Justo cuando pensábamos que la selección cubana de fútbol no vería más acción hasta el próximo año, la última fecha FIFA de 2023 deparaba una sorpresa que despertaría emociones encontradas entre la familia del más universal en la isla.
Casi sin tiempo para que el incipiente rumor de un posible amistoso ante Rusia tomara forma, la selección europea —en sus diferentes plataformas digitales— hizo oficial la concertación de un partido amistoso ante la nación caribeña. El encuentro entre ambas escuadras, según la información publicada por la federación de aquel país, tendrá lugar el próximo 20 de noviembre en la ciudad de Volgogrado, anteriormente conocida como Stalingrado.
https://twitter.com/TeamRussia/status/1720428298369389018
Como era de esperar, un amplio sector de la afición y prensa cubanas contemplaron con buenos ojos el hecho de que nuestra selección nacional continúe midiendo fuerzas ante rivales de semejante envergadura, como hace cinco meses, cuando enfrentamos a Chile y Uruguay en la fecha FIFA de junio.
Sin embargo, analizando el escenario actual de la escuadra antillana, este amistoso ante la nación euroasiática se antoja una elección poco inteligente por parte de Asociación de Fútbol de Cuba, tanto desde el punto de vista deportivo como estratégico, cuestiones que intentaremos argumentar en el presente trabajo.
Una vieja creencia instaurada en la cultura deportiva radica en la suposición de que solo se puede crecer compitiendo contra los mejores. Y si bien hay mucho de razón en esa afirmación, no menos cierto es que, en este caso, la experiencia nos invita a matizarla.
Todos los extremos son negativos. Tan estéril puede resultar medirte con un conjunto demasiado inferior, como tener en frente a un rival que te supere de manera abrumadora en todas las líneas. El primero no te exigirá, no será un termómetro fidedigno, no te mostrará cuál es tu nivel real. El segundo, por su parte, no te permitirá desarrollar tu plan de juego, ni afianzar los automatismos colectivos necesarios para consolidar el modelo que se pretende implementar.
Para demostrarlo, basta con echar una mirada en retrospectiva, precisamente hacia la fecha FIFA de junio, cuando se jugó ante Chile y Uruguay. Tengamos en cuenta, incluso, que aquel proceso contaba con mucho más tiempo de trabajo que el actual. ¿Qué nos aportaron deportivamente estos partidos? ¿Acaso se jugó mejor después de medirnos ante dichas selecciones?
Si bien en algún momento todos creímos que así sería, no hay mejor medicina que la realidad. La respuesta a estas preguntas no admiten el más mínimo matiz. Tras su periplo preparatorio por Sudamérica, los de La Mayor de Las Antillas firmaron una de las actuaciones más decepcionantes en la historia de nuestras participaciones en Copa Oro, recibiendo nueve goles en tres partidos, consiguiendo marcar solo desde el punto penal y mostrando —en balance general— un fútbol bastante pobre. ¿Nos hizo mejores jugar contra equipos tan distantes futbolísticamente? Definitivamente no. Entonces, ¿qué nos hace pensar que esta vez será diferente?
Más imprudente aún se antoja la concertación de este partido si lo analizamos desde una perspectiva estratégica; pues tampoco parece una buena idea utilizar la última fecha FIFA previa al sorteo de la Eliminatoria Mundialista para jugar contra un rival que, seguramente, nos hará perder puntos en el ranking. Sobre todo teniendo en cuenta la situación en que se encuentra Cuba en este escalafón.
Actualmente, la selección cubana es la peor clasificada de las que estarían en el bombo tres de dicho sorteo. Por ello, una derrota en este partido, combinada con un buen resultado de Bermudas en su match ante San Vicente y Granadinas, podría desplazarnos hacia el bombo cuatro, lo cual derivaría en tener que enfrentar un grupo más fuerte durante las Eliminatorias Mundialistas. ¿Cuántas arbitrariedades se justificaron bajo el argumento de que el verdadero objetivo era el Mundial de 2026? Parece que ya no es tan importante.
Teniendo en cuenta todo lo abordado hasta aquí, podríamos concluir que la única arista potencialmente positiva que exhibe el sonado amistoso contra Rusia es la posibilidad de mostrar el talento cubano por suelo europeo con la esperanza de que alguno de los nuestros despierte el interés de clubes por aquellos lares.
Sin embargo, sería poner mucho en juego por una oportunidad poco probable y que, en cualquier caso, no depende únicamente de la parte cubana. Si apelamos a la memoria, recordaremos que esta posibilidad también se manejó como incentivo adicional en aquella gira por Sudamérica, cosa que hasta el sol de hoy no ha sucedido. Debemos recordar que el vínculo contractual de Romario Torres con el Nacional de Uruguay estaba firmado mucho antes de que se efectuaran dichos partidos.
Solo nos queda esperar para ver cómo se desarrollan los acontecimientos. La selección cubana y su nuevo cuerpo técnico llegan a este partido en un contexto atípico, pues si bien se han conseguido resultados que a priori parecían impensables, el nivel de juego exhibido ha dejado muchas incertidumbres sobre el futuro de este nuevo ciclo.