Cada mañana, antes de que el sol alcance su cenit, en los alrededores de la majestuosa Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, en el Zócalo, se llevan a cabo las limpiezas rituales, una práctica arraigada en la cultura de este país. A los turistas y otros viandantes que llenan la plaza los practicantes no establecen una tarifa específica; el precio depende de la buena gana de quien procure los servicios. Se trata de una forma de subsistencia y, al mismo tiempo, una manera de mantener viva una costumbre ancestral de la cultura mexicana.
La Plaza de la Constitución, oficialmente conocida como el Zócalo, se considera lugar sagrado desde la época prehispánica, cuando era el corazón de Tenochtitlán, la antigua capital azteca.
La indumentaria de quienes realizan las ceremonias deslumbra por su opulencia y vitalidad. Visten llamativos colguijes que semejan las plumas del quetzal y otras aves, desplegando colores vibrantes y exuberantes. Los brazos están adornados con brazaletes resplandecientes en los que brillan mosaicos de oro o turquesa, mientras que en los tobillos lucen pulseras decoradas con cuentas de semillas y caracoles que, al moverse, producen un alegre tintineo, como pequeños cascabeles. Pero lo que más impresiona es el rostro pintado y el cuerpo tatuado con elaborados diseños aztecas. Cada detalle de la imagen es testimonio vivo de la esencia de esta civilización.
Las limpias o “limpias espirituales” o energéticas tienen su origen en las creencias de las civilizaciones que habitaban estas tierras antes de la llegada de los conquistadores españoles. Los aztecas realizaban ceremonias y ofrendas a sus dioses para mantener el equilibrio en el mundo y garantizar la armonía entre los seres humanos y la naturaleza. Estos eventos incluían la quema de hierbas aromáticas como la salvia y el copal, con el fin de purificar el aire y atraer la benevolencia de los dioses.
La resina de copal, sustancia que aún se utiliza en estas ceremonias, se extrae de ciertos árboles y se quema para producir un humo que muchas culturas indígenas de América Latina consideran purificador y protector. Además de hierbas, en las limpias del Zócalo usan incienso, flores y piedras.
Un practicante me explicó que el incienso se quema para purificar el ambiente y elevar la energía espiritual. El humo del copal limpia y protege contra energías negativas, mientras que las plantas medicinales, en forma de infusiones, baños o humo, purifican tanto el cuerpo como el espíritu. Como yo, los transeúntes detenían su paso, se acercaban a la ceremonia y observaban con respeto y en silencio. Algunos se unían a la fila y esperaban con expectación su turno para ser parte del rito.
La ceremonia es una alianza entre el practicante y el consultante. La persona que busca la limpieza se coloca frente al practicante, quien le pide cerrar los ojos, relajar el cuerpo y percibir las energías. Esta suerte de chamanes modernos mantienen viva la herencia de comunidades precolombinas de la región, como los mexicas, nahuas, mayas, zapotecas, mixtecos, otomíes y otras.
Con el sonido de un caracol, oraciones y cánticos inicia el rito, mientras el humo sagrado se desplaza alrededor del cuerpo del consultante. Durante estos rituales, algunos evocan deidades aztecas, como Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, considerados los creadores del mundo, así como a Tláloc y Ehécatl, quienes proveen la lluvia y la vida.
“Que todo lo que llegue a tus manos sea bendecido y multiplicado”, expresó una chamana mientras agradecía al dios Ometéotl, una de las deidades más enigmáticas del panteón mexica. Anoté el nombre: Ometéotl. Luego busqué referencias y encontré que, en la mitología azteca, Ometéotl se traduce comúnmente como “Dios Dual” o “Señor de la Dualidad” en la lengua náhuatl. Era una deidad central que simbolizaba la dualidad y la unidad de todas las cosas en el cosmos, al ser la combinación de los aspectos divinos masculinos y femeninos. Su concepto tenía un profundo significado filosófico y cosmogónico.
Con la llegada de los españoles y la imposición del cristianismo, muchas prácticas fueron adaptadas y mezcladas. Las limpias rituales nunca desaparecieron por completo y continuaron evolucionando, incorporando elementos tanto indígenas como europeos en una síntesis única.
“Aquí, en el Zócalo, se siente la energía de nuestros antepasados”, mencionó uno de los practicantes. Otro aseguró que “las limpias son un acto de amor hacia nosotros mismos y nuestra cultura”.
En un mundo en el que la vida cotidiana somete a tensiones y preocupaciones, las limpias ofrecen un oasis de calma y esperanza que puede sanar. “Muchos vienen aquí en busca de sanación emocional”, contó una señora recién salida del ritual.
En medio de una metrópoli moderna y dinámica, en la que los rascacielos se alzan y la tecnología está en constante evolución, las tradiciones espirituales arraigadas en la historia continúan prosperando. Las limpias son más que un acto de purificación; son una celebración de la identidad y una afirmación de la riqueza espiritual y cultural que reside en el corazón de esta nación.