La primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba Viengsay Valdés volvió a apoderarse de Carmen, la gitana más problemática de la danza mundial. Aunque el coreógrafo cubano Alberto Alonso creó su versión especialmente para la diva rusa Maya Plisétskaya, no hay dudas del aporte a esa obra de otra grandiosa artista y rival, la cubana Alicia Alonso, para convertir a la gitana en leyenda dentro del ámbito danzario.
Cualquier bailarina que intente acercarse al personaje en la actualidad debe partir de esa base y Valdés parece no pasar trabajo para construir a las mujeres seductoras que truecan en arte la manipulación. Ya lo había demostrado con el Cisne Negro, pero Carmen no tiene nada de princesa, es humana de carne y hueso, mujer irreverente y contestataria.
Viengsay, que ya la había bailado en el Gran Teatro de La Habana, atesora además la experiencia de haber compartido esa pieza con el Ballet Mariinsky de San Petersburgo, en el XI Festival Internacional de esa compañía rusa, en el teatro homónimo. Luego, la bailó junto a un elenco de artistas mexicanos en el Teatro Peón Contreras, de Mérida. Pero retornar a La Habana siempre la obliga a volver a los detalles para enfrentar el reto.
Para muchos especialistas, la esencia de la coreografía de Carmen radica en el sincretismo de lo español, latino y africano, presente en las raíces cubanas. Hace más de una década, en un ensayo de la propia Viengsay, la joya Loipa Araújo le dio la pauta para enfrentar la obra: “Carmen sale como el desafío”. El estilo danzario en general de la Valdés no dista de esa concepción.