidades.
Los cambios de la política migratoria cubana de hace una década han influido en este panorama al consentir la permanencia en el extranjero hasta dos años —o más, después de la moratoria aún vigente por la pandemia de COVID-19— sin perder el estatus de residente en Cuba. Esto ha permitido a muchos cubanos emigrar y al mismo tiempo mantener vínculos con su país de origen, incluidos los familiares.
Las constantes facilidades históricamente concedidas a los migrantes cubanos en Estados Unidos, definen en buena medida el perfil de esa familia transnacional dentro de la mayor comunidad de emigrados cubanos en el mundo, que concentra más de un millón de residentes en ese país.
El sostenido desarrollo de la interconexión global —aun después del impasse forzado por la COVID-19— y las tecnologías de la comunicación facilitan las relaciones entre los componentes familiares.
Las graduales transformaciones económicas, sociales y jurídicas —con el nuevo Código de las Familias como ejemplo representativo—, en medio de una severa crisis que ha tensado la realidad nacional, posibilitan y estimulan redes de apoyo familiares que se fortalecen.
Todo ello conforma un escenario complejo y diverso, en el que se dinamitan los conceptos y las prácticas tradicionales.
Acerca de la familia transnacional en el contexto actual, OnCuba conversó con Laura Pujol, subdirectora general de Asuntos Consulares y Atención a Cubanos Residentes en el Exterior de la Cancillería cubana.
Desde su experiencia como investigadora y su responsabilidad gubernamental, aborda diversas aristas del tema y ofrece valoraciones al respecto.
¿Qué se entiende por familia transnacional y cómo se manifiesta en el escenario de Cuba? ¿Puede hablarse con propiedad de una familia transnacional cubana?
En realidad, la propia etimología impide englobar el concepto en un marco nacional, y si hablamos de familia transnacional cubana ahí mismo estamos creando una gran contradicción.
Se entiende como familia transnacional un grupo familiar que está atravesado por varias nacionalidades. Por tanto no podríamos hablar solamente de la familia transnacional cubana, porque esa familia tiene, por definición, más de una nacionalidad confluyendo en sí misma. En cambio, sí podemos hablar de cómo es impactada la familia cubana por el fenómeno de la transnacionalidad.
Es un tema del que se han realizado varias investigaciones en el país, por ejemplo, del Centro de Estudios Demográficos. A partir de algunos debates que se dieron alrededor del Código de las Familias, nos interesamos en este tema, sobre todo en lo que se refiere al derecho internacional privado, y por la necesidad de conocer, por nuestro trabajo, qué se está manejando a nivel internacional sobre la transnacionalidad, un concepto relativamente novedoso, y cómo impacta nuestra dinámica migratoria y a la familia cubana como tal.
No obstante, nosotros a priori conocíamos perfectamente el peso del fenómeno de la transnacionalidad en la familia cubana, puesto que una de las características de la emigración cubana es su alto nivel de comunicación con las familias residuales en el territorio nacional. O sea, los emigrados cubanos tienen una alta conectividad con la familia que permanece en el país, recientemente potenciados por las posibilidades que ofrecen las videollamadas.
Es extraño que se canten felicidades aquí en La Habana o en Santiago sin que haya alguien haciendo una videollamada a Uruguay, a Argentina, a España, a Estados Unidos, y que en esa actividad familiar no se encuentren presentes de alguna manera uno o varios miembros de la familia que no están en el país en ese momento.
Cuba, crisis migratoria actual: características y testimonios (I)
¿Esa transnacionalidad se limita a los miembros de la familia nacidos en Cuba o incluye a personas de otras nacionalidades?
También. El fenómeno abarca no solo a los cubanos que se encuentran en la isla y sus familiares en el exterior, sino además a los grupos familiares que los cubanos forman fuera del país, que son complejos y en los que pueden coexistir varias nacionalidades.
Puede ser un cubano que está en España cuyo cónyuge es latinoamericano, u otro que reside en Estados Unidos con un cónyuge europeo. O hijos y nietos que tienen una nacionalidad, mientras que sus padres o abuelos siguen viviendo en Cuba. O sea, hay diversos niveles de complejidad y escenarios distintos en una familia transnacional.
En el marco nacional, una de las cosas que más impacta es la presencia de personas de otras nacionalidades que contraen matrimonio con ciudadanos de nuestro país y vienen a residir a Cuba. Y también, por ejemplo, los jóvenes que están haciendo estudios universitarios, o residencias de varias especialidades de Medicina, y que en ese período establecen lazos inicialmente afectivos con cubanos o cubanas, que después que van a desembocar en una familia que también tiene características de transnacionalidad.
Son variantes que deben tenerse en cuenta a la hora de estudiar el fenómeno y de abordarlo en las leyes y normativas del país. En el Código de las Familias, por ejemplo, lo primero era reconocer esta realidad y después que la legislación fuera capaz de abarcar el proceso de la manera más amigable posible para el ciudadano, con independencia de su categoría nacional. Y que fuera lo más sencillo posible y comprensible también, porque a lo mejor, por abarcar a profundidad todas las complejidades, se convertía en un texto que no definiera pautas.
A nuestro juicio, el Código abre posibilidades de aceptar diferentes culturas, diferentes formas de entender e interpretar la realidad familiar desde una perspectiva transnacional, sobre todo en temas como la filiación, la parentalidad, los tipos de uniones, formas que son más amigables con otras legislaciones y con otras realidades que se pueden atemperar. Además, viene la posibilidad de interpretación de cuál es la mejor legislación a utilizar en caso de que exista conflicto de legislaciones en el derecho internacional privado por la existencia de diferentes miembros con diferentes nacionalidades dentro del propio núcleo familiar.
A partir de su experiencia, ¿qué rasgos caracterizan la transnacionalidad en la familia cubana?
A partir de nuestros estudios, hemos comprobado que existen cuatro aspectos fundamentales que, en el caso de nuestro país, marcan la pauta de la transnacionalidad en la familia.
El primero de ellos es la desterritorialización de las relaciones familiares. O sea, la familia ya no está enmarcada en una única localización, las múltiples formas de núcleos familiares no están atadas a un territorio específico. Ocurre no solo con los cubanos que emigran, sino también, por ejemplo, con los cooperantes cubanos en el exterior, que dejan de estar en el entorno físico, geográfico, de su familia, y pueden pasar años fuera del país y, sin embargo, continúan presentes en la vida familiar, en los lazos afectivos, en los lazos económicos, en la toma de decisiones.
Estas cuestiones marcan el abandono de un concepto muy arraigado en nuestra legislación y nuestra concepción cultural, que es la territorialización de la familia. En este momento ese concepto se ha disipado y, según estudios, esa situación abarca alrededor del 38 % de los núcleos familiares de nuestro país que tienen miembros deslocalizados, miembros importantes, no parientes lejanos. Estamos hablando de una familia nuclear, de uniones estables, de familiares como padres, madres, hijos, hermanos, abuelos, nietos.
Otro rasgo distintivo es la conyugalidad a distancia. Existe y es requisito en la mayoría de las periodizaciones de las relaciones matrimoniales o de parejas de hecho, el requisito legal de la convivencia.
Sin embargo, estamos ante una realidad en la que esa convivencia es en muchos casos virtual. O sea, no hay una convivencia cotidiana bajo el mismo techo, pero aun así se mantienen establecidas durante años relaciones de conyugalidad que se realizan a distancia y que son reales. Son relaciones que existen y no pueden ser obviadas a la hora de tener en cuenta los procesos legales, administrativos, consulares. Requieren reconocimiento.
Otro tema importante es la parentalidad o paternidad semipresencial. Es el caso de muchos padres que salen de Cuba de manera temporal a partir de las nuevas legislaciones y modificaciones migratorias que se han venido aprobando. Hablamos de personas que salen y entran a Cuba, con períodos largos de permanencia en el exterior por trabajo, por relaciones económico-comerciales fuera del país, o por otros asuntos, y que regresan sin que se considere que hayan emigrado en ningún momento. Esas personas, que jurídicamente son residentes en el territorio nacional, en realidad están ejerciendo una paternidad semi presencial, porque no conviven ni comparten cotidianamente de forma presencial con sus hijos.
Son conceptos que se incluyeron en el nuevo Código de las Familias, que contiene el tema de los tutores, la posibilidad de que las personas que se quedan en Cuba a cargo de esos menores, más allá de cuidarlos y proveerlos, puedan representarlos legalmente a todos los efectos; antes no era posible. El padre o madre pasaba varios años fuera y el menor no tenía legalmente a nadie que se encargara de sus asuntos.
Y el último de los cuatro aspectos relacionados con la familia transnacional en el contexto cubano es que genera condiciones de vulnerabilidad social. Es una situación que afecta a algunos menores, pero sobre todo a adultos mayores que quedan desprotegidos como consecuencia del fenómeno.
En nuestra concepción de la familia y sus dinámicas ha sido predominante el tema de los abuelos conviviendo con los hijos y los nietos como parte de la realidad familiar. Y ahora hay muchos adultos mayores que viven solos, que están en condiciones de vulnerabilidad social a partir de la salida del país, definitiva o temporal, de sus descendientes y de la posibilidad mayor o menor de estos familiares de tomar cuentas de sus asuntos.
No estoy pensando solo en cuestiones económicas, sino sobre todo cuestiones afectivas y también de prácticas cotidianas; o ante situaciones específicas, como enfermedades, ingresos hospitalarios y otros problemas que puedan surgir.
¿Qué otros elementos del contexto social y migratorio cubano influyen en estas dinámicas?
En este fenómeno para Cuba hay que considerar la circularidad de la migración. Ahora existe la posibilidad no solo de partir o retornar, sino además de un patrón en espiral: salir, entrar, salir, entrar, salir, entrar.
Hay otro concepto, que es el de no irse de forma definitiva, sino salir y retornar, manteniendo las condiciones de residente en el territorio nacional y, a la vez, residir en otro país, bajo otra legislación. Y eso, lógicamente, también repercute en las prácticas y dinámicas familiares.
Incluso para los que residen de manera permanente fuera de Cuba también se han abierto posibilidades, a partir de la modificación migratoria de 2018, que amplía los criterios para la repatriación, porque ello no entraña que la persona se deba quedar anclada en Cuba.
Esa repatriación implica que la persona entra a Cuba, se establece aquí, e inmediatamente comienza a viajar y comienza a disfrutar de los beneficios que establece la nueva legislación cubana en cuanto a los largos plazos de estancia en el exterior sin perder los requisitos de residencia en el territorio nacional.
¿Qué impacto tiene el rasgo transnacional en la funcionalidad de la familia cubana, y en la sociedad en general?
Necesitaría un doctorado para responder esa pregunta, por la complejidad del tema. A partir del trabajo que tenemos avanzado, considero que es una influencia amplia y trascendental y que abarca todos los aspectos sociales, económicos, jurídicos, políticos.
En cuanto a la posible afectación en el funcionamiento del núcleo familiar, a partir no solo de los estudios sino del conocimiento acumulado en veinticinco años en la actividad consular, interactuando con cubanos residentes en el exterior, diría que lo que funciona bien, lo hace con independencia de que haya presencialidad o no en Cuba, de si la familia reside toda en el país o es transnacional. Y si es disfuncional, pues funciona mal estén donde estén sus miembros.
Conozco familias que por años han tenido dentro de sí distintas tipologías migratorias y todas las afectaciones posibles y, aun así, se mantienen como núcleos familiares fuertes, reconocibles, funcionales. Y cuando han existido problemas, no importa la vía, los han superado de conjunto.
No significa que no haya momentos en que esta funcionalidad se haya puesto a prueba, de distanciamiento, de ruptura incluso por motivos políticos que han afectado la unidad familiar. Pero pasado el momento, las cosas se han ido recomponiendo y tomando su curso, porque los cubanos somos muy familiares y le damos mucha importancia a estos lazos afectivos.
De una manera u otra, hemos ido aprendiendo a recomponernos, a relacionarnos aun cuando existan diferencias, sea por asuntos políticos, personales o de otra índole, porque prevalece el criterio de la importancia de la unidad familiar.
¿Qué desafíos entraña la transnacionalidad de la familia para la actividad consular cubana?
Con relación a este tema, tenemos una gran insatisfacción, y es que nosotros, a pesar de llevar años tratando de desarrollar un servicio consular acorde a las necesidades de nuestros ciudadanos, estamos imposibilitados de hacerlo de esa manera en el país con más emigrados cubanos, Estados Unidos.
Tenemos una amplia red consular, con 140 oficinas consulares en 120 países, en los que tratamos de llevar adelante un trabajo de acompañamiento y seguimiento de estos temas. Pero es irónico que muchas de esas oficinas se encuentran en lugares en los que realmente no residen tantos cubanos.
En cambio, en el país en el que residen más emigrados cubanos tenemos solo una oficina, que apenas puede dar servicios presenciales, que tiene limitados los desplazamientos en el territorio norteamericano para su servicio consular, y que además tiene limitado el personal. O sea, a pesar del gran esfuerzo que hacen mis colegas en Washington, en esas condiciones no es posible que podamos brindar el mejor servicio.
Anotado esto, diré que se han dado pasos importantes en nuestra actividad consular en los últimos años, sobre todo a partir de aprendizajes de la pandemia, de situaciones surgidas a partir de nuevas realidades que vivimos desde las modificaciones migratorias de 2013, que marcan un antes y un después en relación a la posibilidad de los cubanos de poder residir fuera del territorio nacional y mantener sus vínculos con Cuba; la posibilidad de viajar y retornar si así lo desean, y de fomentar los lazos familiares de manera presencial cuando se encuentren en el país.
Esa dinámica se vio afectada durante la pandemia por la falta de movilidad, aunque se va retomando de nuevo. Todavía no se ha llegado a los niveles que teníamos antes, y tampoco puede obviarse el contexto migratorio actual, consecuencia directa de una agresión premeditada desde Estados Unidos, y en el que muchas personas están saliendo del país.
Como tendencia, debe volver a manifestarse la circularidad de la migración, que debe contribuir, a su vez, a un mayor vínculo de los cubanos residentes en el exterior con el país: a mayor presencia de ellos en los distintos aspectos de la vida y la sociedad cubanas, y todo eso debe tener también una repercusión en el ámbito familiar.
Nuestro trabajo consiste en crear las condiciones para ello, porque es lo que necesita el país y lo que necesita la familia cubana. A eso es a lo que estamos abocados.
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