En una época en la que la tecnología parece colonizar el día a día, mientras la vida se estrecha hasta caber en una pantalla de celular, hay un lugar en el que la naturaleza aún reina soberana y cientos de almas se congregan cada tarde para presenciar un ocaso, ese espectáculo tan antiguo.
El milagro se produce en la Piedra de Arpoador, una elevación rocosa que divide las icónicas playas de Copacabana e Ipanema en Río de Janeiro, Brasil.
En una lista de las diez cosas imprescindibles que hacer en esta ciudad llena de ensenadas divinas y música, sin duda ver la puesta de sol en este punto ocupa los primeros lugares. Lo mejor de todo es que el plan no requiere grandes preparativos ni gastos: es un regalo gratuito de la madre natura.
La playa de Ipanema bulle de actividad durante el día; pero cuando el sol comienza a deslizarse hacia el horizonte, una marea humana se dirige hacia la piedra. Una vez en ella, se acomodan como público que elige el mejor asiento en un cine o un teatro, mientras los vendedores ambulantes ofrecen caipirinha, agua de coco y cerveza para refrescar y acompañar el momento.
La diversidad de los espectadores es tan sorprendente como el paisaje. Parejas se abrazan mientras contemplan el horizonte, grupos de amigos comparten risas, y algunos solitarios encuentran compañía en la multitud.
Se escuchan muchos idiomas entre gente que, sin embargo, logra entenderse. La Piedra de Arpoador es una versión exitosa de la Torre de Babel; las lenguas se entrelazan en un murmullo que acompañará el espectáculo celestial que se avecina.
En términos astronómicos, el ocaso o puesta de sol se define como el momento en el cual el borde superior del Sol desaparece por debajo del horizonte. La definición se refiere a un horizonte ideal, sin tomar en cuenta obstrucciones físicas o condiciones particulares que podrían afectar la visibilidad.
La duración de una puesta de sol puede variar según la ubicación geográfica y la época del año. Suele durar unos minutos, entre 5 y 10, desde que el sol toca el horizonte hasta que desaparece del todo. Sin embargo, la duración depende de la latitud, la altitud y las condiciones atmosféricas locales.
En lugares cercanos al ecuador, donde el Sol se pone de manera más perpendicular, la puesta puede ser más rápida, mientras que en latitudes más altas puede durar más debido al ángulo oblicuo en el que el astro desciende.
Río de Janeiro no se encuentra en una latitud cercana al ecuador. La ciudad está ubicada en el hemisferio sur. Aunque no está tan cerca del ecuador como otras ciudades en América del Sur, su ubicación relativamente cercana al trópico de Capricornio le proporciona un clima subtropical con temperaturas cálidas durante todo el año.
De este modo puede disfrutarse del ocaso por unos 5 minutos.
Llega el momento esperado. El Sol, con su resplandor dorado, comienza una lenta caída hacia el mar, mientras tiñe el cielo con tonos de naranja y rojo.
Las montañas Dois Irmãos y la favela de Vidigal conforman un telón de fondo único, mientras el mar refleja la grandeza del cielo. En ese instante, la naturaleza brinda un final glorioso, un momento de paz y asombro que nos deja sin palabras.
El calor y la humedad se sienten en el ambiente, pero nada logra restarle al ocaso. El sonido de las olas rompiendo en la orilla y el aroma salino completan la experiencia sensorial, y atraen no solo a los espectadores en la piedra, sino además a los bañistas y caminantes en la playa, que se detienen y se rinden al encantamiento.
Al final, cuando el sol se sumerge entero en el horizonte, un breve silencio se apodera de la multitud, como si todos estuvieran demasiado abrumados por lo que acaba de pasar. Entonces los aplausos estallan al unísono.
El nombre de Arpoador es porque desde ahí se cazaban ballenas con arpón